XXXVIII. Abriendo viejas heridas

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Todos se quedaron estupefactos ante la reacción de Victoria, pero podían comprenderla perfectamente. Heriberto había cruzado la línea y el límite de Victoria con su actitud.

-Heriberto, vamos -le pidió Christopher.

-No, no me pienso ir de aquí sin Paulina -sentenció.

-¡DIJE QUE VAMOS! -Alzando la voz con enfado-. Después vendrás por Paulina con servicios sociales, ahora es momento de irnos.

Christopher no le dio tiempo de replicar nada más y tomó la silla de ruedas guiándolo a la salida, mientras al interior, Victoria se cayó de rodillas con lágrimas de coraje e impotencia.

-¡Por Dios!, ¿en quién se convirtió? -Dolida-. Ese no es el hombre del que yo me enamoré, ese es un monstruo sin sentimientos.

-Cálmate, Vicky, no lo justifico porque no tuvo nombre lo que hizo, pero debe estar hecho un lío en emociones.

-Sí, pero mi hija no tiene la culpa de su maldito genio, ¡ella no hizo nada malo! -Dolida.

Franco ingresaba en esos momentos. -¿Qué pasó aquí? -Desconcertado.

-¿Sabías que tu hijo dejó Málaga y venía a Alemania?, y no te atrevas a mentirme -con coraje.

-Sí, me habló Christopher para decirme, pero no lo creí importante.

-¡Eres un idiota!, ¿cómo te callaste algo así? -Furiosa se levantó hacia él-. Hace un momento tu hijo estuvo aquí e hizo sentir miserable a mi hija, Valentina no se merecía eso, Franco -furiosa-. Así que tienen prohibido permitirle el acceso a ese infeliz -llena de coraje-, si servicios sociales no lo acompaña por Paulina -con un nudo en la garganta- ese hombre no pisa de nuevo mi casa -con mucho dolor- y no quiero escuchar nada más.

Salió de ahí rumbo a su habitación dejando un ambiente muy tenso.

-¿Alguien me puede explicar?

-El idiota de Heriberto estuvo aquí y tenía una actitud nefasta, Franco -con coraje al recordar-, Valentina se le acercó porque lo reconoció y él sin miramientos, la despreció. Fue un momento muy incómodo y comprenderás que Victoria...

-Está furiosa y con sobrada razón -la interrumpió Franco-, no puedo creer que Heriberto haya hecho algo como eso, ¡por Dios! Pensé que, al ver a la niña, cambiaría de opinión y se daría cuenta de que es su hija -negó con la cabeza-, ¿a dónde van a parar con estas cosas?

-Pues ya viste que no cambió de opinión al verla, es más, yo creo que ni la vio realmente por su actitud tan déspota y nefasta, y es más que comprensible que Victoria esté furiosa -suspiró-, definitivamente no sé en qué va a parar esto.

Paralelamente, afuera de la casa.

-¡Te dije que no me pienso ir sin mi hija, Christopher!

-¡Basta!, ¡basta ya, Heriberto! Entiendo tus heridas, comprendo tu coraje y tu resentimiento, pero creo que cruzaste la línea, Valentina no tiene la culpa de las idioteces de ustedes dos. Esa niña es inocente de todo y, como habrás escuchado, para ella eres su padre, no merecía el desprecio que le hiciste -reprendiéndolo-, debes estar fuera de ti para actuar de esta manera y yo no puedo apoyarte, no voy a tomar partido por ninguno en este momento. Sé que tanto Elena como tú tienen conflictos, pero es asunto de ustedes dos resolverlo. Discúlpame, no podrás quedarte en mi casa después de lo que hiciste y no por Elena, por Valentina -sentenció-. Te llevaré a un buen hotel y será todo lo que haré por ti, ya sabes dónde está el hospital y si gustas que te siga tratando, me buscarás allá.

Heriberto estaba tan molesto que no le preocupó escuchar eso. -Haz lo que quieras, déjame aquí en la calle, incluso, yo solo puedo buscar refugio en algún hotel, no te necesito, no necesito de nadie porque cuando lo hice nadie estuvo para mí -escupió con coraje.

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