Capitulo 9. Un recibimiento poco agradable

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Llevamos tres días de viaje, viajar en carruaje no es muy cómodo que digamos. Mi suegra y María están cansadas pero son demasiado orgullosas para reconocerlo. José en cambio se quedó para guardar la casa y comprobar que todos nuestros negocios estuvieran bien atendidos.

Adriano por otra parte se encuentra en Milán, tiene mucho trabajo y aún no ve preparado a Alesso para pasarle el testigo. Lo último y único que se de él es que desde el ultimatum de mis suegros ya no visita lugares de moral dudosa. Mi suegro dice que se ha mudado a su casa y trabajan juntos durante el día y por la noche no se ausenta. Me alegra que siente la cabeza, no me gustaría que destruyera todo por lo que Adriano ha trabajado tanto.

Por fin llegamos a Florencia, le mandé una carta a mi padre avisando de nuestra llegada antes de salir del campo. Solo espero que esté al tanto de nuestra visita.

Bajamos del carruaje, busco a alguien del servicio para que ayude a bajar los baules pero por el contrario no aparece nadie.

Llamo a la puerta y me abre un señor que no conozco.

— Señora en que puedo ayudarle?— pregunta muy seco.

Que extraño dónde estará Ramón, quizás esté enfermo y este señor lo este sustituyendo.

— Por favor anuncie al señor Conti que su hija ha llegado.—

Este me mira de arriba abajo y cierra la puerta en mi cara. Esto de verdad que no lo esperaba. Pasado un rato llega mi padre, su semblante es serio.

— Francesca qué haces aquí? No te esperaba.— dice sorprendido.

— Padre mandé una carta hace al menos una semana...—

— Lo siento querido se me olvidó decírtelo.— dice mi madrastra.

Que se le olvidó, lo dudo sinceramente. Este es otro de sus múltiples desplantes.

— Pero por favor no la quedéis fuera, veo que te acompañan tu suegra y una criada y no me digas que ese es mi nieto.— dice acercándose a Lorenza y cargando a Leonardo.

Margherita pone mala cara, de verdad que no puedo con esta mujer. Todo lo que hago o digo le causa pesar es más creo que siente celos y envidia.

— Dónde os pensais alojar...— pregunta Margherita de mala gana.

— Mujer dónde van a hospedarse sino en mi casa que es la suya también.—

— Querido pero no hay habitaciones libres, y yo necesito tranquilidad.—

— Diles a tus criados que vayan a la casa de servicio. Y paz necesitas cuando quieres para tus amistades no la necesitas.—

Ella hace un puchero, pero está vez no le sirve de nada por primera vez mi padre me ha puesto por delante de ella, eso me hace sentir pletorica.

— Y tu esposo tampoco a venido contigo en esta ocasión.— dice con maldad.

Que pájara está sabe más de lo que calla, no tira puntadas sin hilo. Voy a responder cuando mi suegra se adelanta.

— No señora mi esposo y mi hijo tienen mucho trabajo ostentar un título conlleva muchas responsabilidades.—

Touché!

Mi padre aunque pertenece a la alta burguesía no ostenta un título, mi suegra con sus palabras le ha dado dónde más le duele. En su enorme ego.

— Si me disculpan voy a subir a descansar el embarazo me tiene muy revuelta.—

Papá manda q los sirvientes para que nos instalen, un niño pequeño viene de la mano de papá, es mi hermanito es igual a papá. Pasamos la tarde tranquilos gracias a qué esa mujer no se ha dignado a bajar.

Escribo una nota y la mando a casa de mi tía Ana María, le pido al mensajero que la haga llegar antes de que la noche caiga ya que quiero visitarla mañana temprano.

Subo a mi habitación esperaba verla como la había dejado pero todo está totalmente cambiado, en fin que esperaba que ella guardara mi habitación para mí regreso!

Me levanto temprano pero no soy la primera mi suegra y María ya están en el comedor, dejo a Leonardo en una cunita improvisada, cualquiera toca algo. Seguro que esta mujer monta un escándalo.

No me fío de dejar a Leonardo en la casa, por lo que  lo llevo conmigo a misa. Por el camino he estado reflexionando, ahora yo no soy su enemiga lo es mi hijo! Si al suyo le pasará algo y el que viene en camino es una niña mi hijo sería el heredero de la fortuna de mi padre.

Así que por nada del mundo lo dejaré mientras yo no esté bajo su cuidado.

Después de la misa nos dirigimos a casa de mi tía, nada más llegar dale corriendo a abrazarme carga a mi pequeño y lo colma de besos.

Pasamos a la sala y nos saca un refrigerio. También me pone al día sobre los chismes de Florencia.

Siente no haber asistido a mi casamiento, argumenta que papá no la invitó y está segura de que fue Margherita la que se lo impidió. Nunca pensé que mi padre fuera un ser sin personalidad tan fácil de dominar.

Me cuenta que mi prima se casó hace unos meses, siente ni haberme invitado pero nadie en la casa de mi padre le dió mi ubicación. Ella cambio todos los empleados de la casa y a los anteriores simplemente los echo. Toda una vida sirviendo a mi familia y ahora pobres de ellos. Siempre que fue a la casa nadie la recibió. Cree que no le decían nada a mi padre por lo que al final cesó en su empeño.

Que lista es, sacando a todos los apoyos de mi padre de la casa este es todavía más fácil de manipular.

Un recuerdo llega a mi mente, Nana. Pobre dónde habrá ido a parar, ella estaba muy mayor dudo que alguien le haya dado un trabajo. Mi tía me Lee el pensamiento y la hace llamar. Antes de mi Nana fue la suya. Me explica que ella la recogió en su casa.

Cuando la veo nos fundimos en un largo abrazo, no sabía lo que la había echado de menos hasta que la he vuelto a ver. Le pido que regrese conmigo a Milán allí descansará y será cuidada. Cono suponía ella se niega argumenta que está muy mayor para un viaje tan largo además no quiere dejar Florencia ni a mi tía. Por lo que respeto su decisión.

También me cuenta sobre los excesos de Margherita, me dice que ha escuchado que quizás este bebé no sea de mi padre, ya que se rumorea que tiene varios amantes.

Hago la señal de la cruz y digo en voz alta — Dios nos libre.—

Pasamos el día junto a ella, ha hecho buenas migas con Lorenza y María. Es hora de volver a casa.

Pasamos por la puerta y Margherita nos está esperando. La saludamos educadamente y preguntamos sobre su salud. Ella me entrega una carta y sonríe.

Está a mi nombre y la envía Alesso. Mi cara cambia de color. Compruebo que el sello siga lacrado está víbora es capaz de cualquier cosa. Respiro profundo y sonrió.

— Gracias Margherita.—

Matrimonio por contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora