XVIII. Preguntas incómodas

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Una vez que sus cuerpos recuperaron el ritmo cardiaco normal, él se separó de ella y la abrazó besándole la frente. –Eres preciosa, mi amor.

–Tú eres un atrevido –divertida–, pero como me encantas –besándolo–. ¿Ahora sí podemos entrar a la ducha, doctor?

–¿Es una invitación? –Pícaro.

–¿Es en serio? –Riendo–. No han pasado ni diez minutos y ¿tú quieres una invitación a mi baño?

–Bueno si me lo pides así con tanta insistencia... –rieron.

Ella se bajó del mueble y lo tomó de la mano caminando hacia la ducha sin pena alguna, permitiendo que Heriberto se deleitara con la vista. Ingresaron a la regadera entre besos y abrazos envolviéndose en una nube de ardor y pasión incontrolable, arrebatadora y llena de amor.

 Ingresaron a la regadera entre besos y abrazos envolviéndose en una nube de ardor y pasión incontrolable, arrebatadora y llena de amor

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*Restaurante*

Diego y Fernanda estaban disfrutando de su cena a la orilla de la playa comentando el congreso cuando, inevitablemente, salió a relucir el tema de Heriberto, una vez más.

–¿Qué crees que realmente pueda estar pasando, Diego? –Cuestionó Fernanda con cierto desespero.

–Ya te dije, no lo sé, simplemente me preocupa, Heriberto está en un momento muy vulnerable y siento que, si perdiera algo importante ahora, se moriría –preocupado.

–¿Estás dando por hecho mi teoría con la tal... Cristina? –Sorprendida.

–Es que no se necesita tener tres dedos de frente para saber que es muy extraño todo, Heriberto estaba triste cuando llegamos y de la nada su humor ha mejorado considerablemente, ¿no lo crees? –Ella asintió–. Sino tiene que ver con Cristina, entonces, ¿a quién conoció?

–¿Crees que realmente haya conocido a otra persona y haya caído tan rápido? –Cuestionó Fernanda con ironía–. Yo lo dudo, a mí se me figura que él tiene contacto con la tal Cristina.

–Me intriga demasiado esa mujer, ¿cómo será?

–Mientras no sea igual de superficial y mezquina que Leonela, puedo vivir con eso –sentenció Fernanda–, porque de ser el caso, sería la misma gata solo que revolcada y puede terminar peor que con Leonela.

–¿Crees que debamos indagar más? –Intrigado.

–No lo creo, es lo que platicamos por la tarde, si lo forzamos va a resultar peor y no queremos eso –pensativa–, ¿por qué no mejor esperamos a que él solito se eche de cabeza? Heriberto no es muy bueno mintiendo y seguramente podremos enterarnos antes de lo que esperamos –sonriéndole–. Además, de cierta forma me da paz que ya no esté tan depresivo, aunque la razón no sea la más agradable o la más ideal, en este momento.

–Eso no lo podemos saber a ciencia cierta, pero ya lo descubriremos, amor –besándole la mano.

*Casa de Elena*

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