Capítulo Veinte: Una Cita con Snape.

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-¿¡I... IRME!? - Sentí que mi cuerpo se adormecía. ¡Ellos no me pueden enviar lejos! ¡No puedo irme! Dumbledore me tomó por los hombros y me miró a mí, mi mandíbula en el suelo. 

-Lo siento, Claudinia, pero necesitas un tutor, y encontramos a alguien en Beauxbaton que te puede cuidar.

No lo podia creer. Esto no puede estar pasando. 

-¡Pero... Usted! ¡Usted puede hacerlo! - Me quedé atrapada entre una petición y un gemido de derrota. 

-No, no puedo, lo siento Claudinia, tengo demasiado qué hacer para cuidar de ti - Me dijo. 

-!Snape! ¡Snape puede!

-No puedo - Snape salió de la nada, al parecer a apareció de la nada. Lo miré a él, suplicando con mis ojos. 

-¿Por qué? ¡No... No quieres... que me quede aquí, contigo...?- Snape gruñó. 

-¿Por qué querría eso? ?Me desobedeciste! ¡Usaste magia contra mí! ? ¡Me involucraste en una situación en la que nunca quise estar! - Él rugió, partiéndome el corazón. Di un paso atrás, y Snape dio un paso hacia mí. Dumbledore hizo lo mismo, y los dos parecían atraparme. 

-¡L-lo siento...! - Luché para hablar, y Snape interrumpió mis palabras. 

-¡No es suficiente! ¡Eres un monstruo! - Él siseó, y Dumbledore se le unió. 

-¡Monstruo! ¡Monstruo! ¡Monstruo! - Cantaron.

Me tapé los oídos y me desmoroné en el suelo. 

-¡Alto! ¡No soy un monstruo! ¡Alto! - Grité. Sus palabras resonaron en mi cabeza, como una burla melodiosa. De repente, la habitación se desvaneció, en una oscuridad. Sus voces se convirtieron en la de Padre  y la oscuridad se convirtió en mi dormitorio. Yo tenía cinco años. Padre me golpeó en en rostro, y caí sobre la alfombra. Llorando, me arrastré a una esquina donde me encogí. Padre avanzó hacia mí.

-¡Es tu culpa! ¡Eres un monstruo! - Él gritó. Negué con la cabeza. 

-¿Por qué se fue? ¿Qué hice? - Lloré. Me limpié el rostro con el dorso de mi mano. 

-¿No te acuerdas? ¡Eres un monstruo! - contestó. Me levanté. 

-¿¡Por que!? - exigí. Padre levantó la mano, y el sueño terminó. Mis ojos se abrieron de golpe, y mi cuerpo se estremeció. 

Estaba sudando, tanto que las sábanas estaban pegadas a mi piel. Acalorada, pateé las sábanas para salir de ellas y me senté allí, respirando agitadamente. Una pesadilla. Eso fue todo. No es real, me aseguré a mí misma varias veces. ¿Por qué tengo que asegurarme de que era sólo una pesadilla? Por supuesto que lo era. Por ejemplo, acabo de despertar de ella. Pero la sensación parecía arrastrarse sobre mi piel, pegada a mí. Tenía que caminar; de ninguna manera volvería a dormir.

Me levanté de la cama. El suelo de madera estaba frío bajo mis pies descalzos, y me fui a mi cómoda para pescar unos calcetines. Me puse los calcetines altos, y mi túnica negra sobre mi  camisón de seda negro.

Vi mi varita, estaba encima de mi tocador. Me acordé de la ley de Snape acerca de mantener siempre mi varita conmigo, en caso de emergencia, así que la agarré y la metí en mi calcetín. Sintiéndome audaz, abrí la puerta y salí al pasillo.

Estaba más oscuro que de día (De verdad, hay que galardonar a la escritora por cierta obviedad), oscuro debido a las antorchas apagadas y la falta de luz solar (¿En el mundo mágico el sol brilla de noche?). Me alegro de haber agarrado mi varita, la saqué de mi calcetín, iluminando la sala con el encanto Lumos. Mi varita brilló, proporcionando algo de luz blanca para el pasillo oscuro, caminé. El ruido que hice debió haber despertado a Camisón, porque ella se deslizó desde la puerta justo antes de que la cerrara. Con mi gata a mi lado, me dirigí por los pasillos del castillo deprimida. Ni siquiera estaba segura de a dónde iba. Mis pensamientos me consumían. ¿Qué pasa si Padre sabía lo que estaba hablando? ¿Y si había realmente algo monstruosamente mal conmigo? ¿Sabía algo que yo no sé?

To Mend The Broken Heart (Severus Snape)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora