CAPÍTULO 30: No puedo, no lo haré.

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El señor del crimen golpea si frente contra el escritorio, jadeando enojado. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué estaba pasando? Lo levanta de la caoba, sus dientes muestran que tan irritado está.

Hoy no ha sido su mejor día. Ya es suficientemente malo que el sociópata quiera cortar a la gente más a menudo que de costumbre, pero después tuvo que lidiar con un pedazo de tío y tía. Está enojado porque New todavía lo molesta con esos estúpidos almuerzos o como quiera que los llame.

Pero él está más enojado consigo mismo, ¿por qué? ¿Qué estaba pasando por su cabeza? ¿Por qué dejó que ese maldito gusano se metiera en sus malditos pensamientos? "Maldición." Zee volvió a golpear su cabeza en su escritorio, esperando que de algún modo alejará ma imágen de ese niño.

"Éste es un juego, un juego. Éste es un juego, un juego. Un juego, es un juego. Éste es un juego de ganancia." El señor del crimen resopla bruscamente con los ojos crispados mientras un enjambre de emociones lo golpeaba como bates de béisbol. Él repite el mantra una y otra vez.

Se resbaló y lo sabe. No permitirá que ese chico de veinte años se meta debajo de su piel. De ninguna manera. No quiere reconocerlo. Imposible. No. Zee no puede preocuparse por él.

La gente es demasiado predecible, si te importa algo, te destruirá. Odia a la gente, especialmente al terco, molesto, obstuso, mofletudo,de ojos tierno, piel suave... Él es un señor del crimen, el jefe de la Familia Panich. Este joven mocoso no debería darle tanta agitación.

¿En qué diablos estaba pensando? A él no le gusta arena, odia el sol y el calor del clima infernal, odia lidiar con multitudes de personas que son predecibles. ¿Entonces por qué aceptó ir a una playa? ¿De todos los malditos lugares? Él odia esos lugares por ella, por no haber cumplido su promesa, por no haber evitado que ella se fuera. Si él se hubiera quedado con ella y la hubiera llevado a la playa, ella jamás se hubiera ido.

Rápido destello de brillantes ojos con estrellas reflejadas en ellos y labios cálidos vienen a su mente, pero Zee inmediatamente descarta la idea. "No, no. Esto no es a causa de él. No. Solo tenía ganas de hacer algo diferente. Eso es, fue por eso."

Otra imagen de un puchero triste y abatido llega hacer que el señor del crimen apriete su palma contra el puño. "No, de ninguna manera." ¿Qué pasó con él? El blando cuerpo que actualmente duerme en su cama definitivamente no era la razón por la cual se desvió de su camino para ir al maldito océano.

"El jefe de esta familia es fuerte. No acepta la debilidad. El amor es la debilidad. Las personas son una debilidad. No seas débil, debes ser fuerte. Tú eres la cabeza de esta familia. Permanece firme, sin miedo. No fallarás. No aceptes la debilidad, será tu perdición. Las personas son fáciles de predecir. Recuerda eso. Los sentimientos son una debilidad.

Zee abre los ojos suspirando.

"No lo haré, no puedo. No lo haré." Largas pestañas inundan su mente. "No lo haré." Manos suaves. "No lo haré." Sonrisa brillante. "No lo haré." Ojos brillantes. "No lo haré." Labios rosados. "No lo haré." Mejillas rosadas. "No me voy a caer, la gente es debilidad. No me caeré."

En medio de su discusión interna, alguien llama a la puerta. —¿Qué? —Grita, mirando al roble. Se cruje y se abre con Tay dentro del marco. —¿Qué?

—Hola. —Chilla Tay, acomodándose en una silla abierta. —Solo pensé que querrías hablar.
—¿A cerca de? —Dice secamente. Él tiene cosas más importante de que preocuparse que decir tonterías con el señor risas andantes.
—Nu New. —El señor del crimen instantáneamente se pone tenso cuando escucha el nombre de la única persona que ha tratado desesperadamente de sacar de sus pensamientos.
—No.
—Estaba hablando con New y él me dijo algo  extraño, así que pensé que podría preguntar.
—Bien, escúpelo.
—Dice que fuimos a la playa hoy porque Nu New quería hacerlo, así que me preguntaba si era cierto y que te quedaste una hora extra porque él te pidió que lo hicieras.
—... No particularmente.
—Zee, New dijo que dijiste eso. También lo estabas viendo ayer en el auto.
—Entonces... ¿el maldito punto es?
—Eres consiente de él. —Sonríe. —Eres consiente de sus emociones y sentimientos. Lo estás notando más de lo que quieres admitir porque te gusta.
—No me gusta.
—Más de lo que quieres admitir. —Tay suspira cuando termina. —¿Por qué molestarse en negarlo?
—No lo estoy, no lo hago.
—Usualmente eres un mejor mentiroso que esto.
—Fuera Tay. ¿Por qué todos tratan de presionar mis botones?
—Vamos, Zee. Ni siquiera evasivas tanto a su alrededor porque dijo que su padre le enseñó a no maldecir como un marinero.

The Sins Of The FatherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora