Capítulo Treinta y Nueve: Un valiente discurso desde mi corazón.

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Me escondí detrás de uno de los grandes árboles del bosque, a sólo tres de donde estaba Harry de pie, solo, ante el infame Voldemort. 

-El niño que vivió... - se burló Voldemort, su tono era tan bajo que difícilmente podía oírle - Prepárate para morir.

Hagrid, que estaba atado por mortífagos que rodeaban la zona que vinieron a respaldar a su Señor y ver su victoria ser nombrada, gritó. 

-¡No, Harry, no! - Gritó con incredulidad y tristeza. Los Mortífagos tiraron de las cuerdas que ataban al medio gigante, quién lloraba como un animal.

Voldemort levantó su varita, la varita de Saúco, y, con mucho gusto largamente esperado, triunfalmente exclamó el hechizo asesino. Debí haberme dado la vuelta, cerrar los ojos. Pero sólo... No pude. No sé por qué.

Tal vez quería ver si su hechizo, una vez más, fallaba. Tal vez el hechizo se desviaría o la varita se rompería. Pero vi como el flash golpeó fuertemente el cuerpo de Harry. Lo único que sucedió fue que la figura de mi amigo cayó al suelo, sin vida.

Cubrí mi boca, las lágrimas se derramaban sobre mis mejillas. Estaba muerto... En realidad estaba muerto. Voldemort esperó un momento y oí a Hargid comenzar a llorar. 

-Narcissa. Confírmalo - Voldemort ordenó.

Narcissa, la madre de Draco, caminó vacilante a donde Harry yacía inconsciente. Se arrodilló a su lado e inclinó su rostro, presionando los dedos sobre su pulso. Desde mi lugar, vi sus oscuros ojos marrones ensancharse, y ella miró nuevamente a Harry.

Una pequeña chispa de esperanza se encendió en mi mente mientras sus labios se movían silenciosos, reservados y tristes, pero esperanzados. Realmente no podía ver bien, pero puedo jurar que la cabeza de Harry se movió en un asentimiento. Con eso, la mujer que se parecía a su hijo se puso de pie, sacudiéndose el polvo de su vestido negro.

Ella miró hacia adelante, sin atreverse a mirar atrás. Se enfocó en los ojos rojos rebosantes de malicia del señor oscuro. Parecía como si ella acabara de ver un fantasma, pálido y con los ojos desorbitados; sin embargo, su voz era suave y no inestable en lo más mínimo. 

-Está muerto - Ella proclamó, y Hagrid sollozó ruidosamente. Pero yo no podía dejar de pensar en que no lo estaba.

Le ordenaron a Hagrid recoger a Harry, y llevar su cadáver de vuelta, para que todos lo vieran. Era retorcido, pero esperaba que si realmente él estaba vivo después de todo, él tuviera un plan. No quería tener que entrar en acción con este poco tiempo para idear un plan. El gigante llevó el inerte cuerpo de Harry entres sus grandes brazos gruesos, y todo el grupo abrió el camino de regreso al castillo.

Después de asegurarme de poder continuar sin ser detectada, seguí al grupo a cierta distancia. Me las arreglé para colarme detrás de ellos, escondiéndome detrás de una roca del puente casi hecho escombros, y me quedé observando la escena que se desarrollaba ante mí. Mientras caminaba agachada, algo llamó mi atención. Encontré un trozo de tela vieja, desgastada. Cuando lo recogí y lo sacudí un poco, me di cuenta de que era el Sombrero Seleccionador. Suspiré melancólicamente. 

-Hola, viejo amigo - Susurré a mi misma, metiendo el sombrero en mi bolsillo. Llegué lo bastante tarde para escuchar las últimas palabras del discurso de Voldemort.

-Únanse a mi o enfrenten las consecuencias - Dijo cruelmente. Todos los que habían sobrevivido estaban afuera, reunidos en la parte delantera del castillo, llorando al ver a su única esperanza y el héroe, muerto. Hubo un pequeño silencio, y un susurro urgente sonó. Era Lucius Malfoy. 

-Draco - Lo llamó. Recorrí la multitud por el Slytherin de cabello blanco - Hijo, vamos - La voz de su padre estaba llena de preocupación. Vi a Draco: estaba más pálido que de costumbre, tenía  manchas negras en la mejilla y en las manos, sus ropas estaban sucias, como todos los demás. Pero, sobre todo, vi la mirada de dolor y horror en su rostro. El rostro que solía odiar tanto...

To Mend The Broken Heart (Severus Snape)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora