|Capítulo 44 |

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Hice lo mejor que pude con la decoración. Los vecinos llegaban esporádicamente con los platillos, los dejaban en la mesa y se iban, diciendo que regresarían justo a la hora que los había citado.

Le dije a mi madre que llevara a Don Joaquín al brunch en lo que Liam y yo buscábamos su pastel, no era del todo mentira, ya que Liam si había ido por el pastel y no tardaba en llegar con él. Le dije a mi madre que cuando estuvieran entrando en el edificio me mandaran un mensaje para encender la vela del pastel, también le dije que nos viera en el piso del jardín.

Escuché como la puerta del ascensor se abrió. Pensé que sería alguno de los vecinos que faltaba por llegar, pero no. Era Liam con el pastel. Era un poco grande, de betún blanco y decía felicidades Joaquín. Algo sencillo, como suelen ser los pasteles caseros.

—Llegó el pastel—dijo acercándose a la mesa. Terminaba de poner el letrero que decía feliz cumpleaños en la pared—Se ve bien—se acercó a darme un tierno beso en los labios.

—Gracias, porque hice lo mejor que pude. Tengo cero imaginación y creatividad para estas cosas—sonreí.

—Tranquila, le gustará sabiendo que lo hizo usted. .

—Te pasas, ni que fuera su persona favorita.

—Lo es, no sé que le hizo a mi abuelo, a veces pienso que le agrada más usted que yo.

Reí.

—Sí, claro.

—Supongo que, al igual que su madre, debe de suponer que somos algo.

Y suponía bien, porque Don Joaquín, también tenía sus sospechas al igual que todos. En ese momento comprendí que lo mejor era decir que teníamos una relación, al fin y al cabo todos lo suponían.

Dejé todo en orden y subimos a nuestro piso.

Me di una última mirada en el espejo, antes de salir de la habitación, Liam estaba en la cocina bebiendo un vaso con agua. Al mirarme, silbó, rió y luego sonrió.

—Soy tan afortunado en tener una novia, que además de bonita, es tan lista.

Solté una carcajada.

—Sí, que eres un hombre afortunado—me acerqué a él y lo besé. Él me tomó de la cintura, pasó un mechón detrás de mi cabello—Se ve hermosa, Valentina, y no me cansaré de decírselo.

—Eso dices ahorita, porque llevo puesto maquillaje.

—Y me lo pareció cuando desperté a un lado de usted, sin una gota de maquillaje.

Sonreí.

—Será mejor que nos vayamos.

—Estoy completamente de acuerdo. Si me quedo un segundo más en esta posición estoy seguro que nos perderíamos de la fiesta, porque no me haría responsable de lo que pasaría después.

—No tienes remedio.

Nos encontrábamos todos los del edificio esperando a Don Joaquín y a mi mamá en el sitio acordado. Estaban a unos cuantos minutos de llegar. Ella hacía unos segundos me había mandado mensaje, que estaban por subir. Ya había comunicado eso, así que estábamos listos.

Cuando las puertas se abrieron, todos gritamos a unísono la palabra: sorpresa. Nuestro casero reaccionó sorprendido al ver lo que habíamos preparado para él. Vi como sus ojos comenzaron a hacerse cristalinos. Abrazó a cada uno de los vecinos, dejándonos a Liam y a mí para el último.

—Sé que fueron ustedes, no lo nieguen—nos dijo.

—Espero que le haya gustado su sorpresa, abuelo—comentó Liam.

Nuestras mañanas de marzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora