Capítulo Treinta y dos: Un Guardián para Mi Relicario.

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Cuando abrí los ojos, estaba, por supuesto, en el ala de enfermería. Volví la cabeza para mirar a mi alrededor, y encontré que estaba rodeada de personas. Por lo general, sólo era Snape, pero esta vez, parecía que todos mis amigos estaban aquí. Harry y Ron se pusieron junto a los gemelos a mi izquierda, mientras que Hermione, Ginny y Luna estaban a mi derecha. En una de las sillas a mi lado se sentó Dumbledore, y mi madre en la segunda. No vi a Snape por ninguna parte. Mi corazón se hundió. Aunque se volvió a levantar por las sonrisas que pronto se extendieron por sus rostros.

Ramos de flores, tarjetas y cajas de dulces estaban situadas en las mesas a los costados. Personalmente, me preguntaba si algo más me pasó. Esta era una gran cantidad de atención, básicamente, simplemente me desmayé.

-¡Por fin! - Mi madre exclamó, aferrándose a mí como si la vida dependiera de ello. Jadeé en busca de aliento por su apretón, y todo el mundo rió. Cuando por fin me soltó, parpadeé sorprendida a todo el mundo. Fui la primera en hablar, rompiendo el silencio semi-incómodo. 

-Esto es... - Me tropecé con mi elección de palabras - Demasiado sólo por un desmayo... ¿Acaso algo más sucedio?

Dumbledore me respondió de inmediato. 

-Sólo un poco cansada y dolorida, es todo. Estoy bien - Respondí. Sabía que todo el mundo estaba pensando esto. ¿Qué sucedió allí realmente? Seguramente Dumbledore no les dijo que fui superada por mi hermana gemela vampiro cuya alma vive dentro de mí. ¿Qué pensaban que sucedió?

-Bien - Él sonrió y extendió la mano por la habitación - Parece que tienes bastante selección aquí. Te dejaremos para que lo disfrutes - Se levantó de la silla, anunciando a todos que salieran. 

-¡M-uchas gracias a todo el mundo! - grité a las figuras retiradas de mis amigos. Todos se despidieron y me sonrieron, antes de desaparecer por las puertas dobles. Miré a mi madre. 

-¿Dónde está... Severus? - Le pregunté. Madre asintió, como si viera la pregunta aproximárse. Ella se acercó y escudriño con cuidado la selección de dulces en la mesita a mi derecha, y luego tomó una rana de chocolate entre el dedo índice y pulgar. Ella desenvolvió el envoltorio mientras hablaba. 

-Él fue a buscar algo para ti - Ella me dijo, prestando especial atención a su dulce de chocolate. Ella se lo llevó a la boca, y le hice una pregunta más detallada, insatisfecha con la anterior.

-¿Qué iba a buscar? - Más específicamente, ¿Cuánto tiempo tardaría? Ella se encogió de hombros, y mordió la rana. 

-No lo sé. Él me dio esa mirada cuando le pregunté - Puso especial énfasis en las palabras "esa mirada", lo que suena terriblemente peligroso. Reí, y ella me dio una caja de Grageas de todos los sabores. Miré la pequeña caja antes de mirarla a ella.

-Mis favoritas. ¿Cómo lo sabes? - Sonreí. Madre se encogió de hombros y una sonrisa se extendió por su rostro 

-Solían ser mis favoritas también. Hasta que me tocó una con sabor a vómito - Se estremeció de disgusto y solté una risita. A mi derecha, las puertas se abrieron, golpeando las paredes con un aporreo. Era Snape. Desde el fondo de la sala, la señora Pomfrey salió frustrada. 

-¡Severus, no puedes venir y derribar mi puerta! - Ella emprendió un dedo de advertencia hacia él. Él le dirigió una mirada de fastidio y molestia antes de que su labio se curvara y continuara su camino hacia mi cama. Ella gruñó y regresó a su oficina, lejos de todos nosotros.

Cuando llegó hasta mi, él me miró. Le devolví la mirada, y nuestros ojos se encontraron durante unos segundos, antes de que mi madre suspirara y se diera una palmada en sus rodillas. 

To Mend The Broken Heart (Severus Snape)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora