Capítulo Treinta y Seis: Encontrar la Serpiente.

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Suspiré pesadamente. 

-A pesar de la guerra detrás de esas puertas, siento que todo es perfecto - Le dije entre sueños. Severus metió un rizo rebelde detrás de mi oreja y besó mi mejilla cariñosamente. 

-Lo sé. Yo también.

Nos sentamos juntos, aún en la oficina DCAO, él en la silla y yo en su regazo, acomodada como una niña, con la cabeza apoyada en su pecho.

-Una vez que todo esto termine, tal vez podamos ser más felices. Si ganamos, entonces técnicamente no serás más un mortífago - Señalé, esperanzada. Tal vez un poco demasiado esperanzador... Pero yo podía soñar, ¿No?

Después de un segundo de un dudoso silencio, Severus habló suavemente.

-Claudinia... - Empezó, haciendo una pausa con la duda de su declaración.

Me moví para mirarlo a los ojos. 

-¿Sí...? - Presioné, deseando que continuara. Sus ojos oscuros se clavaron en los míos, amor y preocupación ardían en ellos. 

-¿Yo... tú? - él gruñó en frustación, atrayéndome más cerca, estábamos cara a cara.

Sentí la preocupación cruzar mis características. Nunca ha sido así antes... ¿Seguramente él no me dejaría, como había hecho yo con él? Él no era tan cruel... Por otra parte, me lo merecía... toqué su mejilla suavemente, sintiendo el calor de él inundaciones mi frío cuerpo a través del tacto. Suspiró y tomó mis manos entre las suyas. 

-¿Serías mi esposa? - Dijo al fin, obligándose a si mismo terminar la pregunta con mucho esfuerzo. Mi garganta se secó, y sentí mis mejillas picar con calidez.

¿Acaso... me acaba de pedir que me casara con él?

Recé porque no fuera un producto de mi imaginación. Esto era demasiado bueno para ser verdad. Él y yo, para siempre... ¡Era todo lo que siempre quise! No me podía mover, y mucho menos hablar. Lo miré con grandes ojos de felicidad. Poco a poco, una sonrisa se extendió a lo largo de mis labios.

Una pequeña risa se escapó de mi boca, que pronto se convirtió en una risa loca de alegría. Él me dio una mirada que decía que me había vuelto loca. Tiré mis brazos alrededor de su cuello, besando todo su rostro. 

-¡Sí! - Le dije entre besos - ¡No quisiera nada más! - Añadí, besando su ganchuda nariz.

Severus tomó mi rostro entre sus manos, besándome apasionadamente. Me encantaría ser su esposa. No me importaba que tan mal visto sería, o los comentarios y chismes que se extenderían a mis espaldas: Me encantaría ser su esposa. Por siempre y para siempre. Estoy comprometida a Severus Snape.

Este era, sin duda, el día más feliz de mi vida. Y, como había pasado ese frío día de invierno hace tantos meses, la ropa se desprendió. Esta vez, sin embargo, no parecía tan tenso e inseguro. La sensación ansiosa de amor y hambre del cuerpo del otro alimentó la pasión. Los dos sabíamos lo que estábamos haciendo, ya no era una adolescente inepta.

Después de todo, me acosté en el suelo entre el escritorio y la pared, con sus brazos alrededor de mí. Donde siempre tenía la esperanza de permanecer. Él se acercó y cogió el relicario, que todavía colgaba alrededor de mi cuello. Fácilmente lo abrió, revelando la pequeña imagen de nosotros.

Él me besó por sorpresa, y me reí, picoteando el puente de su nariz. Nos reímos, y la imagen que siempre solía sostener tan cerca de mi corazón se repitió. Los dos la miramos un rato en un silencio anhelante.

-¿Qué hora es, Severus? - Le pregunté con curiosidad. En realidad, sólo era una frase común para romper el silencio. Él se apoyó sobre su codo, y miró el reloj colgado en la pared por encima de la puerta. 

To Mend The Broken Heart (Severus Snape)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora