8. Curiosidad

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¡¡Advertencia!! En este capítulo hay una pequeña escena erótica.

Mi entrenamiento duró unos siete meses. Fue una experiencia intensa, que no me daba tiempo a recordar los momentos trágicos de mi vida. Al principio tenía pesadillas con el bosque, o con Deniza. Pero Garth me dio un brebaje para dormir que funcionaba de maravillas.

Yo era feliz. Las muertes de mi familia, mi esposo, mi bebé e incluso Deniza, fueron necesarias para llegar a ese punto. Ellos habían muerto por mi felicidad. "¿Lo entiendes, Zula? Tuve que matarlos para llegar hasta aquí y ser tu compañera". Me lo repetía a diario mientras estudiábamos juntos. Ahora que se aproximaba el viaje a Xeer, las pesadillas en que Zula descubría la totalidad de mis crímenes y me echaba de su hogar eran constantes.

Por eso me repetía: "no eres culpable, Halima, fueron sacrificios por un bien mayor". Y terminé creyéndomelo. Mis estudios, la magia y el baile sustituyeron cualquier emoción negativa que llegara a sentir. Me tragué todo y lo enterré, decidida a no llevar fantasmas conmigo a Xeer.

Llegué a ser una dama en toda regla y aprendí cada truco de magia, cada secreto en el arca del brujo. Me sorprendieron los cambios en mi forma de andar, hablar y comportarme. La noche antes de nuestro viaje, cuando ya estaban preparadas las maletas de Zula y Garth, nos reunimos en la sala para comer. Yo no tenía equipaje. Las feas túnicas se quedarían allí.

— Te llevaré de compras en Xeer. — prometió Zula.

— Quiero un montón de vestidos y joyas. — respondí.

— Solo tendrás lo necesario. No me arruinarás antes de empezar a ganar dinero.

Resoplé.

— Voy a conseguir un marido rico. No volveré a trabajar.

— Si no has comenzado aún. — Zula torció los ojos.

— Yo nací para vivir en el lujo. No lo entenderías, brujo.

— Que pena me da tu futuro marido. Pobre hombre.

Garth echó a reír.

— Pena me da el hombre o mujer que se enamore de ti, brujo maldito.— le dije a Zula.

— No es mi culpa ser tan irresistible. — Zula encogió los hombros.

— Y modesto, además.

— Todo un galán.

Alcé mi copa.
— Un brindis. Por los idiotas que se enamoren de nosotros.

Brindamos entre sonoras carcajadas. Garth bebía agua. Nosotros, vino. Era la última noche que pasaría en la casa del bosque. O triunfaba en Xeer o me conseguía un esposo rico. De cualquier forma, no volvería a ese lugar. Iba a extrañar las mañanas silenciosas y los árboles.

— No me desharé de esta casa. — dijo Zula. — Estará protegida con miles de hechizos. Podemos volver, si nos arruinamos.

— Oh, no digas eso. — le reproché.

— Todo irá bien en Xeer. — dijo Garth. Sus ojitos negros brillaban de emoción. — Es una ciudad hermosa y llena de oportunidades.

El niño suspiraba mirando a lo lejos, como si ya viera nuestro futuro en Xeer.

— Quiero visitar el mar y aprender a nadar. Y probar comida nueva.

— Yo también. — sonreí y nos dimos las manos.

Zula tenía cara de padre amargado.

— Ustedes dos van a arruinarme.

— Usted, caballero, necesita relajarse. — dije mientras volvía a llenar su copa. — Vamos a la ciudad más bella de Rau'Bahl. Estamos celebrando.

— ¡Eso!— exclamó Garth y chocamos los vasos ligeramente, sin ruido, como personas elegantes.

Zula por fin rió, meneando la cabeza.
— He creado un monstruo.

Garth y yo nos reímos. Zula carició las orejas del niño con ternura.

— Ve a dormir, cariño. Será un viaje largo.

El kobold me besó en la mejilla antes de rodear la mesa para abrazar a Zula.

— ¡Buenas noches!— nos dijo y fue a su cuarto dando saltos.

— Eres un aguafiestas. — le dije a Zula.

— El dinero no crece en los árboles. — respondió él.

— ¿Cómo has vivido cinco mil años y estás arruinado?

— Ya te dije que pasé algún tiempo dormido. Fueron siglos.

— ¿Y no tenías reservas?

— Mmm... perdí oro en viajes por Grönland y Solveig. Hubieron también mucha apuestas...

— O sea que derrochaste el dinero.

Zula engulló su vino. Lo imaginé en tabernas, apostando dinero que no tenía. Lo vi cantar y bailar, ebrio y perdido. Y solo. Solo durante miles de años.

— ¿Tenías a alguien... antes?— pregunté, huyendo a su mirada.

— Tuve a muchos. — respondió él.

— Me refiero a alguien especial.

— No hay nadie especial, Halima. Es todo lo mismo.

— Tú no eres igual a ningún hombre que haya conocido.

— Porque soy un brujo.

Me puse de pie y caminé hasta él. Puede que estuviera un poco achispada. O quizá era algo que deseaba desde hace mucho tiempo. De cualquier forma, allí estaba, frente a él.

— ¿Qué haces, Halima?— susurró el mago.

En lugar de responder, me incliné hacia adelante para besar aquella boca deliciosa. Labios que se derretían en los míos. Su lengua acariciando el interior de mi boca. Por primera vez sentí el fuego.

— Tenía curiosidad. — dije contra su boca.

— ¿Sobre qué?— murmuró Zula.

Noté el cambio en su respiración. Tenía los ojos cerrados y temblaba ligeramente. No pude resistir la tentación. Dejé vagar mi mano entre las telas rodeando su cintura y sentí con mis dedos su entrepierna. Bajo el pelo suave y rizado había un agujero húmedo, labios que se abrían para mí.

— Halima...— susurró él.

— Eres igual que yo. — le dije.

— Cállate.

Me empujó y huyó de mí.

— ¡No vuelvas a tocarme, serpiente!— gritó. — ¡Mi cuerpo no es una atracción de feria!

Mi estómago se encogió.

— Zula... no es lo que piensas... — intenté decir mientras corría tras él.

Pero el brujo ya estaba en la puerta y dejaba entrar un viento huracanado. Los libros cayeron de sus estantes, el fuego se apagó. Me quedé en la oscuridad, temblando de miedo.

— No soy igual que tú. — dijo Zula, en voz baja, pero firme. — Soy un hombre, Halima. No vuelvas a tocarme así.

— Lo siento. — mi voz se quebró. — Lo siento. No quería lastimarte.

Zula no gritó. Yo hubiera soportado un grito. Hubiera soportado que me golpeara igual que mi padre o mi esposo. Pero Zula no gritó. Su voz era fría e inexpresiva:

— Ya te has matado la curiosidad, Halima. Ahora podemos seguir adelante, como socios.

No pude contener las lágrimas.
— Zula, no es lo que piensas.

Pero él cerró la puerta y me dejó en la oscuridad, sola.

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Halima: la serpiente y el mago Donde viven las historias. Descúbrelo ahora