Capitulo 12. Reconociendo mis errores

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Alesso

Estos dos últimos años no han sido fáciles para mí sobre todo el último año. Reconozco que por mi soberbia y mi miedo a madurar no he sabido valorar a la mujer con la que me case.

Cada detalle que ella tenía conmigo, cada vez que era amable, me dedicaba yo tapaba con mi indiferencia. La noche que pase con ella fue la mejor de toda mi vida. Ella se entregó a mi en cuerpo y alma pero de nuevo fui un estúpido y al despertarme a su lado de nuevo la culpe y sin poder evitarlo la aparte de mi lado, me quedé completamente solo por mi orgullo y mi soberbia.

Al principio creí que eso sería lo mejor, de alguna manera volvería a ser libre de nuevo. Pero esa sensación solo me duró unas pocas semanas,  no me gustaba la sensación de volver a casa y estar solo. De alguna extraña manera Francesca había conseguido lo que ninguna otra robar mi corazón sin pretenderlo. Con cada acción desinteresada con cada gesto había conseguido que me enamorara perdidamente de ella.

Había ido a casa de mis padres en varias ocasiones en busca de consuelo y de consejo pero extrañamente ellos cada vez estaban menos tiempo aquí y más en la casa de campo con ella.

Eso me volvía loco, sentís celos y sobretodo sentía que me había arrebatado a lo único bueno que me quedaba en este mundo. En vez de ser valiente e ir en su busca, llenaba mis días en el alcohol, no si quiera quería estar cerca de ninguna mujer, ninguna era ella.

Había destrozado mi vida y me había destruido a mi poco a poco.

Pero una vez más mi padre vino a sacarme de mi error, me dió un ultimátum me dijo que o cambiaba o me quedaría en la calle, ya se la daba igual si su título moría con él.

Yo no era merecedor, me costó cambiar pero con constancia lo conseguí, me aleje de ls noche y de la malas compañías me traslade a vivir con él, pero de nuevo mamá apenas estaba en casa.

Mes a mes conseguí que mi padre por primera vez en toda su vida pudiese sentirse orgulloso de mi.

Ahora que ya era digno de ella, solo tenía que reunir valor para poder viajar a verla. Pero de nuevo otro inconveniente se cruzaba en mi camino, ella estaba de viaje en casa de su padre. Está vez nada ni nadie podría impedir que volvería a ver a mi esposa.

Un día antes de partir un emisario del papa Pio VI llegó a casa. Se rogaba mi presencia en el Vaticano y no era una sugerencia más bien se trataba de una orden. Que capricho rondaría de nuevo a ese viejo libertino.

Una vez más Francesca debería esperar, calculé el tiempo que está empresa me podía llevar y le escribí una carta para hacerle saber de mi presencia, también le advertí que si no estaba la iría a buscar. Conociendola un poco se que se marcharia sin mirar atrás.

Al tercer día de mi viaje llegué a la residencia papal, cuando me comunico o más bien me exigió su colaboración quedé extupefacto pero no me quedo otro remedio más que el de acceder.

Tenía serías sospechas de que su querida sobrina que no era otra más que mi suegra, estaba aliada con la familia Borgia para hacerlo desaparecer y aunque tenía un pacto con los Medici de protección, no dudaba en quedarse solo ya que ellos habían perdido muchos apoyos en los últimos años.

Así que ahora me tocaba ser un expía al servicio del pontífice. Sinceramente me daba lo mismo si el estaba al mando o si por el contrario era otro. Todos ellos estaban corruptos, corrompidos por el poder, predicaban  justo sus propios pecados.

Cuando volví después de unos días allí, mi padre ya me estaba esperando. Así que sin descanso partimos de nuevo está vez para la casa de campo.

Mi estado no era el mejor, después de unas cuantas horas más al fin llegamos a nuestro destino.

Pasamos a toda prisa, papá se lanzó hacia mamá rápidamente, siempre he sentido cierta envidia sobre el amor que se prodigan.

Mis ojos se posaron en Francesa, se veía más bella si cabe, su rostro y sus formas estaban más redondeadas, el campo le había sentado fenomenal o eso creía hasta que escuche llorar a un bebé.

Que puedo decir enterarme de que tenis un hijo de varios meses, que si no hubiera vuelto ni siquiera sabría de su existencia me dolió en lo más profundo de mi corazón. Entendí sus razones pero no sé lo dije.

Me marche dolido a dormir, necesitaba descansar mi cuerpo y mi mente después de tantas cosas.

Casi al atardecer me sentía renovado cogí por primera vez a mi hijo, mi corazón se llenó de orgullo. Pero mi semblante cambio al escuchar esa voz.

Coquetear con mi mujer fue la gota que colmo el vaso, olvide mis modales y mi educación y me sumi en una pelea, recibí muchos pero que muchos golpes pero Enrico tampoco se fue de vacío.

Pero lo mejor del día no fue eso, fue llegar a mi dormitorio y ver cómo Francesca había llevado a otra cama al dormitorio.

Qué esperaba, que ella me recibiera con los brazos abiertos? Qué olvidará mis palabras y mis desplantes? Ahora me tocaba luchar por romper el hielo que rodeaba su corazón, un hielo que yo mismo me había encargado de crear con mis palabras y mis actos.

Esa noche apenas dormí, la observé en silencio, añorando el calor de su piel, deseando con todas mis fuerzas que ella viera en mi el cambio. Pidiendo a Dios por su perdón, se que no sería fácil.

Ahora tendría que ser paciente, no agobiarla y lo más importante conseguir que no me odiara. Comenzaría con pequeños gestos para seguir avanzando poco a poco.

No me rendí, no me rendiré porque tú tienes todo lo que yo deseo tener.













Nota:  siento no estar actualizando todos los días, pero tengo mucho trabajo y estamos en una interminable ola de calor que te quita las ganas hasta de escribir. Aún así espero poder subir un capítulo cada día o cada dos. Cuando esté calor pase un poco prometo una maratón. Besitos...

Matrimonio por contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora