VII. Dime algo que sea eterno

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Llegó al edificio y en la portería preguntó por el departamento del doctor. El guardia fue muy amable y le indicó cómo entrar. El departamento de Heriberto estaba en el último piso y abarcaba el piso completo, se llegaba por elevador.

El guardia le dio acceso con su tarjeta para poder subir, Heriberto ya le había avisado que tendría compañía.

Subió un poco nerviosa y al llegar, ingresó al departamento, era un lugar muy bonito, pero muy masculino

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Subió un poco nerviosa y al llegar, ingresó al departamento, era un lugar muy bonito, pero muy masculino. La música estaba alta.

–¿Hola?, ¿Heriberto? –Caminó hasta donde la guiaba el ruido, en la cocina–. ¿Interrumpo? –Le dijo divertida al verlo en la cocina.

Heriberto se giró sorprendido. –¡Hola! –Saludó emocionado–. Temía que me dejaras plantado.

–Perdóname, fue difícil conseguir un taxi –le sonrió apenada.

–No pasa nada, lo importante es que ya estás aquí –se acercó a darle un beso a la mejilla, a lo que ella agachó la mirada nerviosa, pero no lo rechazo–. ¿Me permites tu abrigo?

–Está bien –algo nerviosa.

Heriberto se colocó detrás de ella y le quitó el abrigo quedando más sorprendido con lo hermosa que se veía con semejante vestido, tragó en seco y caminó a poner el abrigo en su perchero.

–Tu departamento es muy bonito –señaló Cristina.

–Muchas gracias, aunque no es más bonito que tú –galante.

Cristina agachó la mirada entre apenada y nerviosa. Ese hombre tenía algo que le revolucionaba las emociones. No sabía si era el tono tan grave de su voz, la forma en que la miraba o lo que le decía, pero se sentía muy nerviosa a su lado.

–Vivo aquí con un amigo –le contó–, solo que esta noche no podrás conocerlo, salió a una cita.

–Así que hoy es día de citas –le dijo divertida–. Creo que tu comida está quemándose –mirando a la cocina.

–¡Ay, es cierto! –Caminando hasta la estufa–. Por favor, ponte cómoda, estás en tu casa –amable.

–Gracias –Cristina abrió la silla de la barra para sentarse donde estaba puesto todo para comer–. ¿Qué es eso que cocinas?

–Un manjar que, a decir verdad, no es para cualquiera. Así que, espero que te guste.

Ella lo miró intrigada mientras se acercaba con las cosas. –¿Estás lista? –Le preguntó.

–¿Quieres redoble de tambores? –Sugirió Cristina con diversión.

Él sonrió y destapó la bandeja. –¡Voilá!

Ella no pudo evitar soltar una risa divertida al ver la cena, eran hot dogs preparados.

–Estaba entre esto y codorniz rellena, por favor... no me digas que estás decepcionada –divertido–. Soy un desastre en la cocina –reconoció.

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