XXX. La fotografía

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Elena se quedó fría al alzar la mirada para verlo. El haberlo escuchado llamarla por su nombre hizo que su corazón se detuviera en seco, esto no podía estar pasando, el mundo no podía ser tan pequeño. El tiempo se detuvo unos instantes. Se hizo un silencio sepulcral por unos segundos.

Silencio que ella rompió. –Elena... –intentó corregirlo– me llamo Elena –en un hilo de voz.

El resto miraba la escena con curiosidad y extrañeza. Ninguno entendía la reacción de Franco y menos la respuesta tan nerviosa de Elena.

–Papá, ¿estás bien? –Al notarlo en un estado de shock.

Su actitud y su semblante se transformaron y se acercó un poco más. –Disculpen, es solo que eres idéntica a una... vieja amiga –explicó lo más calmo que pudo.

Elena sintió que el mundo se le estaba haciendo pedazos, el universo la estaba odiando con fuerza, primero lo sucedido en Alemania y ahora esto. Los ojos amenazaban con cristalizarse al escucharlo.

Victoria Sandoval –concluyó Franco.

Elena tragó en seco muy nerviosa, no quería que ese nombre resonara en las paredes de ningún sitio y mucho menos en la mente de Heriberto, pero ya estaba dicho, así que solo se le ocurrió mentir. –Sí... es mi mamá.

Todos estaban sorprendidos.

–¿Estás bromeando? –En shock–. ¿De verdad?

–Sí –suspiró.

–¡Por Dios!

–¿La conoció? –Tratando de mantener la cordura y la conversación.

–Sí. Sí –muy emocionado–. Éramos... grandes amigos –mintió–. La conocí en Londres.

–Sí, sí, ella vivió ahí en los 70's –algo nerviosa–, justo antes de mudarse a... París y conocer a mi papá –tragó en seco, esperando no enredarse en sus mentiras.

–¡Increíble! –Señaló Heriberto muy sorprendido–. ¡Qué coincidencia!

–¡Qué mundo tan pequeño! –Señaló Antonia muy sorprendida.

–El parecido es asombroso –continuó Franco–, seguro que siempre te lo dicen.

–Desde que tengo memoria –mintió.

Elena deseaba salir huyendo de ahí lo antes posible, no soportaba más el interrogatorio, el momento ni la situación. Todo era demasiado.

–¡Wow! –Mirándola con sorpresa, aún no salía del shock–. Definitivamente éramos muy cercanos.

Antonia no supo por qué, pero se sintió muy incómoda con la emoción del tono de Franco. –¡Ya lo dijiste, Franco! Me sorprende que nunca la hayas mencionado.

–Supongo que sí, en algún momento –sin darle mayor importancia a Antonia.

–No, no, recuerdo muy bien a tus amistades cercanas –sentenció.

–¿Cómo está ella? –Le preguntó Franco ignorando a su esposa.

Elena sentía que cada nueva respuesta la iba a mandar más al infierno. –Ella... falleció –con un nudo en la garganta–. Hace seis años.

El rostro de Franco se transformó a uno de verdadero dolor. –No... ¿de verdad? –Retóricamente–. Lo siento mucho. Era una mujer extraordinaria.

Elena lo miraba con mucho dolor en el alma, el recuerdo entre ellos dos pesaba demasiado, la historia había sido muy bella y había concluido con un final terrible. Definitivamente, la situación estaba siendo muy incómoda. Podía sumar un alma más a su caja de heridas causadas.

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