Capítulo 4

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  Si el invierno nos abandonara solo quedaría el verano, y el invierno, aquel que tanto anhelamos, se llevaría consigo nuestros recuerdos. Aquellos que tanto nos esmeramos por construir, por los que peleamos para conservarlos, ¿y qué nos quedaría? Nada más que un verano caluroso y sofocante, uno donde no existiría un nosotros.

Adrián


OTOÑO

Fue en otoño; en la época donde las hojas de los árboles comenzaron a tomar un color amarillo, queriendo igualar los colores del atardecer para luego empezar a caerse, dejando al desnudo un árbol que ansía que comience la primavera. Y es que es en la primavera donde todo florece, donde las personas sonríen, donde las parejas se conocen y se enamoran, pero el tiempo es cruel. Le gusta cambiar el orden de las cosas y cuando se junta con el destino pueden ocasionar que dos personas que no deberían de estar juntas lo hagan contra toda voluntad.

Al viento otoñal no le gustaba ser ignorado. Para cuando a alguien lo hacía arremataba con más fuerza contra su rostro y es que quería hacerse recordar sabiendo que en pocos días tendría que irse para dar llegada al invierno. El otoño es la época donde los colores más hermosos se hacen notar, no es blanco como en invierno, no está lleno de flores multicolores como en verano. No, tiene su propia gama de colores. No hace ni frio ni calor sino un poco de ambos.

Fue el Otoño quien recibió a Lise esa mañana en el aeropuerto, contento de tener a alguien ajeno a él. No le dio tiempo de respirar y arremetió contra ella despojándola de su pañuelo, que de mala gana se alejó volando. El cuello de la chica quedó sin protección haciéndola estremecer, lo que hizo que se apresurara a tomar el taxi que la llevaría a su casa.

Cuanto habían cambiado las cosas o quizás la única que había cambiado había sido ella. Lise era diferente de una manera que no sabía expresar. Cuatro años lejos. Tanto tiempo y a la vez tan poco. Bajo la ventanilla del taxi para que el aire enfriara sus mejillas rosadas a causa de la calefacción y para que se llevara los recuerdos que tanto quería dejar atrás. Los recuerdos eran buenos si eran de momentos felices, los que no lo eran... era mejor olvidarlos. Enterrarlos bajo tierra o dejar que el viento se los lleve volando. Ojala fuera tan fácil.

Al llegar la soledad le abrazo. Toda la casa estaba fría y oscura, lo único que no la hacía parecer abandonada eran los muebles, cubiertos bajo una tela blanca. A la espera de que alguien llegara a visitarlos. Ansiando ser adorados, envidiados y cuidados por alguien que aprecie su hermosura.

La casa solo era una prueba de lo sola que estaba, de lo que había perdido. Recorrió cada habitación con pasos temblorosos. En medio de una habitación yacía un viejo piano de cola, olvidado. En sus mejores tiempos no dejaba de salir melodías alegres que acompañaban las risas las personas que vivían en esa casa. Ahora permanecía alejado de los demás muebles con un aire gruñón, aunque secretamente esperanzado. Esperaba por ella, esperaba que volviera a acariciar sus teclas. Lise solo lo miro con añoranza, seguramente igual que él, recordando los buenos tiempos. Ella no se permitió llorar. Al subir las escaleras estas la saludaron con un rechinido, cada escalón parecía decir hola o tal vez solo se burlaban de su debilidad.

¿A dónde la llevaría el camino que escogió?

Sus ojos permanecieron cerrados el tiempo suficiente para que los recuerdos aprovecharan esa debilidad y se mostraran burlándose de ella. Los asusto al abrir los ojos y se sintió bien consigo misma al hacerlo. Había sido un viaje largo. Los recuerdos le pesaban, eran como una carga constante sobre sus hombros. Puede que cuando terminara, cuando todo desapareciera.

Si me amas no me hierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora