CAPÍTULO 28

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"DULCES ÁCIDOS"

Me levanto de la cama de un salto cuando escucho la puerta, y jamas me había emocionado tanto por que una persona que no fueran mis madres o Yona llegara a casa.

Le sonrió cuando entra con Weish detrás y una bolsa en la mano,

—!K¡—saluda Quinver.

—Quinver—le devuelvo el saludo con una sonrisa ocultando la emoción de verla,  ni siquiera se si me considera parte de su familia, de sus amigos y es estupido lo se, solo llevo dos días con todos ellos, pero ya me siento normal, no me siento perdida.—Hice yo la comida, no hice filetes ni nada de eso yo...—

—Da igual, cuando cocines tu pues será a lo vegetariano.—-dice Weish pasándome el brazo por los hombros y llevándome al sofá junto a él.

—Eso—lo apoya Quinver y se sienta en el sofá, yo en el medio de ambos y no se donde estarán los otros dos, pero realmente me da igual, me siento un poquito mal por haberle dicho esas cosas a Lennox, es decir, obviamente es su manada, no tengo derecho a decir cualquier cosa, ni siquiera estoy en una y mucho menos me han tratado como parte de la manda, literalmente mi vida en la manada de mis madres era ser siempre ser la excluida y simplemente pasaban de mi como si yo no estuviera ahí, creo que eso era más fácil que aceptar que uno de los suyos sea incapaz de transformarse en lobo.

—Pues vamos a comer por que me muero de hambre.—comenta Weish y se levanta a la cocina para empezar a servir la comida, yo le ayudo a pasar los platos y organizar la mesa, la chica de pelo castaño, ni siquiera se su nombre, se sienta en el sofá pero no hay rastro de Lennox.

—Una pregunta, Quinver.—susurro cuando estamos juntas poniendo los tenedores en la mesa.

—Dime—contesta sin levantar la mirada.

—¿Ella siempre esta aqui?—pregunto bajito y Quinver sigue mi mirada.

—¿Weina? Suele pasar por aquí pero luego se pierde por días.—explica y seguimos haciendo nuestro labor.

Nos quedamos calladas hasta que nos sentamos todos en la mesa pero no hay rastro de Lennox, la comida se le enfría y no tiene pinta d venir aquí, así que me levanto a mitad de su charla y cojo el plato.

—Iré a llevarle esto.—aviso.

Puede que Lennox no me caiga bien y que mucho menos seamos mejores amigos pero mis mamás siempre me enseñaron a no rechazar a nadie y mucho menos pasar de una persona así me caiga mal, en resumen: ser amable con todo el mundo.

No espero respuesta y voy a la habitación de Lennox, toco dos veces y abro la puerta, y me sorprende la habitación.

La cama es igual de grande a la mía, con colcha blanca y almohadas grises y negras, un hermoso mural de un lobo aullando a la luna y algún que otro póster de álbumes de música, un escritorio igual que el mío solo que más desordenado y con una guitarra eléctrica en una esquina, no me da tiempo a analizar nada más pues no quiero parecer que realmente lo analizo.

—Yo... vine a tratarte la comida, se enfría y creí que tendrías hambre—digo sin rodeos, osi sin su peronismo y dejo el plato con el tenedor a un lado de los papeles de su escritorio, procuro no mirar pero me llama la atención una carta escrita a mano pero quito la mirada y me alejo a la puerta bajo la atenta mirada de Lennox en su cama, con un libro en su regazo y una postura un pco tensa.

—¿Esa es tu forma de disculparte?—pregunta sin ningún tono expresivo en su voz.

—¿Discúlpeme? ¿Por que debería disculparme? Yo solo estoy siendo amable.—digo y no puedo descifrar que es lo que oculta o lo que le parece mi respuesta y como tiene pinta de querer decir ni una palabra agregó—Ni se si se habrá enfriado, iré a comer—y me doy la vuelta sin esperar respuesta.

CASUALIDAD PROHIBIDA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora