| Capítulo 32 |

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—Apúrese Doctora Bacterias, estamos justos con el tiempo, para no llegar tarde a la exposición de su madre—Liam estaba parado en la entrada de mi habitación.

— ¡Qué enfadoso eres, Piloto engreído! Ya estoy lista—tomé mi bolsa de mano del escritorio que había en la habitación, cerré la puerta y nos fuimos juntos a la dirección que le había pedido a Adrián, mientras me arreglaba para el evento.

Salimos del hotel, tomamos un taxi, lo cual fue de lo más complicado. Jamás en toda mi había batallado para tomar uno y fue lo más conveniente, porque tampoco pudimos conseguir un uber. La otra alternativa era irnos caminando, no estaba lejos, como a unos veinte minutos desde donde estábamos, pero no avanzaría ni dos cuadras con las botas que llevaba puestas, eran de tacón, de uno muy bajo, pero de tacón al fin de cuentas y para alguien que estaba acostumbrada a usar tenis en la mayoría del tiempo, eran una pequeña tortura. No habían pasado ni diez minutos con ellas puestas y ya pensaba que era mala idea habérmelas puestos.

Cuando al fin llegamos, ya estaban todos en la galería. Mi madre, Adrián, su familia, mis abuelos, la agente de mi madre, la dueña de la galería y unos cuantos posibles compradores, críticos de arte y un par de reporteros.

Busqué a mi mamá entre la multitud, hasta que la encontré posando a un lado de una de sus pinturas. Me acerqué y cuando lo hice el fotógrafo se fue.

—Valentina. Al fin llegas—me abrazó por unos leves segundos — ¿se perdieron?

—No, pero fue difícil conseguir transporte.

Ella sonrió.

—Esta ciudad es un caos.

—Supongo que no extrañas la ciudad de México en ese aspecto.

Ella rió.

—Extraño muchas cosas de México, pero el caos no es algo que extrañe. Pero sabes, siento que al fin tomé la decisión correcta. Aunque me haya tomado 30 años darme cuenta—Noté cierto brillo en sus ojos—Y no quiero que eso te pase a ti. Toma las decisiones que creas correctas, aunque después sientas que no lo fue, créeme que lo será—la abracé, pero fui yo quien tomó la iniciativa — ¿Por qué fue ese abrazo? —preguntó.

— ¿No puedo abrazar a mi madre?

—Sí, puedes, pero no eres de demostrar afecto.

—Hay muchas cosas que han cambiado e intentaré no ser tan fría con las personas que realmente me importan.

Con todo lo que estaba pasando en mi vida, necesitaba más que nunca el apoyo de ella, pero no podía decirle nada, no quería preocuparla. Si para algo era buena, era para ocultar lo que sentía o como me sentía.

—Desde que llegaste, noté algo raro en ti, siento que no eres la misma. ¿Está todo bien? ¿Pasa algo en la farmacéutica que no me has contado? Ó ¿pasa algo con Liam?

Sonreí.

—Está todo bien, no te preocupes. Disfruta de tu día.

—Por cierto, ¿Dónde está ese piloto que no ha venido a saludar a su suegra?

La miré con los ojos bien abiertos.

—No digas eso en voz alta.

—Por dios, Valentina, ¿de verdad no te has dado cuenta?

— ¿Sobre qué?

—Es verdad, no te has dado cuenta—me miró curiosa—Eres muy lista en ciencia, pero una novata en cuestiones del amor. Siempre te faltó ese algo para darte cuenta sobre los sentimientos amorosos de las personas.

Nuestras mañanas de marzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora