Capitulo 10. Malas noticias

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— No vas a abrir la carta?— pregunta la muy descarada.

— Primero tengo que alimentar a Lorenzo y luego asearlo cuando termine lo haré.—

Víbora pienso mientras le sonrió.

— Puff, no sabes querida que hay nodrizas y personal de servicio para ello... Tus pechos ya no serán turgentes después de haber alimentado a tu hijo.—

— No me importa, soy feliz haciéndolo yo misma. Y ahora sí me disculpan me retiro las veré en la cena, Madre, María, Margherita.—  su semblante cambia de color a ella nunca la he llamado madre y por Dios que nunca lo haré.

Acabo de alimentar a Leonardo, tengo la carta en el escritorio. Un escalofrío recorre mi espalda que quiere ahora después de casi año y medio. Miles de preguntas llegan a mi mente. Estoy empezando a hiperventilar, necesito relajarme esto no puede acabar con mi salud. Yo soy más fuerte que todo eso.

Aún así no consigo abrirla bajo a cenar y Margherita no deja de mirarme, se que me está buscando pero no me va a encontrar si ella pretende ser una arpía yo seré la dama más encantadora. Ojalá y mi padre abra los ojos con respecto a ella.

No digo que la repudie, nunca me atrevería ni siquiera a pensarlo pero quizás la pueda meter en vereda.

Después de la cena, no me quedo a la sobremesa, subo a mi habitación y me siento en la cama, miró varias veces nerviosa la carta.

Me levanto de la cama y cojo el abrecartas, rompo el sello lacrado, inmediatamente después saco el contenido del sobre.

Francesca Conti

Le hago saber de mi próxima llegada a la casa de campo, la espero allí en dos semanas, si acaso no la llegó a encontrar me desplazaré hasta su ubicación.

Tenemos asuntos importantes que tratar...

Atte. Alesso Conti.

Pero que demonios! Mañana tendré que confesarme de nuevo, qué será lo que quiere ahora? Además de ponerme nerviosa no me indica nada.

Esta carta en vez de resolver mis dudas o mis temores me ha puesto los pelos de punta. Que voy a hacer ahora? Si no vuelvo a mi casa el me buscara por toda Italia.

Me aterra la idea de que quiera quitarme a Lorenzo, pero por otra parte mi suegro me aseguro que mientras el estuviera con vida eso no pasaría. Ojalá y cumpla con su palabra y lo más importante que viva durante muchos años.

Me despierta María, hace rato que amaneció no he conseguido dormir apenas nada, me alistó y me miró en el espejo, unas bolsas oscuras decoran mis ojos. Cojo los polvos y las intento disimular, solo faltaba que esa arpía tuviera un motivo para atizarme.

Bajo a desayunar y por lo que veo no soy la última Margherita no ha bajado aún. Mi padre la ha excusado dice que los embarazos le producen mucho sueño. Quizás tenga razón, por otra parte mejor no ver su cara en la mañana temprano.

Mi suegra, María, Leonardo y yo salimos para la primera misa. Tengo mucho por lo que confesarme, aunque nada es grave.

— Qué pasa querida desde que recibiste la carta de Alesso no tienes buena cara?—  dice Lorenza con cara de preocupación.

— El va a venir... Bueno no aquí, pero si irá a la casa de campo en dos semanas. Si no estoy allí me buscara por toda Italia.— digo suspirando y con la cabeza baja.

El silencio se hace presente por unos segundos, ninguna tenemos que decir nada o no sabemos lo que decir.

— No tengas miedo no te separará de Leonardo, además Adriano dice que está muy cambiado.—

— Ojalá, eso espero si me quita a mi niño no querría vivir más.—

Después de la misa hemos decidido tomar un café en la plaza, hacia tanto tiempo que no disfrutaba de un buen capuchino rodeada de la belleza y del arte.

A lo lejos veo a una persona que me resulta familiar, está se abraza efusivamente con un caballero, para después montar en un carruaje junto a él, antes de hacerlo voltea la cabeza un momento.

No puede ser es Margherita, pero quién es ese hombre? Quizás es un familiar y estoy montando un circo en mi mente, últimamente ando muy estresada seguro que veo cosas donde no las hay.

Me fijo en el emblema del carruaje y lo memorizo, un toro en un prado.

Tengo que averiguar a casa pertenece, no recuerdo haber visto este emblema nunca en Florencia, debe de ser una nueva familia o alguien que está aquí de visita.

Ya se cuál es nuestra siguiente parada, bueno más bien la mía, mi suegra y María parecen cansadas las mando a casa de mi padre junto a Leonardo.

Les pido encarecidamente que no dejen ni un momento solo al niño, da igual si está con mi padre, lo primero es si seguridad y a estas alturas ya no me fío ni de mi padre!

Me despido de ellas, se ponen un poco gruñonas porque no llevo compañía, pero conozco Florencia como la palma de mi mano, se que calles debo evitar. Ademas la biblioteca no está lejos de mi ubicación.

Pasados unos minutos me encuentro en la entrada de la biblioteca, hasta no hace mucho no estaba permitida la entrada de las mujeres aquí, pero hace unos años el gobernador permitió que las mujeres pudiesen entrar en determinadas salas, su esposa tuvo mucho que ver en su decisión.

Gracias a ella, pude disfrutar de mucha literatura y adquirir mucho conocimiento. Llegó hasta la mesa donde el viejo bibliotecario me observa con su mirada inquisitorial.

— Buenos días Andrés, los años por usted no pasan.— digo bajito y con una sonrisa en mis labios.

— Pequeña, cuanto tiempo ha pasado? Creía que algo malo le había ocurrido.—

— Una larga historia, pero todo está bien, necesito que me haga un favor...—

— Para usted todas las salas están abiertas.—

Que bueno y que lindo. Al principio cuando nos conocimos siempre me observaba, no me dejaba tocar nada pero poco a poco me gane su confianza. Y a día de hoy haría cualquier cosa por mi y yo por él.

— Necesito ver los blasones de las familias italianas, cree que podría pasar al registro?—

— Está bien, pero debes de ser rápida esa sala es una de las más vigiladas ni siquiera los hombres de mayor rango tienen permitida la entrada. Sabes que allí se esconden muchos secretos pequeña.—

Me permite pasar por diez minutos, creo que es tiempo más que suficiente. Cojo la escalera y voy hacia la estantería que él me ha indicado.

Bajo un gran libro de pastas marrones un poco desgastadas, me voy hacia la mesa y comienzo a ojear el libro en busca de lo que me inquieta.

— Aquí está!— digo en voz alta. Feliz por mi hallazgo, un segundo después tapo mi boca. Gracias al cielo que me encuentro sola.

Familia Borgia

Originarios de España, Alfons de Borja o el Papa Calixto III fundó la casa de Borja en el siglo XV pero su hijo Rodrigo Borgia, mejor conocido como el Papa Alejandro IV  modificó el apellido a Borgia, que al sonar italiano aumentaba sus posibilidades de obtener el papado de la Iglesia Católica, este tuvo cuatro hijos entre los que destacan Cesar, un brillante estratega militar y Lucrezia, quien fue usada para aumentar el poder de su padre a través de matrimonio. Fueron enemigos y aliados (a conveniencia) de los Sforza, Ferrara, Orsini y Farnesio.

A la muerte de Alejandro IV se le dio la espalda a la familia, y estos perdieron su influencia en todos los ámbitos, religiosos, políticos y militares.

Hay Dios tenemos un problema! Aquí se habla en pasado pero estoy segura de que no lleva mucho tiempo escrito.

Espero que esa víbora no se haya aliado con ellos para vengarse de mí.

O igual no es de mi y trama algo más importante...

Matrimonio por contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora