| Capítulo 35 |

371 29 20
                                    


Después de pasar todo el día con mis padres y tomarme mi foto en el puente de Brooklyn, nos despedimos de ellos y nos fuimos con rumbo al hotel. De camino llegamos a una cafetería compramos unos cafés y unos biscochos para cenar. El lugar se me hizo muy acogedor, así que nos sentamos en una de sus mesas, lejos de la ventana. Corría un viento gélido, algo raro para finales de marzo e inicios de la primavera, pensé que encontraría un clima, más agradable, pero fue todo lo contrario. Comenzaba a extrañar el cálido clima de Cartagena.

— ¡Qué frío está afuera! Pensé que el clima sería un poco más amable con nosotros.

—Así es el clima aquí, muy impredecible.

<<Al igual que nosotros>> pensé.

Nunca pensé que pasaría algo entre nosotros, no hasta la conversación que tuve con mi madre. Haciendo una recapitulación de los hechos, creo que todo estuvo muy claro desde el principio.

—Bien—me aclaré la garganta—Creo que hay que hablar sobre lo que pasó.

— ¡Qué directa!

—Directo al grano—reí—es una expresión que solía decir mucho en México. Para cualquier cosa que implicará aclarar una situación.

Él sonrió.

—Me gusta que se sienta cómoda en ese aspecto.

— ¿Por qué lo hiciste?

— ¿Se refiere al beso?

Asentí.

—Sólo seguí mi impulso—hizo una pausa, supuse que para aclarar sus ideas —La vi de pie frente a mí, como otras veces, pero algo cambió y al verla comprendí que a partir de ese momento no sería como antes. Esa noche de preocupación, me sirvió para comprender que siento algo por usted. Me gusta, doctora bacterias.

La verdad, en el fondo esperaba una confesión. Lo que no sabía era cómo reaccionaría ante tal confesión. Esto cambiaba absolutamente todo. Tenía muy claros mis planes, estaría solo un tiempo en Cartagena y enamorarme de Liam no entraba en esos planes, porque yo tarde o temprano tendría que regresarme a México, pero no podía negar que yo también había comenzado a sentir algo por él. Me gustaba el piloto engreído. Me gustaba pasar tiempo con él. Me gustaba platicar con él por mensaje y en persona. Que me abrazará fuertemente. Sus besos en la frente. Que se preocupara por mí. Me gustaba el hecho de sentirme protegida y que alguien estuviera interesado en preguntar cómo había sido mi día ó lo que estuve haciendo, aunque no entendiera por completo sobre lo que hablaba.

—Pero ahora que recuerdo, pudo haberme alejado ó haberme dado una cachetada cuando la besé, en cambio, me volvió a besar. ¿Por qué lo hizo, doctora bacterias?

—Sigo pensando en eso. Aún intento comprender cómo fue que te besé de nuevo, si ni siquiera me agradas—reí para quitar el peso en el ambiente. Pero nuestra conversación era tan seria, que se sintió fuera de lugar.

—Le diré lo que pienso—permaneció serio—Y es que usted también siente lo mismo. Sólo que no quiere decirlo. ¿Por qué tiene tanto miedo?

Me encogí de hombros.

—No lo sé. Nunca se lo he dicho a alguien. Nunca se quedan lo suficiente para escucharme decirlo. Siempre se van y al final termino peor.

—Créame, Valentina. Hay muchas cosas que quiero hacerle, pero hacerla llorar, no es una de ellas—se acercó y tomó mi mejilla con su mano. Su mano fría con mi mejilla caliente, fue una combinación perfecta que me hizo sentir como dos opuestos se atraen, que fue exactamente lo que nos pasó.

Nuestras mañanas de marzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora