Capítulo 8

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  Me fui con la cabeza bien en alta y el corazón destrozado.

No me odies por odiarte, ódiame por amarte.

Lise


El tiempo que pasas al lado de tus seres queridos es precioso.

Adrián llevaba las últimas dos horas mirando el techo, en su escritorio los apuntes y libros no dejaban de llamarle. Su mente vagaba lejos, perdido en unos ojos azules que no podía dejar de ver. No la había vuelto a ver desde la cena en su apartamento; intercambiaron números, pero ella no le contesto ningún mensaje.

Era la primera vez que sentía de esa forma. Tan perdido. No la conocía hacia mucho, pero esperaba cada día para poder hablar con ella.

El sonido del timbre no le permitía descansar, quien fuera que tocaba tendría que irse cuando se diera cuenta de que no iba a abrir. La persona siguió insistiendo. Lo primero que hizo antes de abrir fue gritar, algo poco común en él.

Lise le devolvió la mirada imperturbable.

—¿Llego en mal momento?

—Sí, no, digo... ¿Qué haces aquí?

—¿No puedo venir a visitar a un amigo?

¿Amigo? La palabra lo sorprendió. Se puso a balbucear a causa del revoltijo que hubo en su interior. Espero que ella lo detuviera. No lo hizo.

Adrián tuvo que respirar profundo para calmarse. —Por supuesto. Amigos.

—Compre algo de camino, salgamos —no le dio opción a negarse, paso por su lado dispuesta a esperarlo.

En ese día tan frío muchas personas preferían de quedarse en casa; disfrutar de un chocolate caliente al lado de la estufa no sonaba tan mal. Adrián seguía los pasos de Lise como si estuviera perdido y ella fuera la única que conociera el camino. No presto atención a sus heladas manos o a como sus orejas le dolían.

Se sentaron uno al lado del otro en una banca, sus manos a punto de tocarse.

—Siempre que estamos juntos hablamos sobre mí—pensó en voz alta. —¿Por qué nunca hablas sobre tu familia?

Lise desenvolvió un sándwich, se tomó su tiempo en poner una servilleta en su regazo para las migas.

—No hay nada que contar. Mis padres y hermano ya no están.

—¿Qué les sucedió?

Lise le contesto con otra pregunta.

—¿Tan feliz te puso que me acercara a hablarte?

Adrián recordó el primer día que ella entro a la cafetería.

—¿Cómo explicarlo? La razón por la que me senté en tu mesa ese día fue porque me recordaste el pasado. Tenía curiosidad. Ahora, me alegra haberlo hecho.

—Eres una persona muy particular. No es un alago —aclaro al notar que sonreía. —Desearía que dejaras de sonreír de esa manera.

—¿Cuál es tu problema con las sonrisas? Para ser honesto, hubo un tiempo en el que no lo hacía. Las razones para sonreír me eran muy escasas.

Los dos miraron sorprendidos al cielo cuando un copo de nieve cayo en la mano de Lise. La primera nevada. Lise extendió su mano tratando de atraparlo, el fantasma de una sonrisa pudo haber aparecido en su rostro, no podía asegurarlo. De pronto descubrió que estaba frente a una Lise distinta de la que había conocido hasta el momento.

—Antes de que todo cambiara, acostumbrábamos a ir de picnic todos los fines de semana. Mamá se esforzaba demasiado, se levantaba temprano y preparaba la comida favorita de papá. En ese entonces éramos felices. Es lo único que puedo decirte por ahora. No preguntes.

Sin nada que decir y lleno de dudas tomo su mano, inmediatamente fingió encontrar algo interesante que mirar en dirección contraria. Se sintió muy contento cuando ella no lo soltó.

—Adrián, ¿te gusto?

Se giró con rapidez y negó sin decir palabras.

—Entonces, si te besara, ¿me alejarías?

Adrián se atoro con su saliva. —Somos... amigos, ¿cierto?

—Me alegro de saberlo, porque no pienso besarte —se liberó de su agarre de un tirón.

Lise ignoro su sorpresa, toda su atención volvió al paisaje que poco a poco se cubría de blanco.

Adrián evito mirarla por miedo a que sus pensamientos se reflejasen, como decirle que ahora la idea no salía de su mente.

***

Madeline no podía apartar la vista de la ventana. La calle se encontraba vacía.

—Se le hizo tarde.

Renato la miro desde el comedor, preocupado por su niña.

—Se le debe de haber olvidado, ese muchacho anda con la cabeza en las nubes estos últimos días.

La comida ya estaba en la mesa desde hace media hora.

—Adrián nunca se olvidaría de nuestro almuerzo familiar.

—Siempre hay una primera vez. Comamos antes de que se enfrié más.                            

Si me amas no me hierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora