| Capítulo 34 |

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Liam

La noche entera fue un suplicio para mí. Maldije con todas mis fuerzas la hora en la que a Valentina se le ocurrió decir que fuera a platicar con la chica detrás de nosotros. Me acerqué a ella y le dije que mi novia me había apostado que no sería capaz de hablar con alguien en ingles, mentí, sí, pero no quería hacerle ilusiones. Ella no dejaba de ver a Valentina. "Es una chica con suerte" me dijo. Pero el que tenía suerte era yo. Ella era un rayo de esperanza, jamás pensé que se convertiría en alguien tan importante.

Ni siquiera me di cuenta cuando ella se fue, hasta que la chica, de nombre Sherley, mencionó que ella no estaba. Pensamos que había ido al baño, pero al no regresar me comencé a preocupar, le mandé mensajes, pero no respondió. Me despedí de ella y la busqué por el bar, le pregunté al cantinero por ella y me dijo que había salido hacia unos veinte minutos.

Fui al buscarla en su cuarto de hotel, pero no obtuve respuesta, le seguí mandando mensajes, pero fueron en vano, la respuesta fue nula. Pensé que tal vez no había llegado.

Toqué una vez más la puerta.

—Valentina, por favor abra la puerta—sin respuesta.

Me senté en el suelo, recargado en su puerta. Tenía la cabeza pegada a las rodillas. Estuve a punto de quedarme dormido, ahí en su puerta. Hasta que una mujer del servicio pasó por el pasillo, venía de una habitación, supuse que llevó algunas cosas. Me miró con desaprobación, seguramente pensó que estaba ebrio.

—Lo siento, pero no puede estar aquí—me habló en español—tiene que irse a su habitación. Por favor váyase o llamo a seguridad.

Estuve a punto de decirle que no hablaba español, pero lo que hice fue levantarme e irme a mi habitación.

Ahí me di una larga ducha. Maldije una vez más las razones de Valentina al mandarme con Sherley. Estaba muy bien platicando con ella. Me gustaba hacerlo. Últimamente nuestras pláticas eran más profundas y eso me gustaba, porque era un lado que no conocía de ella y me gustaba que se abriera ante mí, porque eso me decía que confiaba.

Al salir del baño encendí la televisión para tener algo de ruido. No quería quedarme dormido, por si ella llegaba responder algunos de mis mensajes o llamar por teléfono. Quería estar ahí, probablemente estuviera perdida, pero conocía a la Doctora bacterias, así que ella tenía que estar segura en su habitación, pero no quería abrirme. ¿Por qué? ¿Se había enojado por algo que, en primer lugar, ella quiso que hiciera?

Ahí estaba yo, en mi habitación sentado con un hueco en el corazón pensando en todas las posibilidades que había, pero ¿por qué? ¿Por qué sentía eso? ¿Estaba comenzando a sentir algo por la Doctora bacterias? Cuando menos pensé me quedé dormido sentado mirando mi celular. Tenía abierta su conversación, cuando abrí los ojos vi que tenía un mensaje de ella en respuesta a todos los que le había mandado. En cuanto lo vi, me levanté, salí de mi habitación y caminé hasta su habitación. Toqué con todas mis fuerzas. Ella abrió algo confundida, con el cabello mojado, acaba de bañarse, tenía unas ligeras ojeras debajo de sus ojos, y los tenía un poco hinchados como si hubiera llorado. Lucía confundida al verme. Respiré profundo. La miré fijamente, como si la viera por primera vez, entonces lo comprendí. Me gustaba la doctora bacterias. Me acerqué hacia ella y la besé. Como si la vida se me fuera en ello, como si no hubiera mañana. Ella me alejó un poco, pero yo quería seguir probando esos tibios labios. Me miró nuevamente, como analizando lo que acababa de pasar, me tomó de la playera para acercarme hacia ella y me volvió a besar, con mayor intensidad de lo que yo lo hice, pasó sus manos por detrás de mi cuello, yo posé mis manos detrás, en su espalda baja, pasándolas por debajo de su ropa, quería sentir algo de su cálida piel, para saber que eso que estaba pasando no era un sueño, si no la realidad. Y lo era, maldita sea. Era real, y estaba agradecido de que lo fuera.

Nuestras mañanas de marzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora