Capítulo 11

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Cerré mis ojos esperando la tan evitada despedida.

Tuve miedo de ver tus ojos, de ver que todo ese amor que me profesabas ya no estaba.

¿Cómo puedo volver a mirarte sabiendo que yo fui la causante?

Lise


Stefan se quedó sin palabras al ver la residencia de su amigo, por cortesía no dijo nada. No estaba acostumbrado a visitar lugares de ese tipo y por si fuera poco también estaba un poco nervioso. Todavía no podía creer que él niño al cual solía molestar solo por envidia ahora era su mejor amigo. Ambos se habían juzgado antes de conocerse y al final resulto que tenían cosas en común menos que las diferencias, pero eso hacia su amistad interesante. Con el paso del tiempo Adrián llego a ser como un hermano tanto para él como para cuando llego Elle.

La madre de Adrián venia llegando cargada de varias bolsas. Su amigo corrió a ayudarla y al percatarse de que Stefan seguía sin moverse le gritó.

—Qué esperas, ven a ayudar.

Stefan salió de su trance y se apresuró hacia la mujer.

—¡Adrián! Esa no es forma de tratar a tus amigos —le reprocho la mujer a su amigo que lejos de verse avergonzado sonreía.

Stefan la ayudo con unas bolsas y juntos subieron al pequeño departamento. Lo que nadie sabía era que él estaba muy feliz de ayudar. Esa iba a ser la primera vez que supiera lo que era una madre, Caro fue su madre durante el tiempo que la conoció.


Stefan se quedó mirando el líquido ámbar. Habían pasado seis años desde que perdió a su mamá. Ese día no solo fue devastador para Adrián sino para él también. Ella era la que lo escuchaba, le regañaba si hacia algo mal, le daba el cariño que en su casa era inexistente. Ahora podía escuchar a la mujer que decía ser su madre gritarle a una empleada, desde el piso de arriba, así fue durante toda su infancia. ¿Por qué cambiaría en algo en grande? Vacío el líquido en un solo trago sintiéndolo quemar su garganta.


Llevaba largo rato mirando sus rodillas raspadas y por más que lo intento no pudo contener las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas. La sangre ya se había secado dejando solo costras secas.

—¿Qué tienes cariño? —pregunto una dulce voz.

Stefan no levanto la mirada solo se concentró en los zapatos de señora a la vez que negaba con la cabeza.

—¿Te molesta si me siento a tu lado? —Stefan volvió a negar—. Es un lugar muy hermoso. Nos acabamos de mudar a aquella casa. Puedes venir a visitarnos cuando quieras, mi hijo tiene tu edad, se llama Adrián.

Él siguió llorando en silencio, esperaba a que su chofer viniera a buscarlo. La mujer a su lado lo miraba con tanta ternura que se sonrojo, muy molesto giro la cabeza violentamente hacia otro lado. Él era un hombre. Los hombres no se sonrojaban. Su madre estaría muy decepcionada. Al recordarlo el nudo en su garganta volvió, apretó sus manitas para no volver a llorar. Un cálido brazo se posó sobre sus hombros sobresaltándolo. La mujer lo abrazo y luego se arrodillo frente a él secando sus lágrimas.

—Sonríe. Es mejor que llorar. Sonríele a la vida, no te desanimes ante el más minino fracaso. Recuerda que en esta vida sobreviven los luchadores. Las personas capaces de sonreír incluso en los peores momentos.

Si me amas no me hierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora