CAPÍTULO 11: Aterrador.

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—¿Qué pasa con él? —Frunció el ceño. Max señaló la puerta, finalmente logró recuperar el aliento después de básicamente hiperventilar durante cinco minutos.
—Él se está metiendo en una pelea en un callejón. —Reveló finalmente.
—¿Por qué está él en un maldito callejón? —El señor del crimen gruñó  saliendo de la oficina como un torbellino y yendo en la dirección en la que probablemente estaba el señor más joven. Nu New no sabía si seguirlo o no, Max había corrido detrás de Zee dejando al joven a su suerte.
—Maldición, ¿qué debería hacer? No conozco a nadie aquí.

Mordiéndose el labio tomó la decisión de seguirlo corriendo tras los dos señores tan rápido como pudo. Tuvo que luchar entre la multitud para seguir sus apresurados pasos disculpándose por empujar a la gente cada diez segundos.

Los vio gracias a la rizada melena de Max. Doblaron una calle secundaria  desapareciendo en las sombras detrás del club. El esclavo tragó saliva, sus manos temblaban ligeramente. Estaba acostumbrado de estar rodeado de delincuentes, pero nunca violentos (a menos que incluya cuando su padre se mataba y destrozaba cosas de la casa.)

Estaba debatiendo consigo mismo si doblar la esquina o no. Corría el riesgo de ver algo que jamás olvidaría y no estaba seguro si ya estaba preparado para quedar traumatizado. Además, Max había dicho que Bas era el único en entrar en una pelea.

—¡Bas! —Un sociópata  auto proclamado con tendencias homicidas. —Pero no puedo quedarme aquí solo, ni siquiera hablo japonés. ¡Maldita sea!  —El joven sabía que iba arrepentirse de tomar esa decisión. Rápidamente doblo la esquina suspirando de alivio cuando no había cadáveres amontonados contra las paredes...

Pero escuchó el sonido de dos voces que se unían creando bullicio. Tomando pasos lentos y cautelosos, el hombre de cabello castaño se inclinó hacía las voces. Inmediatamente reconoció las voces frescas y familiares de los tres señores, pero el de los otros dos que no conocía se destacaban.

—Watashi wa  anata no koto. —¡Mierda! Para la suerte del esclavo que no sabía nada de japonés. No tenía idea de lo que estaban diciendo, pero el tipo sonaba lívido.
—¡Bas! —Escuchó a Max gritar seguido de un gruñido. —Detente.
—No, no, no. Suéltame. Déjame ir. —La voz dulce del señor más joven estaba grave. Gruñidos salían de su boca. —Nu New estaba sorprendido, Bas era volátil, espeluznante y ligeramente loco (bueno, muy loco), pero nunca había sonado tan salvaje.
—¡Bas! —Esa era la voz de Zee peligrosamente profunda y sonaba muy, muy, pero muy enojada. El esclavo se acercó a la conmoción, ahora podía escuchar más la conversación aunque no entendiera nada. —¿Qué paso? —Gruñó Zee.
—Comenzó a enloquecer algo sobre empujarlo. El joven todavía no estaba lo suficientemente cerca para escuchar la conversación con precisión.
—¿Qué? —Nu New se acercó y se quedó parado en una esquina y fuera de la vista de todos, pero ahora sí podía escuchar todo con claridad.
—La chica de este tipo comenzó a charlas con Bas y el tipo comenzó a enloquecer y decir que ella era suya y luego empujó a Bassie. —Dijo Max pareciendo aterrorizado.

Sientiéndose valiente, el esclavo miro a la vuelta de la esquina. Los tres señores estaban parados cara a cara con dos hombres que no reconoció en absoluto. Ambos eran... bueno, estaban horribles, tenía que admitirlo. No le gustaba juzgar a las personas, pero esos idiotas eran una excepción pues si los comparaba con sus señores del crimen, ellos claramente perdían.

Max estaba sosteniendo el pecho de Bas con una mano para empujarlo hacía atrás mientras los dos hombres estaban cada vez más irritados gritando en voz alta algo en japonés. Nu New se sorprendió que nadie pudiera escuchar los gritos en la calle, pero de nuevo,  tal vez pensaban que era mejor ocuparse de sus asuntos antes de hacer algo que lo lamentarían después.

The Sins Of The FatherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora