A la mañana siguiente desperté demasiado temprano, todavía ni amanecía cuando yo estaba de pie. Hice mi café matutino, algo que heredé de mi madre. Y me fui con rumbo al laboratorio. No sabía ni donde se encontraba, así que tomé un uber, y treinta minutos después estaba parada en la entrada de ese lugar.
Mostré mi gafete de la compañía en México, preguntaron algunas cosas y dijeron que me estaban esperando. Ahí el guardia me dejó pasar y en la puerta alguien más me recibió.
—Es un placer al fin conocerla, Doctora Moreno Ibáñez—me ofreció su mano para que la estrechara —Soy Abigail, seré su asistente—la chica parecía demasiado joven, seguramente era una pasante.
—Mucho gusto—La estreché.
Caminamos por un largo pasillo, blanco, muy bien iluminado, en el que solamente había cámaras de seguridad perfectamente localizadas.
—Todos los días va a pasar por aquí, esta es la entrada y salida del lugar—Asentí—. No es muy grande como el de México, pero créame que los equipos si son de primer nivel, para que se sienta cómoda con ellos. El comedor está subiendo aquellas escaleras—señaló hacia nuestro lado derecho—al igual que las oficinas, los laboratorios están en esta zona— Caminamos un poco más y me mostró donde se encontraban eran cuatro y todos estaba cerrados por paredes de cristal y vi que tenían una buena ventilación, pero sin ventanas, para que no entraran agentes externos—La cámara de descontaminación se abre cada vez que alguien va a entrar o salir, todos los que vayan a entrar o salir, tienen que pasar por ella.
—Me parece perfecto.
— ¿Le muestro su oficina? —preguntó
— ¿Tengo oficina? —no pude ocultar mi sorpresa.
Ella rió por lo bajo
—Sí, ¿en México no la tenía?
—La verdad es que no.
—Bueno, creo que mudarse debió de tener sus ventajas. No es muy grande, pero creo que será de su agrado. Tiene vista hacia los laboratorios. Después de todo, será la que esté a cargo de ello.
—No sé qué fue lo que te dijeron, pero yo solo vengo por seis meses para asegurarme de que la patente que hice en México se repliqué con exactitud aquí en este laboratorio y funcione de la misma manera.
—Por eso, Doctora. Será la que esté a cargo de este proyecto. Verá, le explico. Por lo regular, el laboratorio trabaja mediante proyectos. Se les asignan unos cuantos becados, dos empleados y uno de los cuatro laboratorios. En este momento en dos de los laboratorios se están haciendo cargo de un producto que será usado en cosméticos.
Asentí nuevamente.
Subimos las escaleras y nos dirigimos a la oficina. Era algo pequeña, pero tenía lo indispensable, un escritorio, una computadora y un librero vacío. Ahí había una ventana desde la cual se veían los laboratorios.
—El que mejor se ve desde aquí. Es el laboratorio en el que trabajaremos.
— ¡Es el más grande! —exclamé ante la notoria diferencia.
—Le asignaron el más grande, porque esperan mucho de esta patente. Venga, le presentaré al que será su equipo.
Bajamos nuevamente y nos dirigimos al laboratorio, pasamos por la cámara de descontaminación. Tomé una bata, que tenía una pequeña placa con mi nombre. Entramos, ahí había otra chica y un joven, para mí, todos se veía de la misma edad, estaban comenzando sus veinte, seguramente todos eran pasantes de la compañía.
— ¿Todos son pasantes? —le pregunté en voz baja a Abigail, ella asintió.
—Espero que no le moleste. Las otras dos personas del equipo que estaban programadas para trabajar con usted fueron ocupadas para el otro proyecto.
—Con ellos son suficientes. Tardaremos más, porque seguramente no tienen experiencia, pero eso no es problema.
Solté una respiración sostenida
—Bienvenidos a mi equipo de investigación. Le digo de esa manera, porque para todos será una investigación. Replicaremos la patente que fabriqué en México. Será una gran oportunidad para ustedes, mientras sus compañeros están trabajando en el cosmético que seguramente será una gran venta y ayuda para nosotros, nuestra patente salvará vidas—ellos sonrieron—Sé que todos son pasantes y no tienen mucha experiencia en esto, yo también fui igual que ustedes. Pero con mi experiencia, lograremos sacar este proyecto adelante. Bien, después de este discurso inspirador. Es tiempo de que nos pongamos a trabajar, que esa patente no se replicará sola.
— ¿Cómo es que logró crear esa vacuna? —preguntó Abigail
—Fue un largo proceso de años, de ensayo y error y mucha investigación previa. Lo logré gracias a mi obsesión con los genomas humanos, pero eso es otra historia que, quizás, algún día te cuente. Por lo pronto, hay que enfocarnos en hacerla aquí también.
— ¿Cuál es su mayor sueño? —estaba frente a mí y me miraba fijamente esperando su respuesta.
La miré desaprobándola. Lo que quería era ponerme a trabajar.
— ¿De verdad me estás preguntando eso? —arqueé una ceja.
Asintió
— ¿Y no me dejarás en paz hasta que te diga, verdad?
Volvió asentir.
—Está bien. Me gustaría algún día ganar un nobel en mi rama.
— ¿Y cuál es tu sueño? —le pregunté, porque sabía que esperaba que le devolviera la pregunta.
—Ya lo estoy cumpliendo. Uno de mis mayores sueños era trabajar en un proyecto que ayude al mundo. Y bueno. Ya lo estoy haciendo. Porque sé que esta vacuna ayudará a muchas personas.
—Así es—sonreí
La verdad era, que la vacuna, por ser patente ayudaría a las personas que pudieran pagarla, pero no podía quitarle esa ilusión a Abigail. Porque al igual que ella, yo también fui esa chica dulce e ingenua que quería cambiar el mundo. Seré sincera, no puedes cambiarlo por completo, pero si puedes hacer pequeñas acciones que quizás tengan algún efecto para bien en él.
Este capítulo es corto, pero es para que conozcan un poco del trabajo de Valentina, nuestra protagonista.
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Nuestras mañanas de marzo
RomansUn nuevo comienzo. Una nueva ciudad. Un día de lluvia y... ¡un maldito se robó mi taxi! Recién llegada a Cartagena, una serie de eventos llevan a Valentina a pedirle un favor a su enigmático vecino, quién no tarda en aceptar, pero con algunas condi...