"OH, NO..."
Doy la vuelta y me aviento al vacío, intento agarrarme de lo primero que tengo, así que agarro algo duro para agarrarme pero en vez de quedarse ahí cae junto a mi.
Caigo al suelo con un quejido mientras abro los ojos, y para mi sorpresa Lex está encima de mi con cada uno de sus brazos a cada lado de mi cabeza para no aplastarme, su rostro esta tan cerca al mío, su cabello revuelto haciéndolo más, si se puede, jodidamente sexy.
Me aclaro la garganta y él se aparta con una confusión reflejada en sus ojos chocolate, me reincorporo en el suelo y escucho que alguien empieza a toser en busca de oxígeno y veo a Quinver con un taza entre las manos, Weish a su lado con una tostada en la boca le da golpecitos en la espalda.
Y nos miran fijamente a nosotros, Lex sentado en el otro extremo del sofá apartado de mi y yo aquí en el suelo con la espalda apoyada en el sillón.
—¿Buenos días?— pregunto.
—Como hayas incumplido nuestro trato Lennox, te juro que te mato y te quedas sin descendencia.— amenazaba Quinver dejando la taza en la isla en mitad de la cocina y se acerca con paso decidido a Lex que tiene una puta cara perfecta de dormido.
—Eh, eh, yo no hice nada, sabes que yo cumplo los tratos, Quin.— la calma levantándose y poniendo sus manos en los hombros de la chica de pelo azul.
—Esto es raro.— comenta Weish dándole un bocado a su tostada.
Me levanto con una mueca, me dolerá todo el cuerpo por la mala posición del principio, porque de la que me acabo de despertar estaba fantástica.
—Me voy a duchar.— aviso y me voy a mi habitación por la toalla y me meto al baño para darme una ducha y despejar la mente que no para de repetir la escena de Lex junto a mi... sus manos en mi pelo y cintura, su respiración en mi nuca, su calor envolviéndome, su olor, las cosas raras que me hace sentir y no quiero.
Al salir del baño me dirijo a la habitación y me coloco la ropa del primer día, un jean negro ajustado con un tío y l sudadera vinotinta del alfa que está en el salón.
Cuando abro la puerta la de enfrente también lo hace y me encuentro con Lex medio desnudo, solo con una toalla en la cintura, me lo como con la mirada eso es inevitable.
Tiene tatuajes en el hombro y en el pecho, la tableta está marcada, igual que la V, y joder, que vistas han buenas.
Me sonrojo pero me lo sigo comiendo con la mirada. Si, es un puto Dios griego y más.
—¿Terminaste? Es para saber si me puedo mover.— dice y gruño.
—Y luego que no eres capullo.— ruedo los ojos y voy al salón.
Busco entre los armarios para ver que hay para comer, cojo unas galletas y un vaso de agua, así me doy por desayunada.
—¡K!— llama Quinver desde su habitación, cojo una galleta más y voy comiendo por el camino, entro a su habitación.
Una cama igual de grande a la mía con una colcha azul oscuro, varias almohadas donde me quiero tirar, un estudio frente a la ventana y posters en la pared de cantantes o simplemente de portadas de álbumes, en la mesa un tocadiscos y encima una repisa con discos para este.
Efectivamente cada habitación tiene su personalidad, creo que tendré que hacer algo con la mía.
Digamos que mi cuenta está a reventar de dinero que si no uso solo se multiplicará así que bueno lo utilizaré para personalizar mi habitación.
—Está habitación es la hostia.— digo mientras giro sobre mi eje.
—¿Estas lista? Nos vamos de compras, Weish nos acompaña y Len es nuestro chofer.— explica Quinver mientras guarda un par de camisas en su armario de color gris oscuro.
—Okey... pero mañana tengo que ir a trabajar.—digo y ella sonríe.
Me coje del brazo y tira con fuerza de mi, bajamos al aparcamiento y nos encontramos con Weish, que le saluda co una sonrisa y luego vuelve de nuevo su vista a su teléfono.
—¿Y Lex?— preguntó al ver que no se a subido en este hermoso BMW de gama alta color negro mate.
Vale, no soy la única con familia adinerada.
—¿Lex?— pregunta Weish y piensa—Ah, Len, no se—se encoge de hombros y vuelve su vista a la pantalla.
—Siempre es igual.— se queja Quinver mientras apoya su espalda en el BMW. —"Yo istiri abiji"— arremeda y me entra la risa por que me acabo de imaginar al pelinegro hablando de esa manera.
—Eres increíble, lo sabes ¿verdad, Quinver?— digo con una sonrisa.
—Lo se, ahora préstame tu teléfono— extiende la mano y sin refutar saco mi teléfono del bolsillo trasero de mi pantalón y se lo doy, pero me lo tiende para que lo desbloquee.
Y luego agrega tres números, me lo entrega y veo que son de ella, de Weish y de Lex, sonrió con agradecimiento y se escuchan las puertas del ascensor abrirse.
Nos hiramos a ver y el estómago me da un vuelco, y para nada es por un pelinegro que tiene un jean con agujeros en las rodillas un poco ajustado y una cadena, camisa que le queda increíble y suelta con una chaqueta de cuero, el pelo revuelto y con sus dientes juegues con el arito de su labio, que va, para nada es por eso.
Cuando abre el coche no lo dudo ni un segundo y soy la primera en entrar, junto a mi se pone Weish, delante con Lex Quinver.
Cuando Lex entra su olor a Calvin Klane se expande por el coche, o tal vez es que el coche huele igual.
—¿A donde íbamos?— pregunta y me mira por el retrovisor.
—Al centro comercial.— dice con tono cansado Weish a mi lado mientras rueda los ojos.
Quinver se encarga de la música y el ambiente a Morat nos envuelve.
—Oh si, tú eres de las mías.— digo llamando la atención de todos.
—Oh, no...— dicen los chicos a la vez, Quinver y yo nos miramos con complicidad y empezamos a cantar "Amor con Hielo" de Morat a todo pulmón.
Me parece raro, es decir, yo nunca me abro con nadie, pero es que con Quinver, con Weish... incluso con Lex, me siento bien, me siento segura pese a que solo llevo un día con ellos, por que para que yo me abra hay que ser algo que no hay y, al parecer, ellos son de lo que no hay.
Al llegar al centro comercial Quinver y yo nos apresuramos a arrastrar a los chicos a un supermercado por una botella de agua, el karaoke, donde casi nos dejamos un pulmón, nos deja factura.
Buscamos las botellas de agua y los cuatro hacemos la fila, pero Weish sofoca un grito de emoción y lo miro, luego dirijo mi mirada donde está mirando y yo también sofoco un grito de emoción.
Creo que Weish también siente mi emoción por que nos miramos.
—Oh, no.— dicen Quinver y Lex a la vez como en el coche.
—Oh, Si.— decimos Weish y yo a la vez mientras nos acercamos a esas estantería, repleta de dulces ácidos, y no cualquieras, no, se los mejores que hay... los de nivel, los que son tan ácidos que te hacen poner los ojos llorosos, los que no soporta todo el mundo y los que no se encuentran en casi ningún sitio.
Weish coge tres bolsas y no se lo niego, pues quién sabe cuando los volveremos a ver.
Nos sonreímos cómplices y regresamos con los chicos que ya están apunto de pagar.
Y si, creo que he encontrado a mi grupo, primero con Quienver y luego con Weish, sip creo que me siento demasiado bien como para haberme fugado de la cárcel y estar llena de problemas.
—Va a ser épico, a ver quien aguanta más.— canturrea Weish saliendo con las tres bolsas metidas en la bolsa grande donde están también las botellas.
—Vamos a ver quien aguanta más, ¿serás digno?— le sigo el juego y de reojo veo como Lex rueda los ojos entre divertido y molesto.
Espero no fracasar... no quiero fracasar en esta ciudad, he venido a buscarme y pienso encontrarme, pienso encontrar mi lugar y pienso encontrar lo que me motiva.
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CASUALIDAD PROHIBIDA
Teen FictionLa oveja negra de la familia, podría decirse, o mejor dicho: la loba negra de la familia, la rara, lo que sigue sin descubrir quien es. Destinada a un futuro que no desea, no quiere contraer la responsabilidad de toda su manada cuando ni siquiera e...