LIV. El verde de tu mirada

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Mientras tanto, de vuelta en la habitación, Christopher batallaba con las enfermeras por estabilizar a Victoria que estaba entrando en shock.

–Doctor, la paciente no está reaccionando al medicamento.

–Hagan el cambio que teníamos pendiente y esperemos que con eso reaccione, sino es así, tendremos que inducirla al coma.

Las cosas se estaban complicando mucho más que años atrás con el parto de Valentina y no estaba seguro de que, en este caso, saliera bien, pero no podía decirle todo eso a Heriberto aún, pues solo lo alarmaría en vano.

Después de varios intentos por sacarla adelante sin necesidad de recurrir a una práctica más compleja, Christopher tuvo que llamar a Ernst e inducirla a coma para lograr estabilizarla por completo como lo hicieran años atrás.

*Paralelamente*

*Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales*

Heriberto había dejado a su pequeño en el interior del lugar con la esperanza de que fueran pocos los días que estuviera ahí y había salido a contemplarlo desde el cristal exterior en compañía de Amaia.

–Me sorprende cómo ha cambiado tu vida, Ríos –reconoció Amaia–, nunca me imaginé verte así, feliz con tu bebé.

–Bueno, estoy feliz, no lo niego –reconoció–, pero también me angustia que mi esposa no está bien –afligido.

–Victoria es una mujer fuerte, verás que se va a recuperar, favorablemente –lo animó con una sonrisa–. ¿Por qué no, mientras esperamos noticias, les vas a dar la buena nueva a los demás?

–No lo sé... –con incomodidad.

–Es una noticia para compartir, Ríos, más allá de las diferencias que puedan tener entre ustedes.

Heriberto la miró con cierto nivel de duda, la realidad era que no tenía cabeza para pensar en nada más, pero accedió a ir con ella a la sala de espera. Una vez que aparecieron en el sitio, todos se aproximaron cautelosos hacia ellos, en silencio, como una súplica insonora de que deseaban una respuesta a la angustia de los últimos instantes.

–Ya nació –señaló Heriberto esbozando una leve sonrisa.

Un soplido de alivio inundó el ambiente. –¡Qué maravilla, Ríos! –Exclamó Susana emocionada.

–¿Cómo está el bebé? –Cuestionó Antonia nerviosa.

–Estable... se tuvo que incubar por lo prematuro, pero parece que... que, dentro de todo, está bien –preocupado.

Eso alarmó a Franco, quien no pudo evitar recordar las complicaciones que existieron con Valentina y lo mal que la pasaron en aquellos momentos, principalmente con Victoria, no tanto con la bebé, pues en aquella ocasión, sí había llegado casi a término la bebé.

–¿Y Victoria? –Cuestionó su padre nervioso–, ¿cómo está ella?

Heriberto lo miró con curiosidad ante el nerviosismo que proyectaba. –No muy bien, la realidad es que no lo sé, Christopher me sacó de la habitación para atenderla –abrumado–, pero no lo he visto ni sé nada más.

–Heriberto llevó al bebé a las incubadoras para atenderlo, mientras Chris se quedó con Victoria –adicionó Amaia.

Franco se quedó inquieto con eso y Antonia no pudo evitar preguntarle por qué.

–¿Qué pasa? –Lo cuestionó con algo de enfado–. Te ves demasiado nerviosito, Franco, ¿puedo preguntar por qué?

–Pues... nada, es preocupante que lo hayan sacado, digo, mi hijo también está preocupado, ¿no te parece? –Evadiendo el tema.

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