Todos se quedaron mudos cuando identificaron en qué aeropuerto habían aterrizado. Daniela sintió que el alma se le iba del cuerpo al notar que estaban de vuelta en aquel sitio lleno de recuerdos tan amargos y tan dolorosos. Susana no sabía que pensar. Mientras que Antonia creyó que Victoria se estaba volviendo loca al ponerlos en semejante riesgo.
Fue Heriberto el primero en atreverse a hablar, tratando de mantener la compostura.
–¿Qué... qué significa esto... Victoria? –Cuestionó con cierto nerviosismo y enfado en su voz.
–¿Te volviste loca? –Riñó Antonia con coraje.
–Esto... esto tiene... que ser una... broma –logró balbucear Daniela.
–Victoria –insistió Heriberto.
Ella los miró en silencio por unos instantes. Tenía claro que no sería un momento fácil cuando descubrieran a dónde estaban aterrizando y no se equivocó, pero también sabía que no era el lugar ni el momento de darles explicaciones porque, aunque ellos no lo creyeran en ese instante, ella temía que algo saliera mal, pese a todas las precauciones que había tomado.
–No, no es una broma, estamos en el aeropuerto de la Ciudad de México –suspiró– y voy a responder sus preguntas, pero no aquí –serena–, ha sido un viaje muy largo y yo prefiero irme a la casa en donde pienso vivir este tiempo para que, ya establecidos podamos sentarnos a platicar, son libres de acompañarme o de quedarse a esperar un vuelo nuevo.
La miraron como si se hubiera vuelto loca. Victoria no esperó respuesta y se encaminó a bajar del avión con ambas pequeñas, el bebé y la compañía de Micaela que se mantenía callada.
–¿Es de verdad que te vas a bajar del avión sola con las niñas? –Cuestionó Heriberto entre incrédulo y molesto.
–Sí, es de verdad –confirmó ella sin titubeo–, eres libre de quedarte con ellos –aludiendo al resto que se miraba sorprendido– o de acompañarnos –sentenció mientras caminaba hacia la salida.
Heriberto la tomó del brazo para evitar que se bajara sintiendo un remolino de emociones en su interior. –Victoria –en un tono más mesurado–, por favor, piensa un momento las cosas, bajar de este avión es un riesgo y lo que menos deseo es que algo te pase a ti o a nuestros hijos.
Ella suspiró. Era evidente que Heriberto estaba muy preocupado y no era para menos, su situación era complicada.
–¿Confías en mí? –Fue lo único que se le ocurrió decir.
Él la miró dubitativo por unos instantes. –Sí –atinó a decir sin mucho convencimiento por el rumbo que sospechaba que tomaría esa conversación.
–Entonces créeme cuando te digo que estaremos bien a donde iremos –sentenció enigmática– y que esto tiene una muy buena explicación de mi parte.
Heriberto suspiró al escucharla. Sin duda un escalofrío le recorrió por los nervios de la espalda al recordar, en cuestión de segundos, tantos momentos duros y amargos que había vivido en su país. Sin embargo, conocía a su esposa y estaba convencido de que algo importante estaba pasando porque no se veía con intenciones de cambiar de opinión sobre su estancia en México.
–Espero que no termines arrepentida de esta decisión –señaló Heriberto a modo de aceptación de descender del avión con ella.
–Hijo, no, por favor –suplicó Antonia muy angustiada.
–Ustedes son libres de quedarse con nosotros o de marcharse en otro vuelo, mamá, pero yo he decidido que me quedaré con mi esposa –sentenció.
Antonia iba a replicar algo más, pero Franco intervino. –¿Por qué no te adelantas, hijo? Nosotros los alcanzamos en un momento más –pidió calmado.
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Inmortalidad
FanfictionLa vida eterna no tiene futuro, aunque suene contradictorio, pues una persona que resulta inmortal no puede encontrar nunca un final certero a su camino y, por ende, siempre tendrá que vivir de mentiras, huir del pasado y esperar a que el futuro no...