Capítulo 22

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Fue de esa manera como rompiste mi corazón. 

Me dejaste a la deriva sin la posibilidad de pedir ayuda.

Adrián


—El número que está llamando esta... —colgó.

Lise estaba furiosa, había perdido la cuenta de cuantas veces intento llamar a Julian.

—¡Lise!

Le dolía la cabeza. Tenía que encontrarlo a como fuera lugar, tenía la sensación de que si no lo hacia lo perdería. No, él no podía abandonarla así como así. La amaba, estaba segura de eso. Ahora que todo había acabado podían estar juntos.

—¡Lise!

No sabía a quién llamar, Julian no tenía familiares, amigos... Tal vez los tenía y no lo sabía.

«No, el Julian que conozco es un solitario. Él solo me tiene a mí.»

—¡Lise!

Los golpes en la puerta no cesaban. ¿Por qué no se rendía? ¿Cuánto llevaba ahí? Horas.

—¡Lise! Por favor... —su voz fue apagada por un trueno.

Llovía con todo, escuchaba las gotas impactar contra su ventana. No tuvo la fuerza para encender las luces. Estaba cansada, ese era un nuevo sentimiento, no entendía porque lo estaba.

—¡Lise, ábreme! Dime algo, lo que sea —los golpes seguían.

Cerró los ojos apoyándose en la pared, la cabeza le palpitaba.

«¿Por qué no para?»

—Lise... —fue un susurro que apenas escucho— dime que es lo que pasa, habla conmigo, por favor. No puede ser cierto.

«¿Dónde estás Julian?»

El cansancio aumentaba al igual que el dolor no cesaba. Lentamente se fue recostando sin molestarse en subir a su habitación.

—No me iré. Te esperare —fue lo último que escucho antes de caer en los brazos de Morfeo.


El cuerpo le dolía. Se estiro dando un golpe a la mesa y tirando su florero. No despertó por la luz que le daba en el rostro, ni por el dolor en su cuerpo a causa del duro suelo. Lo hizo por una voz que creyó escuchar. Baja y melodiosa, como el silbido del viento.

Todo había acabado.

¿Dónde estaba la paz que esperaba encontrar? No se sentía más ligera que antes. Pensando en él se acercó a la ventana; una parte deseaba no verlo y la otra, la traicionera... No había nadie en su puerta ni en la calle. El bulto en la puerta de su casa, que antes no vio, se movió. Acostado, tapado con su campera estaba Adrián, sobre el piso mojado. No dejaba de temblar.

La lluvia que dio fin al salir el sol amenazaba con volver, el cielo comenzaba a nublarse nuevamente. Si se quedaba más tiempo a la intemperie enfermaría. Se vio tentada a dejarlo, él se lo había buscado.

Lise volvió adentro deteniéndose sin llegar lejos. No podía dejarlo así.

Tomo su teléfono antes de arrepentirse.

—¿Hola? —una voz adormilada le contesto. Considero nuevamente dejarlo afuera.

—Es Adrián —escucho un ruido, la chica moviéndose, creyó—, ven a buscarlo. No quiero volverlo a ver por mi casa.

—¿Lise? ¿Qué esta...? —colgó. No le debía respuestas a nadie.

Necesitaba un baño, tenía los músculos adoloridos. Bajo el agua, el recuerdo del chico temblado la asalto, lo alejo. Era lo mejor, era lo justo. Esa mujer destruyo todo en lo que creía, lo que tenía... la dejo sin nada. Alguien tenía que pagar por ello y en vista de que no podía hacerlo ella lo haría su hijo.

Era la única forma de que su madre pudiera descansar en paz.

***

El teléfono se estrelló contra el suelo. No le importo.

Tomo las llaves de la camioneta sin molestarse en cambiarse, el miedo que la recorría no la dejaba pensar en nada más. Recordó el tono en el que hablo Lise.

Adrián herido, no, no podía pensar en eso, tenía que estar bien. El maldito auto no aceleraba. Ella no maldecía. ¿Y si le había pasado algo? ¿Si estaba en el hospital? Él está bien. Tenía que estar bien. Toco la bocino en cada ocasión que pudo, de repente, todos manejaban a velocidad tortuga, necesitaba apresurarse.

A penas entro en la calle estaciono, correr la ayudaría. Siguió la numeración, nunca había estado en su casa, pronto descubrió que eso no era necesario. No necesito ver la numeración para saber que estaba en la casa correcta ni a la chica que observaba todo desde la segunda planta con un café en manos. No, no necesito nada de eso. Solo vio al niño con el que creció, al hombre que amaba tendido en el suelo.

—¡Adrián! —no se movió.

Perdió una de sus pantuflas al correr, no sentía el frío solo sentía un miedo desgarrador. Adrián estaba pálido, y no paraba de temblar. Las lágrimas cayeron y no hizo nada para detenerlas.

—¡Adrián! —lo movió esperando que despertara. Tenía que llevarlo a un hospital, pero la camioneta estaba lejos y no podría con su peso. Toco la puerta desesperada.

—¡AYUDAME! ¡POR FAVOR! —la vio minutos antes. ¿Por qué no salía?

Sus gritos atrajeron la atención de un vecino que volvía de correr. Madeline le pidió ayuda, no podía perder tiempo. No sabía si respiraba, verificarlo la asustaba. Él está bien, se dijo, está bien. Estaban en verano no hacía frío, iba a estar bien. Si, a lo sumo sería un resfriado nada más. ¿Por qué no se movía?

Varios enfermeros se acercaron en cuanto los vieron.

Tenía que estar bien. No hacia tanto frío. No podía ser como aquella vez.

Tenía que estar bien.

Iba a estar bien. 


 Comenten que les esta pareciendo hasta ahora. 

Los comentarios me ayudan bastante aunque no lo crean. 

Besos. 

Si me amas no me hierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora