Agosto// Hermione Granger (Traducción)

Capítulo noventa y uno

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Robyn estuvo fuera durante días.

Cuando se despertó, Bellatrix Lestrange estaba de pie junto a ella.

(No podía pensar en una peor vista para despertarse).

—¡Ahí está ella! — Bellatrix chilló, aplaudiendo y saltando ligeramente. —Muéstranos tu brazo... muéstranos tu brazo...

Robyn se incorporó lentamente, todavía aturdida. Sintió que le jalaban el brazo y luego se dio cuenta de que le dolía, estaba pesado. Apenas podía levantarlo ella misma.

Y entonces se dio cuenta de por qué.

No quería verlo, pero se obligó a mirar. Y allí estaba, la Marca Tenebrosa. Le estropeó el brazo como... como una enfermedad. Fue terrible. Y estaba allí para siempre.

Ella era una mortífaga.

Ella… Robyn, que le tenía miedo a los autos y se maravillaba con las lavadoras, que amaba la playa y “El Rey León”

¡Ella era una mortífaga!

Quisiera o no serlo, lo era .

Era... insondable.

Eso era cierto.

Ella no podía llorar. Estaba entumecida.

—Por cierto, te quité ese horrible brazalete. No estoy segura de por qué tu madre te dejó salir de casa con él. ¿O es que está de moda en estos días? Bueno...— Bellatrix continuó parloteando, pero Robyn dejó de escuchar. Levantó la cabeza, procesando las palabras de la mujer.

El brazalete. El brazalete de Hermione que usaban para hablar entre ellas. Bellatrix... Se lo quitó.

Mierda. Eso no era bueno. Por muchos motivos.

Ella no podía llorar. Estaba entumecida.

—Como sea.

Su padre entró en la habitación abruptamente, interrumpiendo a Bellatrix, quien frunció el labio con lo que Robyn supuso que era un gruñido de broma.

—Estás despierta, — afirmó, acercándose para pararse rígidamente junto a su cama.

—Fabulosa observación— Bellatrix comenzó.

—Ahora no, Bellatrix. Ya casi es hora.

—¡Oooh, bueno…!

—Tus cosas de la escuela han llegado, — agregó, señalando hacia la esquina de la habitación. Allí estaba su baúl y encima estaba...

Un gatito.

Jinx, de quien se suponía que iba a ser co-padre con Lana. Ya era mucho más grande que cuando nació, aunque su pelaje era igual de negro y brillante. A Robyn le recordó el cabello de Lana. Y Lana era, más o menos, su tocaya. Era buena para los maleficios, ergo, Jinx.

Robyn no podía llorar. Estaba entumecida.

—¿Que le pasó a tu cara?

Parpadeó, sorprendida por la repentina pregunta de su padre.

No, “¿cómo estás después de haberte desmayado durante días?”, o mejor aún, “¿cómo estás después de torturar y matar a alguien?” o incluso, “¿Siento haberte traído aquí?”

Lo que sea.

—Sí, ¿qué le pasó a tu cara?— añadió Bellatrix inútilmente.

—Me maldijo un Gryffindor, — respondió con sinceridad. Su voz sonaba áspera porque no había hablado en días y acababa de despertarse.