Liam había quedado en venir a la Ciudad de México para visitarme por mi cumpleaños. La última vez que lo vi en persona fue a finales de Junio, cuando tuvo un vuelo, pero solo fueron dos días. No había tenido vuelos para México. Hablábamos todos los días por video llamadas, pero no era lo mismo. Pasamos de vernos casi todos los días a hablar por teléfono todos los días, pero ambos sabíamos que la relación sería de esa manera. Las relaciones a distancia eran duras, pero poníamos todo de nosotros para que funcionara.Mi cumpleaños era un jueves. Liam llegaba ese día en la mañana y se iba el domingo, venía solo el fin de semana, pero eso era mejor que pasarlo sola. Regresar a ciudad de México fue un gran cambio, porque en Cartagena había encontrado una familia, una por elección, pero en México estaba sola. No tenía a nadie. Mi madre vivía en Nueva York, mis abuelos en la costa, estaba sola en la ciudad, lo único que tenía era mi trabajo, uno que amaba con locura, porque hacía lo que desde niña soñé, además la patente estaba en su etapa final, aprobada y era cuestión de meses para que saliera al mercado. Algo que yo creé salvaría vidas.
Como el proyecto estaba prácticamente terminado, pedí unos cuantos días de vacaciones, así que pasaría todo el fin de semana a lado de Liam. Desperté temprano, vi un mensaje de él:
"El vuelo sale en unos cuantos minutos, estoy a unas horas de verla. Doctora Bacterias, no tiene idea de lo mucho que la he extrañado".
Yo también lo había extrañado con locura. Quién diría que aquel chico arrogante que me robó el taxi, también me robaría el corazón.
Me puse un vestido bastante sencillo, era verano y hacía un calor insoportable en la ciudad, nada comparado al que viví en Cartagena, pero ya me había aclimatado a México de nuevo. Unos zapatos lo bastante cómodos, porque seguramente caminaríamos bastante y un maquillaje de lo más sencillo, porque así era yo.
Tomé mi cartel que decía: Bienvenido piloto engreído, mi bolso con las llaves del departamento, del coche y emprendí camino al aeropuerto.
Estuve a tiempo en la puerta de las llegadas internacionales. Me fijé en la pantalla para ver si su vuelo ya había llegado y en efecto, había aterrizado, así que era cuestión de minutos para que lo viera otra vez. Mi corazón latía fuertemente. Estaba ansiosa. Cuando de lejos lo vi, saqué mi cartel y lo alcé para que él lo viera. Sonrió al verme y corrió. Se acercó a mí y me cargó. Lo abracé fuertemente. Me dejó en el suelo y lo besé. No me importó que hubiera personas en el lugar y debió de ser una completa ironía de la vida, porque él y yo nos conocimos gracias a un espectáculo igual, una pareja besándose.
—No tiene idea de lo mucho que he deseado este momento—colocó su frente sobre la mía.
—Yo también. Te he extrañado demasiado, más de lo que me gustaría admitir.
Él sonrió de manera pícara.
—La doctora bacterias dijo que me extraña—expresó demasiado alto para mi gusto.
—Creo que la señora de la entrada no te escuchó—fruncí el ceño.
Tomó mi mano y me sacó de entre la multitud. Me llevaba casi corriendo.
— ¿Qué es lo que haremos? —preguntó—¿Tiene algo planeado? —Negué con la cabeza— ¿Qué es lo que quiere hacer?
—Tú eres el invitado, tu elige
—Pero la cumpleañera es usted, así que elija
Puse los ojos en blanco.
—Así no saldremos del aeropuerto.
Caminamos tomados de la mano hasta el coche. Después de hablarlo, decidimos ir a desayunar, ya que él había salido demasiado temprano y no tenía nada en el estómago más que un café y un pan.
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Nuestras mañanas de marzo
RomanceUn nuevo comienzo. Una nueva ciudad. Un día de lluvia y... ¡un maldito se robó mi taxi! Recién llegada a Cartagena, una serie de eventos llevan a Valentina a pedirle un favor a su enigmático vecino, quién no tarda en aceptar, pero con algunas condi...