X. La vida y sus segundas oportunidades

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Por un instante fue como si el tiempo se hubiera parado. Ella sintió que el corazón se le iba a salir del pecho, parecía una señal del destino, nuevamente lo tenía frente a ella, era como si la vida le diera la oportunidad de la que María tanto le había hablado.

Heriberto por su parte no podía creer lo que sus ojos veían, debía estar alucinando, el mundo no podía ser tan pequeño y no era posible tanta suerte.

–¿He... Heriberto? –Sonrió–, ¿qué haces aquí?

–No eres una ilusión –respondió más para sí mismo, seguía en shock.

Ella no pudo evitar reír. –No, al parecer soy de carne y hueso, mira –lo agarró del brazo sonriendo– y por lo que veo no esperabas verme o encontrarme aquí –señaló algo apenada.

–Pensé que no te volvería a ver –reconoció con un tono más oscuro en su voz.

Ella se dio cuenta que él estaba entre molesto y dolido, no era para menos.

Agachó la mirada. –Lo sé... ¿tienes tiempo?, ¿me regalarías unos minutos? –Un poco nerviosa.

–¿Para qué? –Preguntó con un poco de dureza.

–Mira... entiendo si no quieres verme más, fui yo la primera en portarse mal contigo, pero –suspiró– debes saber que estoy muy arrepentida de lo que dije ese día. No quise herirte. Por favor, acéptame una comida a modo de disculpa y platiquemos un poco.

Heriberto sintió que el alma le volvía al cuerpo ante semejante declaración. –Está bien.

Ella tomó su bolsa del camastro y se encaminaron a un restaurante que estaba cerca, pidieron una mesa para dos y, por fortuna, les tocó una alejada del resto de la gente con una vista muy bonita.

Ella tomó su bolsa del camastro y se encaminaron a un restaurante que estaba cerca, pidieron una mesa para dos y, por fortuna, les tocó una alejada del resto de la gente con una vista muy bonita

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Se sentaron en silencio unos instantes hasta que Heriberto rompió el silencio.

–Bien, ¿de qué quieres platicar?

–No sé ni por dónde empezar, Heriberto –suspiró–, la realidad es que mi vida ha sido dentro de todo muy buena, desde mucho antes de lo que te imaginas, pero me ha tocado experimentar momentos muy tristes como en esa ocasión y definitivamente estaba muy sensible, lo que pasó con Odín, mi perrito, fue algo que realmente me sacudió y fue la razón por la que actué tan mal contigo –reconoció apenada– y días después, estando más tranquila, me di cuenta de lo amable y maravilloso que te has portado conmigo, es solo que fui muy estúpida para aceptarlo y disculparme antes, pero me di cuenta de lo que hice y quiero decirte que lo lamento mucho –con un nudo en la garganta–, créeme que yo tampoco imaginé encontrarte aquí, pensé que tendría que irte a buscar hasta tu departamento para disculparme –le sonrió con cierta diversión.

Heriberto estaba sorprendido y sabía que ese momento lo haría perderse mucho más en aquellos ojos color esmeralda que brillaban tan divinamente porque de todo lo que cruzó por su mente, jamás se imaginó que ella se disculparía.

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