Capítulo 31

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Me duele el pecho, es un dolor nuevo.

Te veo y me odio porque sé que es mi culpa.

Perdóname.

Lise


Las palabras se repetían en su cabeza como un disco rayado, era una tortura. Una vil mentira. Gina podía no ser la madre más ejemplar, pero no...

Voces. Varias voces a su alrededor lo llamaban. ¿Qué decían?

—Stefan.

Sintió el picor de las lágrimas. ¿Qué lo sostenía?

La imagen de Danielle se materializo frente a sus ojos. Su pequeña hermana lo miraba preocupada. ¿Cómo le diría...? Una mentira...

Su padre se la pasaba trabajando más que con ellos, sin embargo las veces que estaba... adoraba a su hija. Intentaron quitarle el papel que arrugaba entre sus manos. Stefan volvió con ese simple gesto. Su sonrisa se sintió falsa.

—Esta carta es para mí —no se atrevió a mirar a ninguna de las dos mujeres—, una ex novia molesta porque la deje. Es muy ilusa si cree que puede acusarme con papá.

Guardo la carta antes de que intentaran quitársela. No le importaba si no le creían, tenía que salir de ahí. Stefan subió a buscar sus llaves, al bajar tanto Danielle como Fiona seguían en el mismo lugar.

—Será mejor que le vaya a pedir una disculpa, no me comporte muy bien con ella.

El sonido del portazo despertó a ambas mujeres, vio la intención de su hermana de seguirlo. Sus manos temblaron al tratar de abrir la puerta del auto. El ruido de las llantas contra el asfalto acallo su corazón. La empresa. Gina pasa más tiempo en la empresa, le habían dicho. Durante el camino trato de relajarse, calmar la furia que sentía por dentro. No iba a dejarse llevar por sus emociones, tenía que pensar, enfrentar la situación con la cabeza fría.

No se atrevió a entrar, se estaciono de manera que pudiera ver quien entraba y salía. Al cabo de dos horas y medias vio a Gina. Parecía que no se dirigía a casa. La calle estaba concurrida y en casa estaban su hermana y los que trabajaban en ella, ninguna de las dos opciones era la mejor para enfrentarla. Sin pensarlo demasiado la siguió.

—¿A dónde vas madre?

Llegaron a un barrio de apartamentos, dieron varias vueltas hasta que se detuvieron. Dos niños jugaban a la pelota, sus gritos cada que metían un gol le recordaron años de su infancia. Gina se bajó y entro al edificio donde estaban jugando.

Stefan estaciono unas calles más abajo para que no lo descubriera. Los niños lo miraron con curiosidad, pudo distinguir el brillo travieso en uno de ellos. Lo veían como una presa fácil para sus travesuras, en otro momento les habría seguido el juego. El edifico contestaba de cuatro pisos, era pequeño comparado con los demás.

No supo a donde se había ido Gina. Escucho un portazo del segundo piso y guiado por el instinto subió las escaleras. En uno de los apartamentos se escuchaban gritos, pudo distinguir la voz de su madre.

—¿Cómo te atreviste! Solo tenías que esperar un par de meses y todo iba a estar solucionado.

—Me canse de esperar, de observarla de lejos. ¡Es mi hija!

La respuesta que tenía se respondió sola. Stefan tomo aire varias veces, tenía que terminar de escuchar.

—¿Te has puesto a pensar que pasa si Danielle le cuenta a Albert que la fuiste a ver? ¿Cómo crees que voy a explicarle a mi marido tu presencia?

Si me amas no me hierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora