LXII. Sala de emergencias

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*Cabaña Ríos Bernal*

Heriberto había llegado cerca de las 9:30 de la noche para la cena, descubriendo que todos estaban preocupados.

–¿Qué sucede? –Curioso.

–Hijo, Victoria se fue a medio día a recoger a Paulina a la escuela y es la hora en que no regresa ni se comunica, ¿has hablado con ella?

–No, pero ahorita le marco, quizá se entretuvieron en algo.

Sacó su teléfono y notó que estaba apagado. Se había quedado sin batería. Fue por su cargador y lo conectó. Cuando encendió el aparato encontró cerca de 12 llamadas perdidas de su esposa.

–Tengo demasiadas llamadas pérdidas de ella, aproximadamente a la hora de la salida de Paulina –desconcertado.

–¿Por qué no le respondiste? –Cuestionó María molesta.

–Estaba en cirugía, las cosas se complicaron y tardó más de lo previsto, salí cerca de las 8:30 de la noche y me vine para acá porque habíamos quedado en cenar todos juntos.

–¿Por qué no le hablas a Pablo? –Cuestionó Gina–, quizá él pueda ayudarnos.

–¿Ayudarnos?, ¿ayudarnos a qué? –Desconcertado–. ¿Por qué su solución es llamar a la policía? –Nervioso.

–Hijo, ya son muchas horas, Victoria ha estado completamente incomunicada con nosotros, no es normal y menos teniendo a Paulina, es mejor ser precavidos, nosotros no hemos marcado más porque llegamos a pensar que estaba contigo, pero dadas las circunstancias y que has llegado solo...

La interrumpió. –Está bien –entendió–, le marcaré a Pablo.

Heriberto le marcó en varias ocasiones, pero no tuvo éxito. Las llamadas sonaban ocupadas, era como si Pablo estuviera hablando con alguien más en ese momento.

–No me responde –señaló frustrado.

–¿Qué hacemos? –Cuestionaron preocupados.

–Calmarnos y esperar un poco, quizá ella se vuelva a comunicar y si no es así, esperar a que Pablo se desocupe para marcar de nuevo –sugirió Susana.

–Hay que avisarle a Ernst lo que está pasando –pidió María–, siempre es importante que estén enterados de lo sucedido por si esto es algo peor.

–Sí, tienes razón.

–Yo me encargo –señaló María–, sirve que ocupo mi mente en algo más y no estoy atormentándome.

María se levantó de la sala y caminó para hacer la llamada.

El ambiente era muy tenso.

Se siguieron intentando comunicar durante cerca de una hora hasta que lograron que Pablo les respondiera.

–¡Al fin contestas, hombre! –Señaló Heriberto–. Necesito tu ayuda, mi mujer no aparece y no responde ni llamadas ni mensajes, no es un comportamiento usual ni habitual en ella y lo sabes –angustiado.

La línea se quedó en silencio por unos instantes y se escuchó un suspiro pesado. –Lo sé, Heriberto y no sabes cómo lo lamento –preocupado–, Victoria tuvo un accidente y está muy delicada.

–¿Qué estás diciendo? –Angustiado–. ¿Cómo? ¿A dónde está? ¿Qué le pasó, Pablo?

–No tengo detalles todavía, voy camino a la clínica en la que la están atendiendo, entró por urgencias, pero no tengo conocimiento de más detallesmintió.

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