LV. Verdades al descubierto

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El miedo le recorrió cada centímetro de piel como un torrente eléctrico quemando su cuerpo. Su pulso se aceleró al límite y lo único que pudo hacer fue recargarse lentamente en la pared para dejarse caer al piso del baño con la prueba entre sus manos aferrándola a su pecho mientras releía la amenaza con cautela...

"Sabemos muy bien dónde están. No tienen escapatoria. La justicia mexicana sabrá que han salido del país sin el permiso correspondiente y los harán volver a nuestras manos.

Podrán buscar ayuda en Franco, pero nada va a lograr que ustedes cambien la historia...

Díganle a Victoria que Rusia no se quedará sin respuestas. La vamos a encontrar y ella también va a sentir el infierno en esta vida porque aún no sabemos por qué, pero vale su peso en oro y ella lo sabe muy bien.

Recuerden que no existe y no encontrarán ninguna forma de hundirnos, tan solo piensen que Heriberto está alimentando a los peces del océano atlántico por tratar de ir contra la corriente, misma corriente que ustedes siempre apoyaron.

Pronto sabrán de nosotros y de rodillas pedirán piedad. Es una promesa.

—Anónimo."

De pronto, tocaron la puerta. >>Amor, ¿estás ahí? Se escuchó preguntar a Gabriel.

–Sí, aquí estoy –respondió con calma–. Ahora salgo, dame un segundo.

–Maldita seas, Leonela –murmuró para sí llena de coraje–, pero esta vez no lo vas a lograr, no nos vas a hacer daño –se prometió a sí misma mientras escondía la prueba en uno de los bolsillos de su pantalón mientras en el otro escondía el anónimo. No estaba segura de lo que haría con eso, pero, por el momento, era mejor callarlo, no arruinaría la paz de su hermano con algo así. Prefería ignorarlo hasta tener algo más certero en mente o algo más planificado.

Se limpió las lágrimas, respiró profundo y tomó valor para salir a ver a Gabriel fingiendo que nada había pasado, pues aún tendría que procesar todo antes de decirle lo que estaba sucediendo.

–¿Qué tanto hacías allá metida? –Cuestionó Gabriel con curiosidad.

–Nada, estaba contemplándome en el espejo mientras pensaba en cómo ha cambiado todo en este mes, en nuestras vidas –disimuló.

–¡Vaya que ha cambiado todo! –Reconoció abrazándola–. Las cosas están mucho mejor, ¿no crees?

Ella suspiró. –Sí, sin duda están mejor, aunque debo reconocerte que me preocupa, todo ha salido demasiado bien.

–Me imagino que lo dices por el tema de Leonela, pero no tienes nada de qué preocuparte, te aseguro que no nos volverá a dañar.

–No puedes asegurar eso, amor –recordando el anónimo–, pero tampoco nos vamos a atormentar, iremos viendo esto poco a poco, además, todavía tengo un poco de la paranoia que solíamos sentir en México –reconoció.

–Es normal, pero nos tenemos que acostumbrar, la realidad es que aquí en Alemania las cosas han cambiado muchísimo, Heriberto es otro –reconoció con alegría– y sin duda eso nos ayuda a que la realidad se sienta muy diferente.

–Sí, solo espero que esta realidad no sea pasajera –reconoció con un poco de miedo al pensar en lo que ese anónimo podría traer a su vida.

–Tranquila, amor –la abrazó Gabriel–, todo va a estar bien, ya verás.

Daniela solo pudo mirarlo y sonreírle en silencio, mientras su hermana aparecía con su particular encanto y se sentaba a conversar con ellos por un rato. Posteriormente se unieron su madre y los amigos de su hermano para terminar saliendo en conjunto rumbo a casa de Victoria para visitar a las niñas.

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