XXIX. La paradoja de las estrellas

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*Un par de horas después*

*Aeropuerto de la Ciudad de México*

El vuelo llegó en el tiempo previsto. Los tripulantes se mantuvieron a la altura y nadie le preguntó a Elena por lo sucedido ni quisieron interrumpir a la pareja mientras "hablaban" durante el vuelo (afortunadamente).

Descendieron del vuelo y caminaron a la sala de espera del aeropuerto para dividirse. Al final, Elena, Gerardo, Camila y Bernardo eran una nueva amistad de Alemania que deseaban conservar todos, pero que, también tenían su propio camino.

–Bueno, creo que aquí es la despedida –señaló Elena.

–Sí, pero es temporal ¿no? –Cuestionó Victoria nostálgica.

–¡Claro que es temporal, querida! –Intervino Camila–. Te prometo que nos vamos a frecuentar antes de que volvamos a Alemania, esta amistad es única –contenta.

–Es una promesa, Camila, nos tenemos que ver antes de que se vayan de regreso –suspiró– porque amaba ir a tomar el café con ustedes todas las mañanas.

–Te prometo que nos haremos espacio –señaló Elena–, así sea para un par de cafés y un buen chisme –prometió con una sonrisa.

–Cuídense mucho y ya saben que aquí tienen una amiga y un apoyo para ustedes si lo necesitan.

–El sentimiento es mutuo y el apoyo también –sentenció Camila.

Se abrazaron todos en la despedida y los vieron partir. Después tocó a ellos organizarse.

–¿Ustedes a dónde se van? –Les preguntó Heriberto a los muchachos.

–Yo creo que nos iremos con mi abuela a Baja California un rato –señaló Leandro–, la hemos dejado muy sola y como sea debemos regresar a la universidad también, así que la Ciudad de México tendrá que esperar. ¿Ustedes se quedan aquí o se van a Playa del Carmen?

–Nos vamos a quedar aquí en la Ciudad de México –explicó Elena sonriendo–, al final, en algún momento habrá boda –divertida.

–Sin duda necesitamos comenzar a probar qué es vivir juntos –irónico.

–¡Como si no tuvieran ya suficiente! –Intervino Susana–. Yo he regresado traumada de Alemania con todos sus besos y arrumacos indecentes.

Todos rieron.

–¿Tú te regresas a Puebla? –Le preguntó Diego a Susy.

–Sí, mi mamá ya está colgada de la lámpara preguntando por mí –rieron–, lo único es que necesito saber qué estoy autorizada a contar de ustedes dos tortolitos –comentó.

Heriberto respiró. –Puedes decirle que soy muy feliz y que estoy comprometido, no quiero que le des nombres ni nada, ya habrá oportunidad de que yo se la presente en persona.

–¡Como tú ordenes! –Divertida–. Elena... gracias –le tomó las manos–, gracias infinitas por hacer sonreír a mi hermano de nuevo y por amarlo como lo haces, hoy estoy convencida de que no existe mejor mujer en el mundo para él, que tú –confesó emocionada– y no podría tener mejor cuñada –divertida–, bienvenida a la familia –abrazándola.

Elena sintió un nudo formarse en su garganta. A pesar de todo, amaba estar comenzando esta etapa en su vida y estar conectando con personas tan maravillosas. La vida no podía arrebatarle nada más, lo tenía todo para ser feliz y lo iba a cuidar con su alma.

–Gracias a ti, Susy, te juro por mi vida que siempre buscaré la forma de cuidar, amar y sobre todo proteger a tu hermano.

–Lo sé –le sonrió.

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