| Capítulo 7 |

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Pasaron un par de días y el paquete de mi madre llegó. Lo encontré en la puerta de mi departamento. Lo tomé y lo abrí sentada en el suelo, entre la sala de estar y el comedor. Era enorme, nunca pensé que ella mandaría algo tan grande, pero era precioso. No sabía de dónde sacó tanta inspiración. Era un atardecer con toda una gama de colores cálidos en él. Y en la parte inferior, como a contraluz, pequeñas siluetas de personas y vegetación.

Lo tomé y salí del departamento para dárselo a Don Joaquín. Toqué a su puerta, esperé, pero no abrió. Por el rabillo del ojo, vi como Liam, salió del elevador.

—No está—respondió él.

— ¿Cómo sabes? —pregunté. Dejé el cuadro recargado en la puerta de su departamento, ya que pesaba un poco.

—Soy su nieto—eso lo sabía—Por si los vecinos no se lo dijeron.

— ¿Eso qué tiene de relevante? —pregunté a la defensiva.

—Como único familiar de sangre en Cartagena, me toca acompañarlo a ciertos lugares, lo dejé en una cita

— ¿Cita romántica ó medica?

—Romántica—arqueó una ceja— ¿Mi abuelo no puede tener una cita?

—Bueno, me sorprendió saber que tiene una.

—Ese hombre es todo un Casanova—rió—Pero qué es lo que trae ahí, vecina—miró el enorme cuadro.

—Le traía un obsequio a Don Joaquín.

—Mira, quién es la Casanova, creo que ya se la han adelantado y le han ganado el corazoncito de mi abuelo.

Rodeé los ojos.

—Tu abuelo ha sido muy amable conmigo, así que de decido devolverle el favor.

Se agachó y acercó a ver el cuadro con detenimiento. Con su dedo índice siguió los trazos y admiró cada detalle.

—Es muy bueno, ¿usted lo dibujó?

Negué con la cabeza.

—Ya sabía yo, que no puede ser tan buena en todo.

¿A qué se refería con eso?

—Mi madre es artista plástica y le pedí que me mandará una de sus obras para agradecerle.

Se levantó y me miró con detenimiento.

— ¿Crees que pueda hacer uno mío? —arqueó una ceja.

—Yo creo que sí. Tendrías que ponerte en contacto con ella.

—Pero quiero un desnudo— sonrió de manera pícara.

Puse lo ojos en blanco, me di media vuelta y me metí a mi departamento.

—No se ponga así—me siguió y pasó sin ser invitado.

—No sé si esas técnicas te funcionen para conquistar chicas, pero conmigo no funcionan. En cambio solo hacen que me caiga mal la persona y contigo no ayudan—dejé el cuadro recargado en uno de los sillones de la sala de estar.

—Espera, le caigo mal.

—Algo.

— ¿Pero qué le he hecho?

—Déjame pensarlo un poco—toqué mi barbilla simulando que pensaba, cuando en realidad tenía muy presentes las razones—Me robaste el taxi y me bañaste con agua sucia en la calle con tu coche y ni siquiera te disculpaste.

Se quedó pensando, y por un momento, creí que me pediría una disculpa o algo, pero no.

—Espere, Doctora bacterias—odiaba que me dijera así, era como si se pasara mi posgrado por el arco del triunfo — ¿Cree que estoy coqueteando con usted? Porque está muy equivocada. Cariño, no es mi tipo.

—Tienes razón, soy muy lista para ti—estuvo a punto de debatir, cuando yo lo interrumpí—Por favor sal de mi departamento, que en ningún momento te invité a pasar.

Abrió los brazos en señal de paz y salió. Sonreí y le cerré la puerta en la cara. Detrás de la puerta escuché como maldijo y se fue diciendo obscenidad y media hasta su departamento en un idioma que no pude entender.

Tomé mi teléfono celular y le mandé un mensaje a mi madre.

"Tu paquete ha llegado con éxito. Gracias es muy bonito"

De inmediato tuve su respuesta, una video llamada. Así que respondí.

—Hola mamá—dije sin ánimos.

— ¿Qué te pasa? ¿Por qué respondes de esa manera? ¿Todo bien en el laboratorio?

En realidad no, seguía retrasada con el proyecto y mis pasantes no eran de gran ayuda.

—Tuve un mal día, y no terminó muy bien, acabo de ver a mi vecino odioso

— ¿El piloto?

Asentí

— ¿Ya lo conociste? ¿Es guapo?

— ¡Por dios, Mónica! —Suspiré—En realidad ya lo conocía. Cuando llegué a Cartagena, no tuve el inicio que esperaba, un idiota me robó el taxi y hace días el mismo idiota me bañó con agua sucia en la calle con su coche. Ya adivinarás quién es esa persona.

—Tu vecino—respondió segura de sí—Pero no me has respondido si es guapo.

—Eso no es relevante. Lo que sí es de importancia es su comportamiento.

—Por una vez, me gustaría que tuvieras esa confianza de hablar conmigo de chicos, que me dijeras si te gusta alguno. Ó si te gustan las chicas o lo que te guste. En tus treinta años no has sido más que estudiar y trabajar. Estoy muy orgullosa de eso, pero alguna vez no quisiste ser rebelde, salir sin permiso, llegar tarde de madrugada a casa después de alguna fiesta, salir a pasear en coche con tu novio ó ir de compras con tus amigas.

Reí a carcajadas. Solamente ella, quería que su hija hubiera presentado actitudes, que los demás padres no quieren en sus hijos.

—Da gracias de que no fui como las demás, pero no pediré disculpas por ser como soy. Te amo mamá, pero me lastimas cada vez que me comparas con los estándares—Ella se quedó callada. —Ya te voy a colgar, acabo de llegar y me daré una ducha para quitarme este quirúrgico. Cuídate y me saludas a Adrián—le colgué. Sin dejar que ella se despidiera.

Amaba a mi madre, pero cada vez que me decía esas cosas, me quitaba años de estabilidad emocional.

Tenía planeado esperar a Don Joaquín, pero no quería estar como vecina intensa viendo a cada rato por el ojillo de la entrada, además estaba muy cansada de mi largo día en el laboratorio, así que mejor se lo entregaría otro día.


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Nuestras mañanas de marzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora