II. ¿Qué me sucede?

310 58 27
                                    

*Seis décadas atrás, 1954*

*Ciudad de Puebla*

Victoria iba caminando del brazo de su hija por la calle, para ese momento, ella tenía 45 y María 22 años. Se encontraban realizando varias compras cuando se toparon con una amiga y ex compañera de escuela de Victoria: Antonieta Orozco.

–¿Victoria? –Preguntó Antonieta al verla con un claro impacto.

–Hola, Antonieta –saludó Victoria con una sonrisa.

–¿Cómo estás?, ¡por Dios!, no has cambiado nada –puntualizó muy sorprendida.

–Estoy muy bien, gracias, ¡eres muy amable! –Respondió entre incómoda y nerviosa.

–María, ¡cómo has crecido!

–Eso le digo a mi mamá, pero no me cree –respondió con picardía.

–Querida, lo siento mucho, tenemos que irnos –intervino Victoria–, pero ha sido un gusto verte de nuevo –mintió.

–Parecen hermanas –continuó Antonieta asombrada.

–No sigas diciendo eso o de verdad me lo voy a creer –pidió Victoria bromeando, tratando de disimular su incomodidad.

–¿Cómo es posible? –Siguió indagando la mujer.

–Una crema facial de París que acabo de comprar, querida –mintió caminando para marcharse cuanto antes.

–Hecha de jalea real de abeja reina –complementó María siguiendo a su madre.

–Adiós, querida. Fue un gusto verte –señaló Victoria sin dar tiempo a mayor respuesta saliendo casi en huida de ahí.

Un par de cuadras más adelante, María no pudo evitar romper el silencio sobre lo ocurrido.

–Mamá... ¿estás bien?

–No, la verdad es que no entiendo que me está sucediendo, hija, esto no parece normal –preocupada– debería verme como Antonieta y me veo como tus amigas –frustrada.

–¿Por qué lo dices?, no veo nada de malo en que estés tan bien conservada, la gente lo mira raro porque no todas tienen buena genética –puntualizó–, pero no tiene nada de malo verse joven.

–Sí, pero no tanto, hija, realmente espero que solo se trate de buena genética porque efectivamente parezco tu hermana y no tu mamá, debería ser diferente, no lo sé.

–No te atormentes con eso, lo mejor es que no le des más vueltas a lo que te dijo Antonieta, además, ya sabes cómo es, siempre exagera y es bien envidiosa.

Victoria asintió para no preocupar más a su hija, pero algo le decía que las cosas no estaban del todo bien, ella conocía su cuerpo y sabía que no estaba sufriendo cambios, que no tenía arrugas, que su piel no había perdido firmeza. Las cosas estaban comenzando a ponerse extrañas.

Llevó a su hija al departamento en el que estaba viviendo cerca de la universidad y después ella se dirigió a su casa, cuando, en el camino, fue detenida por una infracción menor.

–Señora, excedió el límite de velocidad permitido en el área –puntualizó el oficial–, ¿me puede permitir su documentación?, por favor.

–Por supuesto, oficial.

Victoria rebuscó en la guantera del automóvil y le entregó los documentos al policía, quien, extrañado, observaba de manera alterna a la información y a ella.

–¿Ocurre algo? –Cuestionó un poco intrigada por su actitud.

–Señora, aquí dice que usted nació el 01 de enero de 1908.

InmortalidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora