LI. ¿Prófugos de la justicia?

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-Se supone que estaban presos, ¿cuándo salieron? -Continuó Antonia tratando de salir del shock-. ¿Por qué están aquí?, ¿vienen solos? -Observando a su alrededor.

Los muchachos miraron a su madre sin entender por qué estaba en Alemania con esa paranoia y, menos, en esa casa. La situación se notaba fuera de todo contexto y de toda expectativa.

-A ver, mamá, esta no es tu casa, la pregunta sería ¿por qué estás aquí?, ¿qué haces en esta casa?, ¿quién vive aquí? -Cuestionó Susana con curiosidad y cierto nivel de enfado.

-No, no, primero respondan ustedes a mi pregunta -sentenció.

Fernanda suspiró. -Nos cambiaron la medida, Antonia, y pues somos un poquito prófugos, no somos del todo libres, pero nos querían matar a todos en México, ¿de acuerdo? -Antonia los miró con sorpresa-. Pero en este momento, mi interés es saber ¿dónde está Sam?, ¿está aquí contigo?

Antonia suspiró con frustración y negó. -Tu hija se quedó en México en manos de un buen amigo porque nunca me imaginé que ustedes se aparecerían por aquí de la nada ni que se escaparían de la medida restrictiva que tuvieran o de la prisión.

Fernanda iba a replicar ante ello cuando, de momento, la figura de Franco se apareció en el umbral sorprendiendo a los chicos. -¿Qué está pasando aquí? -Desconcertado.

Susana estaba impactada. -¿Pa... Papá?

Franco se sorprendió de ver a sus hijas, los nietos de María y los amigos de Heriberto en la puerta. Solo pudo mirar a Antonia con interrogación a lo que ella le miraba desconcertada sin saber qué decirle o qué hacer.

-Hola, Susana -la saludó con calma-. ¿Qué hacen aquí?

La chica se quedó en silencio por algunos segundos sin saber qué decir o cómo reaccionar ante la presencia de su padre, pues llevaban muchos años sin verse. Realmente ninguno de los recién llegados sabía qué decir.

-Eh... ¿qué hacen ustedes dos juntos? -Preguntó Daniela muy sorprendida y tratando de asimilar la imagen de sus padres asomados de la misma puerta.

El hombre sonrió. -Ahora resulta que los patos les tiran a las escopetas -se mofó Franco ante lo curioso de la situación-. Aquí las preguntas las hacemos nosotros, puesto que ustedes han llegado de sorpresa y con una actitud poco amable -puntualizó.

-No, no -señaló Susana-, es que... -todavía no asimilaba lo que veía- ¿en qué momento?, se suponía que ustedes no se hablaban ni se querían ver -la voz se le cortó recordando lo duro que habían sido todos esos años separados y peleados.

Antonia se sorprendió al ver que sus hijas estaban realmente conmocionadas de verlos juntos y, de cierto modo, apoyándose.

-Creo que hay mucho que platicar, pero no es el lugar ni el momento -señaló Antonia nerviosa al pensar en que Heriberto podía llegar en cualquier instante.

-¿Por qué no sería el momento? -Preguntó Fernanda con curiosidad y cierto enfado-. Te fuiste de México sin avisarnos, Antonia, y si no fuera porque de casualidad nos hemos encontrado, sería la fecha en que no sabríamos de ti ni de mi hija -molesta-. ¿No te parece que nos debes una explicación congruente?

-¡Exacto, mamá!, te fuiste sin que nos dieras alguna información o nos dijeras de tu paradero -molesta-, no puedes pedirnos que nos vayamos de aquí sin explicaciones -reclamó Daniela-. No es justo que tú estés aquí muy tranquila mientras a nosotros nos hacen a un lado por completo.

Antonia no sabía que responder ni cómo explicar la complicada situación en la que se encontraban y Franco estaba pensando en la mejor justificación posible, dadas las circunstancias, pero no encontraba una forma creíble de explicar todo. Antonia estaba por replicar algo cuando una tercera voz se unió a ellos.

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