Capítulo Treinta: Mi Traviesa Madre.

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Entré en el Gran Comedor, con mi madre a mi lado. Ella ahora estaba vestida con ropa limpia proporcionada por mí: uno de mis suéteres azules menos deprimentes, sus propios pantalones (Impecables por un hechizo de limpieza), y mis sandalias negras. Ella llevaba una de mis túnicas. Ella me miró.

-¿Tu padre realmente te hizo vestir gótica? - Ella me susurró mientras entramos a la ruidosa sala. Sonreí.

-No, yo lo elegí.

Ella pasó un brazo sobre de mí y me abrazó, un gesto reconfortante de afecto maternal. Se sentía bien.

-Este lugar no ha cambiado ni un poco desde mis días aquí - Ella suspiró feliz, mirando a su alrededor. No podía imaginar a Hogwarts diferente. Este era sólo... uno de esos lugares que duran para siempre.

Nos acercamos a la mesa donde todos los profesores se sentaron. Levanté la vista hacia ella.

-¿En qué casa estabas? - Cuestioné. De sólo observarla, me imaginé Hufflepuff. Tenía un aura Gryffindor, también. Por eso me sorprendió su respuesta.

-Ravenclaw - Ella me dijo con orgullo.

Ravenclaw, al igual que mi padre. Ahora que pensaba en ello, ella parecía una mujer inteligente y estratégica. Ella llegó tan lejos en mi búsqueda, después de todo.

-¿Estás molesta, entonces? ¿De que sea Slytherin?

Nos sentamos en la mesa de los profesores, de lado a lado entre el profesor Flitwick y la profesora McGonagall. Dumbledore y Snape se sentaron frente a nosotros. Me sentí un poco incómoda al principio, con mi madre sabiendo de mi enamoramiento con él, pero rápidamente dejé de pensar en ello. Ella no piensa mal de mí. Lo dijo ella misma: el amor no conoce fronteras. Mientras llenaba mi copa con jugo de calabaza, Dumbledore habló.

-Ah, Cassandra. Ha pasado tanto tiempo - Él dijo, y mi madre sonrió.

-Lo ha hecho, Dumbledore. ¿Cuánto ha pasado, dieciocho años? ¿Diecinueve?

Padre estaba obtusamente enojado conmigo por mi selección de casa, por lo que incluso llegó lo suficientemente lejos para intentar convencer a Dumbledore de lo contrario. Mi madre me dio una mirada confusa.

-¿Por qué debería estarlo? Tu eliges tu propio destino, no yo - Ella respondió mi pregunta, la cual parecía tonta ahora.

Siguieron por un tiempo, recordando el pasado, y los demás profesores que nos rodeban la conocían (todos parecían hacerlo) se unieron. Snape, por supuesto, se sentó en silencio, comiendo su comida. Yo hice lo mismo, hasta que mi madre me llamó.

-¡Cariño! - Ella puso una mano en mi hombro y se volvió a mirarme, seguido por el resto del personal. Mis mejillas se calentaron por la repentina atención. Dejé que mi tenedor cayera en mi plato. Aclarandome la garganta, le pregunté:

-¿S-sí?

Ella tenía una sonrisa plasmada en su rostro de porcelana.

-¿Cuál es tu clase favorita aquí? - Ella preguntó con entusiasmo. El brillo en sus ojos mostraba lo emocionada que estaba de ver a todos sus viejos amigos y profesores, recordando los viejos tiempos. No podía quitarle eso, no importa lo avergonzada que me sentía. Incluso si mi respuesta era predecible a los que sabían de mi gran aventura. Antes de que pudiera responder, el profesor Flitwick se entrometió.

-Tu madre fue siempre tan talentosa en Encantamientos - Él se alardeó. La Profesora McGonagall puso su granito de arena, también.

-Sí, bueno, Claudinia es sobresaliente en Transformaciones. Veo una Animaga en ella.

To Mend The Broken Heart (Severus Snape)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora