Capitulo 17. No sé en quién confiar

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Hace una hora que llegamos a la catedral por suerte o por desgracia está se encuentra abarrotada. Se están realizando los oficios esto es bueno porque pasaremos desapercibidos pero es malo porque la gente que nos acecha puede acercarse a nosotros sin levantar ninguna sospecha.

Necesito acercarme hasta la talla de la virgen, gracias al cielo está se encuentra en una capilla ubicada en  una de las naves laterales.

Paso dentro mientras Alesso se queda fuera vigilando. Debajo de la talla de la virgen hay un pequeño saliente sin pensarlo li empujo después de eso se escucha un pequeño estruendo miro a mi alrededor y veo como un hueco se ha abierto en el suelo, me asomo y veo unas escaleras adentrarse en la oscuridad.

— Alesso vamos está es nuestra oportunidad de bajar sin ser vistos, el obispo está dando la bendición.—  digo casi en un susurro.

Alesso se apresura y baja el primero todo está muy oscuro, no consigo ver nada, de verdad que aveces hago las cosas sin pensar debería haber buscado algo para iluminar este lugar.

Por lo que creo debe de tratarse de las catatumbas, Alesso suelta un pequeño gruñido.

— Qué pasa?—

— Creo que he pisado algo.—

Después de esto comienzo a escuchar un ruido ensordecedor, creo que acaba de sellar la entrada al pasadizo, debo mantenerme en calma y no matar al estúpido de mi esposo, tengo que estar lúcida, estoy segura de que debe haber otra entrada o salida.

Caminamos por horas en la oscuridad, bueno quizás no tanto pero aquí abajo es difícil llevar el control del tiempo.

— Me rindo, gracias a ti moriremos aquí y no volveré a ver a Leonardo.— grito enfadada.

—  Cada vez que algo no le sale a la señora como quiere la culpa es del vecino.— dice con sarcasmo Alesso a mi lado.

— Lo siento, tienes razón. Estoy frustrada...—  me pegó a su pecho en busca de su calor, que más da ya si nunca saldremos de aquí. Sus brazos me envuelven por unos segundos olvidó dónde me encuentro.

Muevo mi cabeza y me golpeó con algo duro.

— Alesso que llevas en la chaqueta?— pregunto curiosa.

—  Es una petaca de licor, mi padre me la regaló y siempre la llevo conmigo.—

Una idea cruza mi mente y si hago una antorcha improvisada, eso nos daría una oportunidad.

— Dime qué está llena y que llevas cerillas?—

— Si, porqué te interesan?—

— Tu dejamelos, lo verás después si es que lo consigo.—

Rasgo el bajo de mi vestido en varias tiras para después trenzarlas, sumerjo mi mecha improvisada en la petacaca y rasco en el suelo con la cerilla, la acerco a la mecha empapada y al fin consigo un punto de luz, espero que aguante lo suficiente.

Nos encontramos en una habitación cerrada, puedo vislumbrar símbolos de los primeros cristianos. Aquí debían celebrar sus reuniones secretas por lo tanto debe de haber una salida. Tocó todos los salientes de las rocas, hay una que parece suelta.

— Alesso ayúdame a sacar esta piedra por favor.—

Alesso me aparta y con cierta dificultad consigue sacar la roca, la deja en el suelo alumbró el hueco con la poca luz que tenemos, pero no consigo ver nada por lo que sin pensarlo introduzco mi mano, debajo de ella noto algo viscoso y que se mueve. Voy a retirar mi mano cuando noto un pequeño montículo. Ejerzo presión y baja.

Segundos después una de las paredes se abre. Alesso empuja un poco y nos encaminamos hacia un nuevo pasadizo.

Un luz cegadora nos invade no soy capaz de abrir los ojos, escucho ruidos y voces. Un escalofrío recorre mi cuerpo y hago lo impensable me agarró fuerte a Alesso para que me proteja.

— No tengas miedo, yo nunca te dejare.—  escucho en un susurro.

Alguien se acerca a nosotros, nos venda los ojos y nos pide amablemente que los sigamos.

No es como si tuviéramos otra opción, así que colaboramos.

****

Estoy sentada sobre un pequeño camastro, hace un momento he quitado la venda de mis ojos y poco a poco mis ojos comienzan a funcionar.

Llevo puesta una túnica blanca que solo cubre hasta mis rodillas no puedo sentirme sino desnuda con esta prenda.

Una señora sin pelo llega hasta mi posición, lleva puesta otra túnica sobre su cuerpo y su cabeza adornada por sendas pinturas.

— Acompañene la están esperando.—

Camino detrás de ella, puedo ver que esto es una especie de comunidad, hay hombres, mujeres y niños. Todos visten igual y no portan pelo sobre su cabeza.

La señora se detiene y me indica que debo pasar a una pequeña cabaña. Me adentro y puedo ver sentados en el suelo a un señor mayor junto Alesso. El señor me indica con la cabeza que me siente al lado de mi esposo.

— Enhorabuena sois unos de los pocos que habéis llegado hasta aquí, no es fácil el camino y aún así habéis logrado completar todas las pruebas... Si lo deseas podéis pasar a formar parte de nuestra comunidad.—

— Se lo agradezco de verdad que lo hago pero nosotros tenemos una vida fuera y un hijo que nos espera.— respondo adelantando me a Alesso.

— Creo que me he expresado mal, no es una sugerencia, ni una invitación... Ahora sí me disculpan tengo cosas que atender Antonia os indicara cuál es vuestra cabaña.—

Alesso se levanta rápido, se de sus intenciones por lo que lo detengo mientras observo alejarse a ese señor, cojo su mano y seguimos a la tal Antonia hasta una pequeña cabaña, está es la última de una serie de edificaciones.

Me fijo bien en el paisaje no hay nada que me resulte familiar, sé que estamos al aire libre y en lo que parece ser un bosque. El número mentalmente los bosques cercanos a Florencia pero no soy capaz de saber en el lugar en el que nos encontramos.

— Porqué me has detenido!! acaso quieres renunciar a todo lo que tenemos ahí fuera.— dice Alesso fuera de si.

— Relájate, no es mi intención permanecer en este lugar más tiempo del necesario, pero es negligente por tu parte armar una disputa. Primero tenemos que ganarnos su confianza para después poder escaparnos de aquí.—

— Pues no pienso cortar mi cabello, parecen no se lo que parecen así...—

— Yo tampoco. Jajajaja... Además creo que para cortar nuestro cabello tenemos que pasar a un escalafón más alto.—

Pasadas unas horas nos hacen llamar, debe es la hora de la cena, la verdad es que viendo lo que hay ni ganas de comer tengo. Son una especie de gachas y una pieza de fruta. Alesso sumerge la cuchara en el cuenco está apunto de llevarla a su boca cuando lo detengo.

— No las comas, nos desharemos de ellas de una forma disimulada, algo me dice que les han puesto algo para controlar nuestra voluntad...— digo susurrando sobre su oído.

Todos y cada uno de ellos parece estar en un trance, lo mejor será disimular y hacer lo que ellos hacen, cogemos las piezas de fruta y las guardamos en la bolsa que nos han dado.

Ahora nos sentamos cerca de una hoguera. El señor que parece ser el líder de este sitio se levanta y comienza a hablar.

— Es hora de honrar a la madre naturaleza.—

Después de estas palabras todos se desvisten para después comenzar una especie de orgia. Dios mío, tengo que salir de aquí ahora mismo. Cojo la mano de Alesso para alejarnos en silencio.

— Podríamos habernos quedado un rato más, se estaba poniendo interesante la cosa.— dice mi esposo sonriendo.

— Eres un desvergonzado!— digo ruborizada.

— Bueno solo era una sugerencia.—

Menuda sugerencia creo que esto es lo más vergonzoso que he tenido que soportar en toda mi vida. Y presiento que no será lo único.

Matrimonio por contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora