CAPÍTULO 08

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"¿QUE ME HAS HECHO?"

Camino sin rumbo fijo, no se que hago, solo dejo a los tres hombres en ese callejón, mientras el chico de pelo pintado sostiene su mirada en mi espalda.

Me apresuro a llegar a una esquina para girar y procurar poner la mayor distancia posible, me traen mala espina pero yo no me dejo intimidar por nada, ni por nadie.

Pero escucho pasos, de una sola persona, muy rápidos y que seguramente intentan alcanzarme. Avanzó el paso mientras sostengo con más fuerza la tira de mi mochila, apresuro el paso pero entre más lo hago los osos que me siguen aumentan su ritmo, al igual que yo.

Echo a correr por estas vacías calles de noche y desconocidas para mi, corro y miro por encima de mi hombro, y veo al chico del callejón persiguiéndome.

¿Que cojones quiere?

Paro, dejo de correr y me doy la vuelta, algo que parece sorprenderle, por que dejase correr quedando a unos metros de mi.

—¿Por que no me dejas en paz.? —gruño

—Yo solo me quiero divertir, chica.— contesta y se acerca a mi.

—Apartare de mi, no quiero asustar a nadie ni lastimar a nadie. Así que déjame en paz y yo prometo no buscar problemas.—

—No es tan fácil, chica.— dice y se acerca a mi.

—Chac, déjala.— ordena una voz tras de mi y me tenso, me pongo de lado para no darme la espalda a ninguno.

—Pero... sus...— se calla por la mirada que le dirige el chico que parece de entre la oscuridad.

Atlético, mandíbula marcada, cabello negro y no diferencia el color de sus ojos, la poca luz ni me deja observar los detalles.

Me dispongo a planear un plan, he escapado de el Gran Edificio ¿como va a ser difícil escapar de dos tíos?.

Pero el chico de pelo gris acorta la distancia y me coge del brazo, le doy un puñetazo en el ojo, con mi rodilla le doy un fuerte golpe en sus partes haciendo que se retuerza y me suelte.

—No me toques, gilipollas.— escupo mirando al chico tirado en el suelo y de reojo miro al chico de pelo oscuro.

Paso por encima del chico y gruño un poco cuando el otro chico da una paso pero yo procuro dar dos menos de él.

—Dejadme en paz o terminarás peor que tu amigo.— aviso con veneno para luego desparecer por una esquina.

No tengo ni la menor idea de que hago o a donde voy. A duras penas tengo ropa y eso por que mi mejor amigo la empaco en mi mochila...

Los nervios me consumen y se me revuelve el estómago, me intento controlar pero cuando llego de nuevo a la estación de buses el estómago está el doble de revuelto, me siento en una de esas típicas sillas de la estación de buses y apoyo mis codos en las rodillas e intento controlar los pensamientos malos.

Podrían haber vivido a Dipp, estarán apunto de encontrarme, Wany y Fire estarán subidas por las paredes de los nervios, Yoni se siente culpable, yo me siento en una crisis existencial por que no tengo ni la menor idea de cómo sobreviviré en una ciudad tan grande, la cual no conozco ni de lejos, y si me llegan a coger dudo mucho que me lleven a juicio, sigo sin entender por que me cogieron, ¿por que soy yo la que se tiene que enlazar con Esko? ¿No se supone que cada lobo tiene su lazo hacia su compañera? Y estoy segura de que no soy la compañera de nadie, al menos no de Esko.

La cabeza me empieza a dar vueltas, las manos me tiemblan un poco y el ataque de nervios me invade haciendo que mi estómago se revuelva intensamente y me produzca arcadas.

Y vomito, el ataque de nervios y pánico me hace expulsar todo lo de mi estómago.

La cabeza me da vueltas y como puedo cojo la diminuta botella de agua que Yoni empaco en mi mochila, me lavo la boca y escupo a un lado.

Mis ojos húmedos del esfuerzo me hacen sentí peor, siento que todo se vuelve borroso y el pánico se apodera de mi, no me puedo dormir, no aquí o me encontrarán.

Me levanto cogiendo la mochila y me tambaleo.

Mierda, mierda, mierda... no puedo ¿que me pasa? Creo que no solo son los nervios, algo me han hecho...

Y de la oscuridad surge una sombra, una sombra que reconozco como la del chico que aprecio después del de gris.

—¿Que me has hecho?— murmuro pero el se mantiene en segundo plano mirando como me tambaleo para salir de allí.

Empiezo a gruñir y siento como los colmillos se hacen presentes y como me transformó en una loba negra.

El chico no se mueve solo me observa con extremada curiosidad.

Gruño, nuestro mis colmillos, mi ira, pero aún así no se mueve y sabe perfectamente que lo estoy en condiciones para atacar.

Me tambaleo de nuevo y esta vez en definitiva me desplomo mientras la oscuridad me envuelve en su manto.

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Parpadeo varias veces, intento acostumbrarme a la escasa luz amarilla e intento pensar que pasa, donde estoy.

Me incorporo y hundo mis manos en la suave colcha de color vino tinto, una cama grande, de matrimonio, con muchas almohadas, y una gran lampara de araña en el techo, dos mesas a cada lado de la cama y un sillón junto a la ventana... ¡la ventana!

Me levanto rápido e ignoro el gran mareo y náuseas que me provoca, mis rodillas fallan pero mis fans de escapar de donde sea que esté y me apresuro a llegar a la ventana.

La abro, el frío y la oscuridad me invade, no tengo mi sudadera pero al menos tengo mi ropa intacta, miro hacia abajo y agradezco que esté edifico sea como los de Nueva York, con escaleras y una reja.

Paso al otro lado de la ventana pero me quedo inmóvil al ver su figura ahí, sentado con una pierna en el aire y la otra doblada para apoyar su codo, con un palito de dulce en la boca y un gesto un poco tranquilo observando la ciudad.

Lleva una camisa sin mangas que deja ver su costado musculoso y trabajado, viste todo de negro al igual que yo, su pelo le cubre un poco la cara dándole el toque interesante y de chico malo y sexy, pero esfumó esos pensamientos.

Me tenso e intento trazar un plan para huir, empiezo a analizar las escaleras, los pisos de abajo y los que se encuentran arriba, saltar no es una opción pese a mi rápida curación creo que no sanaría lo suficientemente rápido para jugar y dolería muchísimo.

¿Le noqueó y salgo corriendo? No creo que sea tan fácil, demasiados musculitos tendrán que servir de algo ¿no? Pero hombre, llevo toda mi vida entrenando supongo que también servirá de algo...

—Sabía que intentarías salir por aquí, no soy tan idiota.—rompe el tenso silencio.

—¿Estas seguro?— preguntó y delató que pienso hacer algo, su mirada se fija en la mía y diferencio los ojos marrones como el chocolate.

—No creo que vayas a sal...— no termina la frase por que según empieza a hablar me cojo de la baranda de arriba dando un salto y me impulso hacia arriba, pero siento las manos del chico en mi tobillo.

Le doy una patada en la cara haciendo que me suelte y yo caiga de nuevo a la casilla de salida, el chico intenta cogerme por la cintura pero soy más rápida y giro, la abertura de la baranda es bastante grande y yo tampoco es que sea muy grande.

Y caigo al vacío, el chico se asoma con cara de sorpresa, condición, y un poco enfadado, que va, muy muy enfadado.

Siento como la gravedad ejerce su ley pero me aferro a un metal frío a mi lado. El dolor me recorre y hace que mis ojos se humedezcan, mi cuerpo se estampa contra la baranda y un crujido en mi hombro y costillas me hace gritar.

CASUALIDAD PROHIBIDA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora