XLV. Un nuevo capítulo

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Victoria se lo quedó mirando en silencio intentando procesar lo que sus oídos habían escuchado. Por un momento miles de pensamientos le cruzaron por su cabeza y realmente no supo cómo reaccionar.

–¿Amor? –Llamó su atención, nervioso por su silencio.

Ella lo miró en silencio y pensaba responder cuando dos remolinos irrumpieron en el cuarto seguidas por Camila.

–¡Mami! –Corrieron hacia ella emocionadas al unísono al verla por fin en su cuarto.

Victoria reaccionó torpemente abrazando a las niñas. Todavía estaba procesando la información y tener a la pequeña entre sus brazos no estaba ayudando.

–¡Niñas!, con cuidado –pidió Camila–, su madre está adolorida.

–Mami, ¿por qué no estabas? –Reprochó Valentina con capricho.

–No nos llamabas –reclamó Paulina con un tono de tristeza y abandono.

–No... no pude –logró articular–. ¿Cómo les fue en la escuela? –Prefirió cambiar el tema.

Las pequeñas comenzaron a narrar su día a día desde que ella se marchó, pero Victoria no las estaba escuchando, ella se encontraba completamente inmersa en su mente y en todas sus conclusiones. Heriberto la miró y se dio cuenta que ella estaba ajena y hasta cierto punto indiferente con las niñas, así que decidió intervenir.

–Niñas, niñas –llamando su atención–, ¿por qué no van con su abuelo por un helado mientras su mamá descansa un rato? Todavía no se siente muy bien.

Las pequeñas miraron interrogantes a su madre y esta asintió. –Bueno... –aceptaron con desagrado y salieron del cuarto cabizbajas con Camila detrás de ellas.

Victoria...

–No, no quiero que sigamos hablando, lo que quiero es estar sola un momento, por favor –lo más calma posible.

Heriberto la miró y decidió no pelear, solo se salió en silencio. En cuanto él cerró la puerta de la habitación, Victoria se dejó caer en la cama soltándose en llanto. Tenía miles de emociones encontradas, por un lado, sabía que la niña no tenía la culpa, pero por la otra, no podía evitar sentir rabia, coraje e impotencia de no haber luchado más.

El doctor se quedó en la habitación contigua en silencio, meditando la reacción de Victoria. Sin duda no esperaba esa actitud por lo sucedido, pero tampoco podía culparla, no era una noticia fácil de digerir y, aunque en parte ella había provocado eso, entendía que se podía sentir mal con ello.

Pasó cerca de una hora hasta que Heriberto decidió ingresar a la habitación nuevamente, topándose con una imagen que le estrujó el corazón. Victoria se encontraba recostada y abrazada a sus rodillas con rastros de lágrimas en sus mejillas. Se había quedado completamente dormida.

Heriberto se recostó junto a ella abrazándola con fuerza y permanecieron en esa posición por unos instantes hasta que Victoria lo sintió y despertó girándose entre sus brazos.

Heriberto se recostó junto a ella abrazándola con fuerza y permanecieron en esa posición por unos instantes hasta que Victoria lo sintió y despertó girándose entre sus brazos

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