Estaba en el balcón en una video llamada con mi madre. Me contaba sobre su vida en Manhattan y que su agente estaba terminando de concretar una exposición en una galería. A los coleccionistas de la zona les encantaba comprar cuadros de artistas extranjeros, porque de alguna manera los creían exóticos.
—Me encantaría que estuvieras aquí para la inauguración. Tus abuelos vendrán. Estrenaran su recién aprobada visa—rió.
Tenía tiempo diciéndoles que hicieran un viaje solo ellos dos, se lo merecían. Nunca habían salido del país y ella todo el tiempo los incitaba a que conocieran la cultura de otros países, pero ellos siempre se negaban, por diferentes motivos. Pero esa vez, tenían la oportunidad perfecta para hacerlo.
—Haré todo lo posible por ir, pero recuerda que tienes que decirme con tiempo para poder arreglar todo aquí en el trabajo.
— ¿Cómo te ha ido en el trabajo y en general? ¿Está todo bien?
No respondí, sólo asentí. Quería contarle todo acerca Rafael Guzmán, pero no quería preocuparla. Siempre era así. Siempre guardaba mis deseos y pensamientos, así había sido desde pequeña.
— ¡VECINA! —escuché la voz de Liam a lo lejos y por el rabillo del ojo vi como se acercó hasta estar parado en el barandal que dividía nuestros balcones—. Quería...—hizo una pausa al ver que estaba hablando— ¿Está ocupada? — preguntó.
—Estoy hablando con mi madre. ¿Se te ofrece algo?
— ¿Es mi nueva artista plástica favorita, Mónica Medina? —sobreactuó.
Puse los ojos en blanco y solté una pequeña carcajada sarcástica.
— ¿Quién es? —preguntó mi madre.
—Es mi engreído vecino, el piloto.
— ¿Engreído? ¿Yo? Jamás, si soy un amor de persona— sonrió.
—Sí, claro— bufé.
— ¿Puedo hablar con su madre? —me preguntó—Es sobre negocios.
Vi la pantalla y mi madre aceptó, no por eso, sino, porque tenía curiosidad de conocerlo.
—Pero tendrás que venir aquí, ni loca te paso mi computadora.
—Está bien— brincó la reja que nos separaba, había una ligera distancia entre ambas. Suprimí un grito al ver lo que estaba haciendo. Dejé la computadora en la mesa y me levanté de inmediato. Lo ayudé a terminar de pasar, aunque no necesitó de mi ayuda.
— ¿Estás loco? No vuelvas a hacer eso.
—Es casi nada la distancia. Vio que pasé sin ningún problema—acercó la otra silla y se sentó a un lado de mi. Mantuve la computadora en la mesa, para que pudiera vernos a los dos al mismo tiempo.
—Es un placer conocerla. Mi nombre es Liam Vital, soy vecino de Valentina—. Mi madre sonrió al verlo, Liam llevaba ropa deportiva y sudaba, supuse que venía del gimnasio—Quisiera saber si me haría un cuadro. Quiero uno para mi departamento. Vi el que le regaló a mi abuelo y estaría dispuesto a comprar uno para mí.
Estaba esperando a que le dijera como quería su cuadro. Un desnudo, de él. Suprimí lo mejor que pude una carcajada, pero ella lo notó.
— ¿Sobre qué quieres el cuadro? Justo le decía a mi hija, que mi agente está terminando de cerrar un trato para tener una exposición en una galería aquí en Manhathan, si te esperas y si quieres, puedes venir a escoger un cuadro tu mismo.
Él sonrió.
—Pero él lo quiere con unas características muy específicas—comenté a mi madre.
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Nuestras mañanas de marzo
RomanceUn nuevo comienzo. Una nueva ciudad. Un día de lluvia y... ¡un maldito se robó mi taxi! Recién llegada a Cartagena, una serie de eventos llevan a Valentina a pedirle un favor a su enigmático vecino, quién no tarda en aceptar, pero con algunas condi...