XXXV. No quiero saber nada de ella

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Victoria estaba en shock, de momento todos los miedos vinieron a su mente al saber que despertaría. Lo único que pudo hacer fue revisarle los signos vitales y quitarle el tubo de respiración con cuidado para que no se ahogara, por lo que se tuvo que acercar a él quedando a milímetros de su rostro.

Ella se quedó observando su rostro con emoción y devoción, incluso acariciándole la mejilla. Fue justo en ese momento cuando ambos se miraron a los ojos profundamente y Heriberto abrió los ojos como plato al reconocer el rostro que tenía frente a él.

Los signos vitales se dispararon y justo en ese momento, ingresó Christopher, alejando a Victoria de Heriberto, organizando al personal para estabilizarlo.

–Hombre, necesito que te calmes –entre preocupado y emocionado–, déjanos estabilizarte.

Heriberto no podía hablar, pero Christopher distinguió que solo miraba a Victoria y algunas lágrimas escurrían.

–Sal del cuarto, por favor –le pidió Chris a Victoria– y no entres de nuevo.

Victoria lo miró extrañada. –¿Qué?, ¿por qué?

–Lo alteras demasiado, vete –ordenó con más dureza.

Ella se sintió mal en ese momento y salió de la habitación en silencio absoluto, mientras dejaba a Christopher al interior del cuarto para trabajar en la salud de Heriberto, después de un par de instantes, el equipo logró estabilizarlo y lo dejaron a solas con Christopher.

–Hombre, no sabes el gusto que me da verte despierto, ¿me reconoces? –Le sonrió.

Heriberto solo lo miraba en silencio sin decirle absolutamente. Tenía un bloqueo del habla que podía ser temporal y producto del coma de tantos meses.

–Me imagino que no puedes hablar, pero si me entiendes parpadea dos veces –él reaccionó positivamente en consecuencia–. Seguiremos con esa misma dinámica en cada pregunta –sentenció–, sin alterarte, ¿reconociste a la mujer que estaba aquí? –Él parpadeó. Christopher suspiró–. ¿Te molestó verla aquí? –Volvió a parpadear.

Christopher se sorprendió con la reacción de Heriberto, estaba claro que no quería tener ningún tipo de relación con Victoria. ¿Ahora qué sucedería?

–¿Quieres dejarla entrar? –Él parpadeó con fuerza.

Estaba claro. Heriberto no quería tener ningún tipo de relación o contacto con Victoria y eso, sin duda, quemaría el alma de su amiga.

–Está bien, no te preocupes –suspiró–. Solo confírmame algo, ¿no quieres verla ni después?

Heriberto le confirmó su sospecha y Christopher tragó en seco. Definitivamente esas no serían buenas noticias para Victoria.

–De acuerdo, hablaré con ella –resignado–. Hombre, volvamos a la situación, por lo que veo no existen reflejos en tu cuerpo y conforme a los estudios del día de ayer, hay una inflamación importante en tu columna. Todavía no puedo darte un diagnóstico definitivo, pero temporalmente estás cuadripléjico –sentenció– y tienes una pérdida en el habla que se recuperará paulatinamente –explicó.

Christopher alcanzó a vislumbrar las lágrimas que corrían por sus mejillas. Era claro que la noticia no era agradable para su amigo. Estaba convencido de que comenzarían un proceso muy largo con él para la recuperación.

–No quiero que te desanimes ni que hagas estupideces, Ríos, tú mejor que nadie puede entender la situación y comprender que aunque sea complicado, puede tener una solución –animándolo–, es cuestión de tiempo y esfuerzo de tu parte.

Heriberto solo lo miró con tristeza.

–Poco a poco, amigo, todo volverá a la normalidad –le prometió–. También quiero que sepas que tu hija está con vida –los ojos le brillaron–, está en otra habitación de este hospital bajo mi cuidado –prefirió mentir. Más valía decirle que estaba él a cargo de la pequeña, a decirle que Victoria se estaba por hacer cargo de su hija, pues de lo contrario, algo podía salir mal–. Está en buenas condiciones, sus afectaciones son menores a las tuyas, sin duda alguna –explicó.

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