Capítulo 3

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Cuando cumplí los dieciséis conseguí trabajo a medio tiempo en una ferretería. Los años se me habían pasado volando, los últimos llenos de una felicidad inexplicable. De pronto se volvió normal reunirnos los fines de semana en casa. Mamá acepto a Stefan como si fuera su hijo; debido a que sus padres se la pasaban trabajando se quedaba solo en casa y por ello casi vivía en la nuestra.

Con los años la imagen de mi madre cantando en voz alta mientras cocina no se me borra y espero que no lo haga. Su suave voz llamándome, llevándome a esos bellos días.

A ese día.

—Adrián, si no te apresuras vas a llegar tarde.

Me veo salir de mi habitación y girar para que me vea.

—La perfección no se hace de esperar.

Ella se quita el delantal y me golpea juguetonamente.

—Con ese ego ninguna chica te va a mirar.

Esquivando ese delantal, que se movía como un látigo, la abrace por la espalda y apoye mi barbilla en su hombro.

—Admite que tienes un hijo guapo.

Soltó una de esas risas que amaba.

—Muy guapo —concedió. —Es verdad, mi hijo es muy guapo a pesar de su cabello negro que nunca se peina y esos ojos que te hacen querer correr.

Aunque ella no lo mencionaba, sabia en lo que pensaba cuando me veía, en lo mucho que me parecía a papá. Un tema del que no hablábamos.

—Mi mamá a pesar de estar envejeciendo sigue siendo hermosa. ¿De dónde crees que saque mi encanto?

—Pues esta vieja te ha cambiado los pañales durante muchos años y no dejaste de usarlos hasta los tres años, todavía recuerdo que mojabas la cama hasta los...

Me aleje tapando mis orejas cual niño pequeño.

—Mamá, me avergüenzas. No puedes andar repartiendo ese tipo de información por ahí. ¿Se lo has contado a alguien más? Tengo que saberlo, la dueña de la mercería lo sabe, ¿no? ¿Quieres que me quede soltero toda la vida?

—Oh, solo le conté como solías correr en ropa interior, con una sábana atada al cuello, por toda la casa gritando: ¡soy Superman! Una y otra vez.

—Tenía cuatro años, quien no quería ser Superman a esa edad.

Soltamos carcajadas.

Recordando el pasado es difícil ver como de esos años oscuros podíamos salvar recuerdos como esos. A veces tenia pesadillas y sabía que ella también, no le poníamos palabras a aquello. Creo que en lo profundo de nuestros corazones queríamos fingir que nada paso. Creo que mamá tenía arrepentimientos por tardar en abandonarlo.

Sus ojos se cristalizaron al mirarme, con una añoranza que llego a lo profundo de mi corazón.

—Estoy muy orgullosa del joven en que te has convertido mi niño. Lo sabes, ¿no? —se acercó, peino mis cabellos con sus dedos y acomodo mi saco. Sus ojos se perdían en un pasado en el que hacía lo mismo cuando era un niño.

Le pregunte si estaba bien, ella solo le echo la culpa a la edad.

—Me gustaría conocer a la chica que tendrá tu corazón. Apuesto que será muy hermosa, te querrá más que nadie y cuidara del corazón de mi niño. Eres un luchador y sé que pelearas por lo que quieres.

—Hablas como si no fueras a estar aquí —trate de bromear.

—Eres mi niño —dijo con lágrimas en los ojos—. No debes olvidar jamás lo que te enseñe. Lucha como lo has hecho hasta ahora. Si te caes tienes que levantarte con más fuerza.

Si me amas no me hierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora