La primera cosa que vio cuando Nu New volvió a sus sentidos fue el hecho de que no estaba en su pequeño departamento. Estaba en una habitación grande y espaciosa, era tan oscura que ni siquiera podía ver su propia mano frente a su rostro.
El pánico se hizo presente mientras los recuerdos anteriores a su negativa le daban palmadas como un montón de ladrillos. Maldito sea su padre por meterlo en este lío. ¿Quién demonios se creían como para secuestrarlo de esa manera? ¡Estaba llamando a la policía.
Buscó su teléfono, palmeó sus bolsillos y maldijo cuando se dio cuenta de que no eran lo suficiente estúpidos como para dejarlo con eso en su celda, pero no podía quedarse allí. Tenía que salir. De ninguna manera iba a terminar como aquella gente que encontraban en la zanja en alguna parte.
—Demonios.
Nu New no tuvo más remedio más que levantar las manos para que actuaran en lugar de sus ojos. —Mierda. —Murmuró estremeciéndose cuando su dedo aplastó algo duro. Él tentativamente lo tocó y notó que era algo de madera, se sentía similar a un tocador, así que él asumió que debía ser una habitación. Continúo buscando hasta que encontró la pared, la usó como guía a través de la habitación, mordiéndose el labio cada vez que se golpeaba el dedo chiquito del pie o que se golpeaba en algún objeto robusto que no había notado a tiempo. No tenía ni idea de donde estaba, pero sabía que debía salir de ahí.
Los tres hombres de su departamento olían a problemas. Su padre había sido del tipo de hombre que estaba rodeado de personas que eran malas hasta los huesos y había crecido en él un extraño tipo de sexto sentido para detectar cuando la gente era mala y quería usarte. No había luz procedente de ningún lugar, lo que hizo su búsqueda de una salida más difícil. Al dar vueltas sus esperanzas se habían levantado cuando sintió algo redondo y metálico. Lo agarró y giró lentamente, lo más silencioso posible por el temor de que pudiera haber alguno de esos matones, asomó un poco su cabeza para mirar su entorno. Ciertamente no era lo que esperaba, en lugar de una mazmorra subterránea y sucia, se encontró con un pasillo de mármol con paredes de color beige y patrones grabados en las paredes, la luz provenía de magníficos candelabros de cristal que colgaban por encima y había una lujosa alfombra en el pasillo.
—¿Qué? —Murmuró sorprendido. Bajó de puntas por el pasillo, buscando señales de movimiento en caso de que necesitara huir. No hubo ninguno, afortunadamente, pero se congeló cuando escuchó voces que se acercaban cada vez más. Rápidamente se metió a una habitación cercana y cerró la puerta. Espero hasta que el sonido de sus voces y pasos se hubiesen apagado antes de atreverse a asomarse de nuevo. El pasillo estaba despejado por lo que se apresuró a buscar una salida. Salir era una cosa, pero... ¿cómo iba a pedir ayuda? No tenía teléfono, no tenía idea de donde estaba y no tenía dinero con él.
Sin su mochila donde tenía todas sus cosas como billetera, llaves, etc. Corrió con la agilidad de un gato, sentía que algo malo estaba por venir y no le gustaba para nada ese sentimiento, pero siguió abriendo puertas al azar con la esperanza de que una de ellas lo llevara al mundo exterior. Su suerte se estaba acabando puesto que cada puerta que abrió resultó ser otra habitación, una sala o una biblioteca.
De repente escuchó a alguien gritar. —¡No está en la habitación!
—"Mierda" —Pensó. Se habían dado cuenta de su ausencia, así que rápidamente se movió sin preocuparse de ser sigiloso. Ellos ya sabían que él no estaba en la habitación lo que significaba que tenía que huir furtivamente. No tenía sentido intentar ocultarse ahora. Bajó corriendo por el estrecho corredor lanzando un grito de asombro cuando chocó con alguien. Sus ojos se abrieron de par en par cuando se fijo que era un hombre de traje negro con sombras oscuras.
—Lo encontré.
—¡Mierda, mierda, miera! Cantó girando sobre sus talones y empujando en el lado opuesto. Hizo caso de los sonidos del hombre detrás de él gritando que se detuviera. Con un demonio, si se detenía, probablemente le iban a disparar.
—Fue por ahí. A la izquierda.
—¡No, se fue!
—¡Búscalo, maldita sea! Antes de que el jefe se de cuenta de que lo hemos perdido.
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The Sins Of The Father
Fiksi PenggemarSu padre era un pobre hombre que no decía más que promesas vacías y mentiras. Había estado fuera durante seis meses, pero no dejó de ser mano dura. Dejó atrás una enorme deuda. ¿Cómo manejará Chawarin Perdpiriyawong al poderoso y temerario hombre d...