LII. Punto de quiebre

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*Mañana siguiente, Departamento de Gabriel*

Daniela y Gabriel estaban sentados en el comedor conversando.

–¿Por qué permitiste que mi madre me internara en aquel psiquiátrico? –Le reclamó–. No entiendo, se supone que somos un matrimonio y, para colmo, terminaste aquí en Heidelberg con mi mamá sin haberme avisado.

–Dani, ¿qué querías que hiciera? –Frustrado–. Intenté de todo, hablé mil veces contigo de tu actitud y tu obsesión con Samantha, además, parecía que habías perdido los estribos la última vez que discutiste con Susana por el tema de Heriberto y Leonela.

–Lo sé –reconoció con nostalgia–, me perdí a mí misma en un intento por no volverme loca y no tuve éxito, pero ¿qué querías Gabriel?, perdí a nuestros hijos y quise que se abriera la tierra bajo mis pies.

–Sí, Daniela, pero no te pusiste a pensar que ambos perdimos dos hijos, solo te enfocaste en tu dolor sin pensar en el mío –triste–, soy tu marido, se supone que nos debemos apoyar.

–Es cierto, nos debemos a apoyar, pero también es cierto que me culpaste de lo sucedido, Gabriel, me culpaste por confiar en Leonela y llegaste al punto de creer que ella me convenció de hacerlo cuando en realidad... ella tuvo la culpa.

>>Flashback<<

*Diciembre, 2018*

*Cabaña Ríos Bernal*

Daniela se encontraba en la sala tomando un té cuando apareció Leonela y, como en las últimas semanas, estaban discutiendo, pues Daniela estaba enojada por cómo veía a su hermano lleno de infelicidad al lado de su cuñada y, a pesar de su avanzado embarazo, no se detenía en las discusiones con ella que, últimamente, eran muy fuertes.

–No entiendo cuál es tu problema, Daniela, deja de meterte en un matrimonio que no es el tuyo –espetó Leonela–, ya te lo pedí muchas veces. Heriberto y yo decidiremos cómo vivir nuestro matrimonio.

–Sucede que no es mi matrimonio, pero sí es mi hermano y no lo veo feliz, Leonela, tú estás haciéndole daño, empiezo a creer eso.

–¡Ay, por favor!, ¿hacerle daño? –Se mofó–. Si tú fuiste la primera en apoyar nuestra relación, ¿qué te ha hecho cambiar de opinión?

–Que no veo feliz a Heriberto y últimamente tú no pones pie en esta casa ni atiendes a Paulina, ¿de qué se trata?, ¿con quién te estás revolcando? –Reprochó.

–¡Vaya! No eres mi marido, pero cuestionas mi itinerario –irónica–, ¡ubícate, Daniela!, no tienes razones para meterte en mi vida, al final, fuiste la primera en apoyar este matrimonio con tu hermano –cínica– y yo le tengo amor –mintió–, pero no soy una cursi ridícula como tú, eso es todo.

Daniela la miró dubitativa. –Leonela, realmente veo mal a Heriberto, ¿por qué?, ¿qué es lo que está pasando? La realidad de las cosas es que hace meses los veo pelear mucho y estar muy distantes.

–Tu hermano tiene mucho trabajo –mintió– y hemos discutido por eso, porque se ha alejado –suspiró–, incluso, pareciera que tiene otra mujer –se hizo la víctima.

–¿Otra mujer? –Cuestionó incrédula.

–Sí... no he dicho nada porque no he querido hacer un problema grande, pero sé que se llama Zulema –escupió de golpe.

–¿Su compañera del laboratorio? –Sorprendida.

–Sí, estoy cansada de ver que él también está ausente y pues a veces salgo para seguirlo –mintió– o para despejar mi mente, por eso llego tarde, pero no quería que ustedes se enteraran de eso porque sé que no me creerían, principalmente, tu hermana. Te juro que no estoy haciendo nada malo.

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