XXVII. Años, amantes y copas de vino no se cuentan || Parte II

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-¿Te casarías conmigo, mi amor? -Escuchó decir a Heriberto.

Trató de mantenerse cuerda ante lo que estaba sucediendo, pero un remolino de emociones la arrolló al saber que estaba de frente al precipicio de las mentiras o de la verdad.

Si tan solo Heriberto le hubiera permitido hablar, esto no estaría pasando por su mente y no atormentaría su corazón. ¿Qué demonios iba a hacer? Nuevamente la vida la estaba poniendo en una encrucijada: un hombre maravilloso dispuesto a crear un futuro a su lado, un maldito futuro que no existía y que se desmoronaría al primer soplo.

Se llevó las manos a la boca sin saber qué decir, intentando recobrar la compostura ante la mirada expectante y nerviosa de Heriberto que sentía que la estaba perdiendo.

-Elena...

-Perdóname -con un nudo en la garganta-, no... no me esperaba algo así -logró articular-. Necesito... necesito un poco de aire -levantándose de la mesa.

Salió de ahí rumbo a los sanitarios sin decir una palabra más, dejando a un Heriberto confundido y asustado. ¿Se habría equivocado al proponerle matrimonio tan pronto?

Por su parte, Elena se adentró en el baño muy nerviosa, sentía palpitaciones y el cuerpo le temblaba mientras sentía que el aliento le faltaba, estaba experimentando ¿un ataque de pánico?

-Cálmate, Victoria, cálmate -se dijo a sí misma-, necesitas pensar.

Rebuscó en su bolsa y encontró su teléfono apagado. Ella no lo había dejado así. Le pareció extraño, pero intentó encenderlo, logrando que prendiera con poca batería y descubrió que tenía muchas llamadas perdidas de María, preocupada por todo, le regresó la llamada.

-¿Elena?, ¿está todo bien? -Se escuchó del otro lado de la línea-. Te he marcado mil veces y no me contestas.

-Me propuso matrimonio -escupió sin rodeos- y yo entré en pánico, estoy en el baño, ¿por qué tengo tantas llamadas perdidas tuyas?, ¿sabías algo? -Nerviosa.

-Cálmate, por favor -preocupada-, sí, sí lo supe en la mañana, intenté advertirte, pero me imagino que Gina y compañía se dieron a la tarea de evitarlo porque les dije que no te lo prepararan como una sorpresa o los sorprendidos podían ser ellos.

-¡Qué voy a hacer! -Con un nudo en la garganta-. Esto parece una pesadilla.

*Paralelamente, en la mesa*

Heriberto estaba en shock, no entendía la reacción de Elena, ¿por qué había salido corriendo de esa forma?, ¿le diría que no? Quizá se había precipitado. Sacó su teléfono pensando a quién llamar para calmarse, decidiéndose por Gabriel.

-Hola amigo, no digas que soy yo, por favor -suplicó.

-¡Hombre, qué gusto saber de ti! -Fingió alejándose del resto-. ¿Todo bien? -Preguntó cuando ya no lo escuchaban.

-No, no sé qué está pasando realmente, me siento confundido.

-¿Por qué?

-De momento se levantó y me dijo que necesitaba aire, se veía afectada con la pregunta, pero no feliz.

-No te apresures, no te ha dicho que no.

-¿Te parece que con su reacción me va a decir que sí? -Nervioso.

-No lo sé, pero de nada sirve que te atormentes, trata de respirar profundo y esperar a que ella vuelva.

-¿Y si no vuelve? -Atormentado.

-No tiene caso que pienses en escenarios trágicos, trata de respirar un poco, ambos son muy jóvenes y quizá ella no se siente lista, pero eso no significa que la relación tiene que terminar -explicó en un intento de calmarlo.

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