XXII. El dolor de la imaginación

296 49 33
                                    

Fernanda salió con el resto mientras Elena levantaba las fotografías y el alma se le iba del cuerpo. Esas fotos daban a entender que tenían tiempo viéndose, pero no había ni una toma comprometedora, necesitaba arreglar eso.

–¿Está todo bien? –Se acercó Víctor.

–No... nada está bien, todo esto es un malentendido y yo me debo ir, no puedo perder a mi pareja por una estupidez, necesito que me cubras, por favor –suplicó.

–Elena, sabes que no podré hacer mucho si el jefe viene.

–Con que lo intentes es suficiente, por favor –pidió.

–Está bien, ojalá todo se arregle –la abrazó.

Elena tomó sus cosas y salió a toda prisa del lugar deseando encontrar a Heriberto en un modo más tranquilo para poder conversar.

Mientras tanto, los amigos de Heriberto iban detrás de él intentando alcanzarlo sin éxito.

Heriberto iba con el rostro empapado en lágrimas de coraje e impotencia, no podía creer lo que nuevamente le estaba pasando.

Heriberto iba con el rostro empapado en lágrimas de coraje e impotencia, no podía creer lo que nuevamente le estaba pasando

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Al llegar a la puerta de la casa, sus amigos lo lograron alcanzar.

–Heriberto, necesitas calmarte, por favor –le suplicaron.

–¡Quiero que se larguen, quiero que me dejen solo! Ya lograron lo que querían, ya consiguieron hundirme en el dolor, ahora ¡lárguense! –Muy herido.

Los tres se quedaron muy sorprendidos con la reacción, realmente se veía muy lastimado con lo sucedido. Intentaron acercarse en una segunda ocasión sin éxito y solo miraron cómo entraba a la casa cerrando de portazo.

–¿Qué va a pasar ahora? –Preocupada.

–No lo sé, pero no podemos irnos y dejarlo aquí solo...

Gabriel miró hacia el final de la calle. –Algo me dice que no va a estar solo.

–Esa zorra...

La interrumpió. –Lo mejor es alejarnos y que no nos vea, dejemos que ellos lo resuelvan, creo que ya nos hemos metido demasiado, Fernanda –señaló Gabriel.

–No podemos dejar esto así.

–Gabriel tiene razón, lo mejor es quedarnos por el rumbo, pero sin estar a la vista, solo en caso de que Heriberto nos necesite al salir de ahí, pero vamos, él debe hacer el reclamo y arreglar esto solo.

Fernanda no estaba muy convencida, pero accedió a retirarse del lugar con ellos y quedarse en un sitio cerca desde donde podrían ver si Heriberto salía de la casa.

Elena llegó unos minutos después sin notarlos. Entró a la casa con cautela y escuchó que algo se quebraba, miró a la cocina y no había nadie así que supuso que estaría en la recámara.

Respiró profundo y se acercó, mirando desde el umbral de la puerta a un Heriberto hecho pedazos de espaldas a ella metiendo sus cosas en unas maletas. No sabía si entrar o acercarse.

InmortalidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora