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Sus labios se unen a los mios, se encuentran nuestros alientos, mezclándose con más y más fuerza. Nuestas lenguas se entrelazan e interpretan una enérgica danza ritual, alimentada por el deseo y la anticipación que habíamos acumulado desde el día en que nos reencontramos. La mano derecha de Alesso rodea mi espalda y acaricia mi pecho a través del vestido mientras la izquierda sube por mis medias en busca del tesoro oculto entre mis piernas. Cuando al fin separamos nuestros labios, respiro como si acabara de participar en una carrera de larga distancia. Le sonrió y agarró la hebilla de su cinturón, intentado desabrocharlo, Alesso, al ver que no logro descifrar el mecanismo, se deshace el mismo del impedimento, aliviando así la presión que crece bajo sus pantalones. Alesso se quita el chaleco y la camisa, está última la saca por la cabeza convencido de que el destino esta de su lado al no tener que desabrochar cada uno de sus dieciséis botones en un momento en que apenas soy capaz de pensar en algo que no sean sus suaves labios, estoy segura de que eso es lo que ha pensado, pasar tanto tiempo con el últimamente han hecho que cada vez lo conozca mejor. Me quitó el vestido y la echó junto a su ropa, el suelo es un desastre pero un desastre que me importa bien poco ahora mismo.
Alesso gruñe al recostarse sobre su espalda, sus dientes están apretados en una mueca de dolor. Lo miró con preocupación, apartandome de él, del agradable calor de su torso desnudo. Al quitarme el vestido no me he dado cuenta de que también me he deshecho de la parte superior del vestido, dejando al descubierto mis pechos, la silueta de nuestros cuerpos reluce con la luz de la luna, que se filtra por la ventana.
—¿Sientes dolor? —digo acariciando la piel alrededor de su pecho, se que su costilla aún está magullada.
Alesso agarra mi cintura y tira de ella, acercándola al alcance de un apasionado beso, una poderosa distracción que permite a la caballería asaltar mi punto débil.
—Éso nunca me ha detenido —dice al separarse de mis labios, exhaló un súbito gemido al notar sus dedos, que como valientes soldados han conquistado el valle situado entre mis muslos.
Aún jadeando con la más amplia sonrisa que Alesso jamás haya visto en mi, pasó una pierna por encima de él y, sentada sobre su regazo, tiró de las prendas inferiores de mi esposo, liberando su deseoso miembro. Alesso, mientras tanto, ha desabrochado sus zapatos y tira después de mi . Mientras se deshace de todo lo que le estorba me alzó para terminar de bajarle los pantalones y me quedó de pie sobre él, la viva imagen de una diosa, una escultura en honor a la forma femenina. Así me siento en estos momentos, el me contempla con lujuria la gloria de mi desnudez. Me pongo a cuatro patas sobre él, como una leona jugando con su presa, y Alesso, que no aguanta seguir viendo mis suculentos pechos bailoteando con impunidad, se llena la boca y los lame sin contemplaciones. Sus dedos, mientras tanto, obran su magia actuan por instinto, acariciando las partes más sensibles de mi cuerpo. Me posicionó poco a poco sobre su cintura, exhalando un prolongado gemido, hasta que al fin, bajo el cielo estrellado, ambos nos convertimos en uno.
Me muevo con el ímpetu de un animal salvaje, subiendo y bajando con la ayuda de Alesso que con gusto presta sus manos para impulsar mis sedosas nalgas. Él gruñe, no de dolor, o al menos sólo en parte. Tras un par de gozosos minutos, con una de mis manos comienzo a ariciar sus testiculos. Al principio no me hace caso, esta absorto con mis pechos entre sus manos y se ve que no quiere perder el hilo de su rítmica danza. Sin embargo, a los pocos segundos me inclino hacia delante, apoyando una de mis manos sobre el pecho de Alesso para propulsarme de arriba y abajo, lo miro a los ojos y me siento empoderada nunca pensé que pudiese comportarme así, aquí dentro bajo la luz de una vela y con la luna como testigo, nuestra pasión continua ininterrumpida, mis gemidos dan paso a intensos temblores de placer, los gruñidos de Alesso se convirten en rugidos de león, y cuando nuestros cuerpos al fin alcanzan el clímax, caigo derrotada sobre él, apenas soy capazde moverme, aún soy presa de las convulsiones que agitan mis pechos sobre el rostro de Alessoo, quien no duda en aprovechar la situación para llenarse de nuevo la boca. Sudorosos y jadeantes, permanecemos abrazados, besándonos con las pocas energías que nos restan mientras recupero el control de mi cuerpo y Alesso se sube los pantalones, hasta que soy capaz de deslizarme a la derecha, mi pierna envuelta alrededor de mi esposo, agarrada firmemente a él como si fuera un árbol desde el cual temiera caer.
Minutos después, cuando mi respiración vuelve a la normalidad, miró fijamente a mi esposo, Alesso con una pícara sonrisa, desliza su mano sobre mi rostro, y coloca mi pelo detrás de mí oreja.
—Si ésto te ha gustado, espera a que me recupere del todo, y ya verás.— dice Alesso sonriendo.
Alesso exhala una encantadora risita y deja dulces besos sobre mi cuello.
No puedo con la arrogancia de mi esposo pero esa parte de él lo hace único.Nos quedamos dormidos abrazos, nuestra respiración y los latidos de nuestros corazones van a la par. Desde hoy digo adiós a las dudas, a las inseguridades y al fin lo perdono.
Me doy la opción de ser feliz, dejar atrás todo lo malo y empezar una vida desde cero con mi esposo y mi hijo. Si Dios los permite un día viviremos tranquilos y en paz, mientras tanto nos toca luchar y sobrevivir a las intrigas políticas, religiosas que nos han tocado vivir. Entre esos pensamientos mis ojos se cierran totalmente y por primera vez en muchos días caigo en un cálido y profundo sueño.
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Matrimonio por contrato
RomanceItalia 1807 El papa Pío VII tiene un nuevo capricho casar al hijo díscolo de los duques de Milán, con una señorita de intachable virtud. Cuál es su sorpresa al conocer a Francesca hija de su mayor proveedor de vino, ella es la indicada, católica, be...