| Capítulo 29 |

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No supe cómo me convenció. En realidad, sí. Usó de excusa, el favor número dos que le debía. Me pidió, de favor, que fuera a recursos humanos y denunciara a Rafael Guzmán, por acoso hacia mi persona. La insistencia de invitarme a salir, se consideraba acoso, porque yo siempre me negaba y él seguía insistiendo. Además recordaba una de mis últimas conversaciones con él, en las que había insinuado que podía ayudarme a quedarme en la compañía, a cambio de algo.

Ahí me encontraba yo, saliendo de la oficina de recursos humanos y dirigiéndome a mi laboratorio. Además de eso, hablé sobre mi ausencia de la próxima semana. Me dijeron que crearían un expediente y que le notificarían en la semana para que se reportara a la oficina y platicarían con él. Esperaba ya no estar en la ciudad cuando eso sucediera, pero sabía que tarde o temprano tendría que afrontarlo.

Cuando llegué a mi laboratorio, mi equipo ya estaba presente. Trabajaban en sus respectivas actividades del día.

—Pensamos que no vendría, Doctora—comentó Marlene al verme—. Pero luego, Gustavo dijo que la vio en la mañana.

—Sí—respondí—Fui a recursos humanos a notificar que no vendré el día 31 y 1 a trabajar.

— ¿Está todo bien? —preguntó Gustavo.

—Sí, saldré por un asunto familiar es todo, pero no se preocupen dejaré una lista de actividades que tendrán que hacer y estaré en contacto con ustedes por cualquier cosa. Estoy a una llamada de distancia, no se preocupen.

Ellos asintieron y ya no preguntaron nada más.

A la hora de la salida, Liam estaba esperándome. Al verme caminó hacia mí y lo primero que hizo fue abrazarme. Lo más fuertemente posible. Nunca lo había hecho de esa manera. Fue restaurador. Como si todas mis partes rotas fueran reparadas, cada fibra de mi ser lo sintió. Me miró y sonrió, yo hice lo mismo y lo volví a abrazar.

—Todo estará bien— Besó mi frente— .Esto es lo correcto, Valentina.

Solté una respiración sostenida.

—Lo sé, pero no deja de afectarme.

—Pero todo es por un bien mayor. No se preocupe.

Nos soltamos. Caminábamos con rumbo a su coche cuando nos encontramos con Rafael.

— ¡AY! ¡Qué tiernos se ven los tortolos! —expresó en voz alta, el tono con el que lo dijo fue a manera de ofensa. Caminó hasta donde estábamos nosotros, que era a escasos cinco pasos de el automóvil del piloto engreído.

—Claro que sí. Todos nos dicen que hacemos una pareja excepcional. Valentina merece a un hombre que la ame y sobre todo respete por lo que es y piensa—respondió Liam. Lo retó con la mirada.

—Creo que hay mejores hombres.

—Tal vez los encuentre, pero no creo que ninguno de ellos sea usted.

Sentí el miedo correr por las venas. No sabía cómo reaccionaría Rafael ante el comentario de él. Lo observó con detenimiento y no dijo nada.

—Y usted tampoco—se refirió a mi vecino.

Bufó.

—Soy mucho mejor persona que usted. Tal vez no la merezca, pero...—interrumpí.

—Basta— Los detuve—Creo que tuve suficiente de su conversación para ver quién la tiene más grande. Y se sale de contexto. Por favor, Doctor Guzmán, haga favor de retirarse, que mi novio y yo queremos irnos y nos va a estorbar para arrancar el coche.

Se acercó a mí, me extendió la mano para que la estrechara, por cortesía eso hice. Se acercó más, para darme un beso en la mejilla y aprovechó para susurrarme a mí oído algo que hizo que los vellos de todo mi cuerpo se erizaran.

Nuestras mañanas de marzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora